El mundo necesita héroes. Y los hombres, con nuestra identidad cada vez más entredicho, cada vez más estigmatizada, necesitamos roles que imitar. Por ello están triunfando las nuevas propuestas de Sylvester Stallone volviendo a las franquicias que le convirtieron en uno
de los iconos de los 80. A sus macho movies. Las que antaño fueron el modelo de comportamiento de gente como Guy Gardner, Ronald Reagan o Carlitos
el vecino del sexto que se ha apuntado a un gimnasio para
ponerse mazas. Y si nosotros necesitábamos dichos modelos, ¿qué podemos decir de los críos? Por eso mismo hay que celebrar la existenicia de esta serie de dibujos animados, basada en el inmortal personaje de JOHN RAMBO

¡Motorhead son jevis! ¡Que no, que son punkis!

Y es que ¿quién mejor que un veterano de Vietnam zumbado con parálisis labial que mata rojos sin piedad para protagonizar una serie de dibujos animados? Nadie. Rambo era uno de los héroes de América y un auténtico ejemplo para los niños, que veían como no se dejaba pisotear por el amenazante poder rojo y llevaba la lucha a su terreno, llegando a aliarse con ese valiente y noble pueblo de guerreros que eran los talibanes para hacer retroceder a los rusos tierras afganas. Y es que una cosa es ser taliban, que vale, son culturas distintas, y otra cosa es ser comunista
que eso sí que no, ¡faltaría más!

España para los españoles.

Por supuesto, las aventuras de rambo carecían de el componente hiperviolento de las dos secuelas, y huelga decir que no se parecían ni por asomo a
Acorralado. Lo cual no deja de ser paradójico, pues si los niños conocían al personaje y les gustaba lo suficiente para ver los dibujos es evidentemente porque habían disfrutado de la película. Por ello, Rambo en los dibujos no mataba a nadie, al contrario, se dedicaba más bien a rescates y otro tipo de actividades heroicas no muy del agrado de los responsables de los servicios de pompas fúnebres. Es como si hicieran una serie de dibujos de Jenna Jameson y no follara y sólo saliera en bikini o preparando la comida.

GI Joe estudia emprender acciones legales

Rambo se embarcaba en peligrosas misiones en todo el mundo, enfrentándose normalmente a las tropas malignas del general Warhawk y su organización S.A.V.A.G.E. (¿en honor a Fred Savage, quizá?) Sus planes iban desde robar un tanque experimental con lásers a bombardear a los americanos con canciones de Rosana hasta que perdieran la cordura. Por supuesto, no podía ir solo: le acompañaban un afromaricano y una asiática-camericana (no-vietnamita), además de El coronel Truman. Minorías raciales, vale, pero más americanas que una familia que vive
en una autocaravana. Ella era una experta ninja y él un aguerrido piloto que dejaba a Alonso a la altura de Richard Pryor en No me chilles que no te veo. Se hacían llamar La fuerza de la libertad, aunque más bien tendría que se La fuerza de los liberales. Y a pesar de las misiones
arriesgadísimas en las que tomaban parte, nunca, jamás hubo muerto alguno. Rambo solía ser más astuto que sus enemigos y reducirles de modos
más pacíficos. Igualito que en la peli.

¿Qué no me pongo de pie en la moto? 

La animación corría a cargo de Ruby & Spears, una productora americana que no contó con ninguna serie de éxito. La mayoría de sus espacios eran cancelados tras una temporada (como en España, recuerden A3) y la más recordada de todas es la versión animada de Punky Brewster
en la que iba con el Furby ese raro que cumplía deseos. La animación y diseño de personajes era bastante correcto, aunque Rambo parecía El
arrebato
o algún otro cantante de rumbas. También existía esa pequeña secuencia que se repetía en cada capítulo y que ayudaba a rebajar costes y tiempo de producción. Al igual que He-Man o Sailor Moon repetían una y otra vez la secuencia de transformación, Rambo ajustaba su
cinta en el pelo, se ataba la bota y metía el cuchillo en la funda en un tensa escena que nos preparaba para la acción. Aunque aquí claro, nunca usaba
el cuchillo y lo de los cordones quedaba como de risa. Es lo que suele pasar cuando te flipas demasiado, que acabas teniendo el efecto contrario.

