Hace 30 años ya compré mi primera Micromanía. Y eso que aún no había llegado mi primer ordenador, pero tenía tantísimas ganas que ya estaba preparándome para ello. Así de flipao era yo (tendría 10 años) y así se vivía el tema de la informática en la época. Era el regalo más deseado, un mundo que se nos antojaba casi mágico. En Septiembre de 1988 llegó a casa mi Amstrad 6128, pero a finales de Agosto ya andaba examinando las páginas de la revista, pensando en qué juegos me iba a comprar.

En su día ya escribí algo de la revista, pero quería examinar a tope aquel número mitico (para mí). He podido celebrar el aniversario de la mejor manera: grabando un podcast con los chicos de Retromania30. Este podcast se dedica a repasar los contenidos de la segunda época de la revista, dedicando un programa a cada número. Y en este número 3… tenía que estar yo, está claro. 

Os invito a escucharlo si queréis verme desbordado por la nostalgia. Pero se me quedaron algunas cosas en el tintero, así que en este texto quiero dar alguna puntualización sobre lo dicho en el programa.  

Aunque Skate Crazy resultó ser un juego bastante bueno, está muy olvidado por las hordas de retrogamers. A mí nunca me han interesado demasiado los monopatines, ni los juegos basados en lo mismo. Pero este sí que tenía su gracia, aunque no lo haya podido descubrir hasta 30 años después.

 

El reportaje de Image Works suena al típico artículo que haces para tener contento a un anunciante que va a poner mucha publicidad en tu revista. Sus primeros títulos sí que fueron una sensación: Xenon y Speedball, especialmente este último, marcaron época. Eso sí: yo al que jugué muchísimo fue al Bombuzal en Atari ST, juego que no termino de entender cómo no revive para móviles y tablets. Sencillo y muy divertido.

Esta era la clase de publicidad que me flipaba: la que anunciaba juegos que NI PUTA IDEA. Jamás probé el Desolator ni el Dream Warrior éste. ¡Aún no lo he hecho! Pero recuerdo perfectamente como volaba la imaginación viendo estas portadas.

 

La entrevista a los hermanos Darling me marcó. Cuando leí que con 16 años hacían juegos se convirtieron en mis putos ídolos, aunque apenas pude probar título de CodeMasters. A mí me quedaban 6 años para imitar su hazaña y publicar mis juegos antes de ser un adulto. Me apunté a Basic un par de años, aunque me temo que no pasé de hacer un intento de aventura conversacional. Programar no era lo mio.

 

De chaval fui fan de Andy Capp. En el Simago de Alcalá era habitual encontrar tebeos saldados. Entre ellos, recopilaciones de tiras de este personaje. El videojuego era bastante bueno, a pesar de que no me enteraba de la mitad al ser una videoaventura con menús de texto.

Por cierto, que hace poco volvió a ser actualidad en UK cuando descubieron que, en las primeras tiras, el bueno de Andy daba algún bofetón a la mujer cuando volvía a casa borracho. Es su cultura. 

La lista de los programas más vendidos muestra que la industria del videojuego siempre ha tenido ese mal endémico de las franquicias. En estos top diez, salvo dos recopilaciones, todo son secuelas o licencias. Con el tiempo esto iría a peor, claro: cuanto más caro el desarrollo, menos riesgos se quieren tomar. Pero salvo alguna excepción, ya vemos que siempre ha sido así. Al menos esos recopilatorios sí que tenían títulos originales. 

El Aaaargh me gustaba muchísimo, aunque creo que lo jugué en Atari ST. No era tan cosa, pero es que todos los juegos con monstruos gigantes destruyendo edificios me molan. Es un tema que no falla.

Más de las mismas emociones maravillosas en éste anuncio: ¿quién ha jugado a Unitrax, Mega-Apocalypse o Fury? Y es que eso era una de las cosas fascinantes del Spectrum: la producción era enorme, casi inabarcable, lo que hacía que no dejaras de imaginar y especular con esos juegos. Hoy día he descubierto que la mayoría eran una mierda. Pero que portadones.

Os vuelvo a aconsejar que escuchéis el podcast para que veáis el cachondeo que nos traemos con Vixen. El juego es recordado únicamente por la portada con la modelo Corinne Russell, que solía aparecer en pelotas en los periódicos sensacionalistas de la época: como si fuera una “chica del jueves”. El juego era una castaña, pero la portada era genial. No se puede ser más 80s que ella. Dios te bendiga, Corinne, allá dónde estés.

El informe “El erotismo en el software” y el mapa de Beyond the Ice Palace son comentados extensamente en el propio progama. Sí quería detenerme en los listados de juegos de One Way Software y Coconut Software, que eran maravillosos: me podía pasar horas leyendo títulos de juegos que no conocía. A saber de qué iban. Al no tener ordenador hasta 1988, me perdí un buen montón de juegos.

El joystick perfecto y el único que me hubiera gustado tener de verdad. No me gustaban nada los Konix y los Quickshots tampoco me parecían gran cosa.. En realidad yo me manejaba mejor con teclas, y de hecho, aún juego con el teclado siempre que el juego lo permite.

El juego más destacado del mes (junto con la portada, claro), era este Gothik, un clon de Gauntlet que tuve oportunidad de jugar al final. Un género que me flipaba, y además podías elegir entre los dos protagonistas, cosa muy rara en aquel momento. Me hace gracia que llamaran “saga interminable” al Gauntet, que en aquella época apenas tenías dos partes y un cassette con niveles…

 

Estuve suscrito a la revista únicamente por pillar el Diccionario de pokes. Y, de nuevo, lo que hacía era repasar el libro una y otra vez, mirando títulos y pantallas e imaginando cómo serían esos juegos que nunca probaría. Por cierto: un día comprobé que muchos de los pokes del Spectrum también servían para los juegos de Amstrad. No tenía ni idea de qué era un Z80, pero ya veía que muchos juegos eran muy parecidos en ambos sistemas.

Zafiro promocionaba aquí dos juegos. Terramex era vendido como una “cartoon adventure” y era una videoaventura bastante chula que siempre quise jugar. Un juego original para el sistema, precisamente lo que habría que reivindicar, más que tanta mierda de conversión de máquinas.

La revista se cerraba siempre con “recomendaciones” de música y cine. Unas recomendaciones que no dejaban de ser tres anuncios de lo más mainstream del momento, siempre con la posible inversión publicitaria en mente. Supongo que la popularidad de Mecano los hacía habituales de las discotecas de muchos chavales. Yo no solía ponerme música para jugar, pero alguno de mis amigos sí: recuerdo sesiones de juego a ritmo de Un pingüino en mi ascensor y Judas Priest. Grupazos ambos, por supuesto.

Os vuelvo a invitar a que escuchéis el podcast y veáis como hablamos de un montón de juegos y circunstancias de la época. En el futuro me planteo escribir algún artículo más sobre aquel maravilloso primer año de vicio total al Amstrad. En realidad, este artículo podría ser una celebración… del primer artículo de la Micromanía que escribí: ¡hace ya 13 años!