Cuanto más insiste el populacho en llamar “caja tonta” a la tele, más crece la cultura hacia ese mundillo. Lo último, ya saben, son las series. Y venga palanca en mano con las series, que parece que si uno no se engancha a esta o la otra, no va a tener de qué hablar con el resto de la humanidad. Curiosamente, los que más ven son los que menos encienden la tele, porque como esperar siete días hasta un nuevo episodio les resulta inaguantable, corren a sus ordenadores a bajarse temporadas enteras por internet. Así que recorren la línea clásica de una serie:
Captación —> Curiosidad —> Enganche —> Quemazón
en aproximadamente treinta días. Tengo un amigo que se enchufó siete temporadas de Expediente X en un mes y medio, y aún tenía tiempo de trabajar, dormir ocho horas y salir los fines de semana (imagino que los vería en la sala de entrenamiento del sr. Popó). Al final tenía miedo de estornudar por si se le salía el cerebro, que a esas alturas ya debía de tener hecho agüilla.
Otra cosa cojonuda es lo rápido que busca acólitos un fan. Conteste negativamente al ansioso “¿Ves Prison Break?” y ya verá, ya, lo rápido que se la venden, como si fueran accionistas de la productora. Y eso con las de acción/drama, ya no digamos con las comedias desternillantes, tipo “Cómo conocí a vuestra madre” (si alguien más me habla de esta serie, intercalaré un PUTA entre la cuarta y la quinta palabra del título) o “The Office” (la versión inglesa, mucho mejor que la americana). Porque den por hecho que lo inundarán a gags para convencerle de lo tronchante que es, y rece por no encontrarse entre dos o más seguidores de la serie, o se enfrentará a un fuego cruzado de complicidades que se basan en rememorar, a ritmo vertiginoso, cuantos más momentos de la serie mejor, todos salpicados por “qué bueno, qué bueno” “qué serie más cojonuda”. Luego le mirarán, con ojos glaucos y muertos, y sus voces de ultratumba recitarán la letanía “únete a nosotros, tienes que verla, es la risa, te paso un DVD…”
Por desgracia, hay que reconocerlo: Si uno está fuera de las series, está solo y perdido. No compartirá las carcajadas buenrollistas del resto de la sala ante ese cameo tronchante de fulano de tal, de la serie cual, que nos hace sentir tan vivos como reír un chiste en una sala de Versión Original un rato después de que el subtítulo haya desaparecido, para dejar claro que entendemos el idioma perfectamente y disfrutamos más de la película. O en medio de una cena, cuando uno (o varios) hayan confesado que nunca han visto más que un par de episodios de Padre de Familia, y precisamente esta serie se convierta en tema de disección durante hora y media, pormenorizando episodio a episodio y chiste a chiste.
Y si ya uno de ellos se sabe el nombre de los actores de doblaje, échense a temblar. No hay hada peor que un tío sonriendo en plan “Soy Dios, besad mis sandalias” mientras sonríe de medio lado y suelta “Ay Perucho, qué genio” cuando alguien suelta una de las más graciosas intervenciones de Peter Griffin. Está esperando a que le pregunten que cómo es, que si son amigos y que si… vamos, como si ser actor de doblaje fuese la hostia. Más allá de Ramón Langa, Constantino Romero y “el que dobla a Will Smith”, nadie quiere un autógrafo de esos “seguidores de la tradición impuesta por Franco”. Todo lo más, que Sara Vivas les grabe un mensaje en el móvil diciendo “Multiplícate por cero”. Y Sara Vivas, de quien el agradecido portador del móvil no recordará el nombre una hora más tarde, hasta los cojones de Bart Simpson (¿nadie le pide que ponga la voz de Kyle de South Park? ¿Alguien recuerda aún esa serie, más allá de hacerse monigotitos para el avatar de blogspot con el diseñador que rula por internet?).
Total, que los seguidores de la serie tronchante en cuestión normalmente ocupan lugares estratégicos de la mesa, como el puto centro, o el triángulo ideal para partir la mesa en tres y que nadie tenga ocasión de llevar una conversación alternativa a lo gracioso que estaba Joey cuando se disfrazó de Chandler, le van a dar el postre, mientras usted pone el piloto automático en “asentir sonriendo”. Y de lo que le entran ganas tras tan honda disertación no es precisamente de llegar a casa y ponerse a descargar episodios. De hecho, uno tiene ganas de emular a Estopa en su lejana guerra contra Napster, y tratar de tumbar esos focos de conversaciones coñazo llamados bit torrent y emule. Y las páginas que ayudan a piratear el Digital +. Y enviar polvorones de carbunco a Cuatro, a ver si tienen cojones a seguir dejando que las series “lo elijan”.