La popularidad de Stallone en los 80 era tal que a nadie le extrañó la aparición de la serie. Es más, lo que nos extraña es que solo hubiera
una. Desde aquí nos gusta fantasear con la idea de diferentes espacios televisivos animados basados en sus títulos ochenteros.

Cobra: el agente Marion Cobretti se enfrenta al jefe y su banda de… Delincuentes. Lógicamente, Marion iría acompañado de una trouppe de
policias con rasgos distintivos: Láser, armado con su pistola láser, Obús, un negro enorme con una fuerza descomunal y pasión por los
pepinillos, Saltimbanqui, una grácil agente muy ágil que captura a los criminales con saltos y volantines, Gitano, un racial policía
acompañado por una cabra que cornea a los ladrones  y aficcionado a tocar el teclado… y así hasta completar el elenco personajes que luchan junto con Stallone contra el mal, con planes como cerrar todos los videoclubs del mundo y acaparar el mercado de alquiler de DVDs. ¡No contaban con el Emule de Marion! Al terminar cada capítulo, Sly nos advertiría sobre el peligro de hablar con extraños o soñar con mujeres.

Yo, el Halcón: en la serie Stallone iría recorriendo el país junto a su hijo y un gracioso mono. En lugar de campeonatos de pulsos, en cada episodio Stallone se metería en una competición deportiva de disferentes disciplinas o en concursos absurdos. El mono se dejaría raptar y al final del episodio haría una broma relacionada con el tema del capítulo, ante la cual todos terminarían riendo.

Evasión o Victoria: la serie. Stallone, Pelé & CIA. Oliver y Benji contra Hitler.

En nuestro país el engendro fue editada en diferentes cintas de video con varios capítulos. La primera, que recogía la miniserie de cinco episodios que sirvió de antesala a la serie, fue recibida con algarabía entre los chavales, y propició la edición de posteriores entregas. Las primeras cassettes locales contaba con un aliciente que la hacía superior la americana: mientras que allí la voz de nuestro héroe pertenecía a un actor de doblaje, aquí disfrutábamos del mismo doblador que se encargaba de poner su garganta al servicio de Sylvester en todas sus películas, con su incombustible deje
a boxeador sonado. Esto solo ocurrió en las primeras cintas: el doblaje de posteriores entregas es sudamericano, con el tipo que hacía de Destro y Optimus Prime como Coronel Trautman, por ejemplo.

Envía 20 envoltorios y participa en el sorteo de un fusil AK-47 firmado por Rambo y los afganos.

Como no podía ser menos, la serie propició la salida de una serie de muñecos basados en los personajes, que fue un fracaso absoluto, y algo de merchandising. No es de extrañar que los juguetes no vendieran, ya que la serie no funcionó en audiencia y tras una temporada de 65 episodios (diarios en sindicación) fue cancelada. Al menos corrió mejor suerte que la de Chuck Norris, que apenas duró 13 capítulos y de la cual hablaremos en el futuro. Lo mejor, los juegos de ordenador que sacaron, bastante potables.

Al loro como tira la moto

Un producto evidente de su época, fruto de la moda de convertir películas de éxito en productos para la pequeña pantalla despojándolas de todas sus señas de identidad. Normal que se estrellase, al igual que el resto (véase la de Karate Kid). Menos mal que en los 90 la moda remitió, porque sino hubiéramos visto serie de dibujos de, no sé, El cuervo. Si ya hicieron una de Los inmortales en dibujos y era peor que ver Torrente 3 en mandarín. Al menos Rambo era medianamente entretenida y explotaban muchas cosas. Normal que le molase tanto al pequeño Viru. Xplosions R cool