He aquí una pequeña relación de series que me tienen hasta el ojete y de las que no he visto más que retazos. Hagan el favor de dejar de abrasar con ellas, por Dios:
House. La gente odia a Horatio el de CSI Miami porque es el rey del mambo, y sin embargo a este, como es cojo y se droga, y además es médico que eso es hasta respetable lo tienen en un pedestal (sí, los mismos que si leyeran tebeos adorarían al puto coñazo de Lobo), y son de los que llegan echando pestes del médico de cabecera cuando le dice “Usted no tiene nada, será estrés. Procure dormir más y no fume ni tome café.”
Prison Break. Una serie de un tipo que se cuela voluntariamente en la cárcel para sacar a su hermano, condenado a la pena máxima (roja directa y penalty, imagino). El tío se tatúa el plano de la cárcel en el cuerpo, y la gente aún se queja de que la serie vaya perdiendo credibilidad. Vamos, no jodas.
24. Ojalá Julia Roberts no hubiese dejado tirado a Kiefer Sutherland por Robert Patrick. Ahora él estaría eclipsado por ella, así que pasaría de trabajar y actuaría en Broadway como todo el mundo. O se metería en un reality show de fabricar juguetes para los huérfanos y acabaría a hostias con Suzanne Sommers. Pero no, ella se tuvo que largar, y él venga a hacer temporadas, venga. Claro que cuando para es peor, cuando para hace “Última Llamada”.
Mi Nombre es Earl. Subnormalidad en estado puro. El primer propósito en la lista de karma de todo el mundo debería de ser: No perder mi tiempo intentando reírme con garruladas, mientras ridiculizo a los que se ríen con Los Morancos, que hacen humor zafio. Es que todo el mundo sabe que las garruladas extranjeras molan más que las nacionales, porque tienen como más glamour.
Mujeres Desesperadas y Sexo en Nueva York. Series de esas que si los protagonistas fueran hombres, provocarían manifestaciones feministas tachándolas de denigrantes y bochornosas. Sus protagonistas aparecen en las portadas de millones de revistas y nos llegan, de rebote, sus intervenciones en fracasados intentos de saltar a la gran pantalla. Todas esas pelis tienen el mismo muelle: “Refrito romántico-chisposo, pero protagonizado por famosos de la tele.”
Maestros del Horror. Esta es una puta mierda de principio a fin. Historias de la Cripta y Misterio para Tres son series de esas que tu obtusa mente se empeña en chillar que molaban, y cuyos guiones luego parecían escritos en el margen de una libreta Enri, acompañando los deberes de lengua de un colegial. Maestros del Horror es un intento de rescatar a esos pobres diablos cuyos nombres suenan mucho en los foros porque queda muy bien saber quién es Tobe Hooper, que hace tiempo tuvieron la suerte de hacer sonar la flauta y aún pretenden conservar su frescura. Total, que son una serie de mierdas infumables parecidas a las de las series referidas al principio, pero largas como la madre que las parió. Ah sí, la de John Carpenter y la de Joe Dante son todavía peores, ya que la gente aún tiene cojones de considerarlas “divertidas” (sí, los zombies que vuelven a votar, qué risa)
Futurama. Incorpora todo los que los entendidillos adjudican a las últimas temporadas de Los Simpson, es decir: repetitivos, demasiado absurdos, tramas cogidas con alfileres, referencias injustificadas. El rollito de que Fry se enamorase de Leela aún lo hace peor, y el último episodio es ñoño y deprimente. La figura del “canalla” que fuma y bebe, de caradura simpático y macarra indomable recae sobre el puto Bender, el personaje más típico y de diseño más cutre de la historia de la televisión. Y su voz original es infumable, menos mal que el calvo ese que dobla a Krusty le da algo de gracia al invento en la versión española.
Como colofón, y para que puedan contraatacar metiéndose con mis gustos, ahí va una lista de putas series que me molan:
Los Simpson (sí, ratas de foros de televisión, las últimas temporadas también, aún hacen bastante más gracia que el Gran Héroe Americano, que tanto reivindicabais hace un año y pico), Brandy y Mr. Whiskers, Dave el Bárbaro, El Laboratorio de Dexter, Scrubs, Sobrenatural, Héroes (que se desinfla como esos hongos, los pedos de lobo), Arrested Development, Malcolm.