Hoy les haré una confesión: Yamcha era mi personaje favorito de Bola de Dragón. Por eso, posiblemente, la serie se convirtió en un calvario para mí, que tenía que ver al carismático guerrero de los Colmillos de Lobo relegado a papeles cada vez más secundarios y humillantes. Es malo ser un secundario que nos traumatizó, pero pasar de protagonista a secundario de este tipo es aún peor. Porque se conoció la gloria y acabó arrastrándose. Como Zidane, sin ir más lejos.

El jevi no es violencia y nunca lo será.

Yamcha fue el primer rival de Goku en la primera etapa de Dragon Ball. Esa que todo el mundo aclama, unánimemente, como la mejor, aunque lo que le más le gustaba a todo el mundo eran los campeonatos de artes marciales y las peleas sin fin. Y sí, es la etapa más divertida, pero que no se engañe nadie: con lo que flipaba todo el canijerio era con las hostias como panes que daban según avanzaba la serie, y que todos imitábamos en el patio del cole. Recordad: “faltan cinco minutos para que explote el planeta Namec”. En todo caso, la primera aparición de nuestro héroe tuvo lugar en los primeros episodios, envuelto en misterio y como un competidor más a la hora de conseguir las preciadas bolas de dragón, junto al malvado Pilaf. Lucía unas agitanadas y negrísimas greñas e iba en una moto voladora, trucada seguramente, para escapar de la policía, y en ella se dedicaba a seguir al crío cabezón y a Bulma.

Lo que hace el hambre.

Lógicamente, un buen personaje tiene que tener una motivación. A ser preferible, algo mejor que desear ser “El más fuerte del mundo” (Me creo más hasta lo de “querer tirarse a todas las tías del mundo” que decían en Urotsukidoji III). Yamcha tenía esa motivación. Una seria. Pues a pesar de su apostura y su buen tipo, el pobre hombre, a sus dieciséis años, tenía un pánico atroz a las mujeres. Un poco como un lector de La patrulla X a esa edad, pero multiplicado por mil. Así pues, su búsqueda de las bolas tenía como objeto extirpar ese profundo temor para poder consumar el ayuntamiento carnal. Es decir, que como todos los personajes molones de la serie, como Angus Young o como muchos blogueros, lo que quería en un principio era pillar. Con lo cual era fácil identificarse con el pobre.

Acelera, Torere, que nos pilla la pasma

Muchos pensaréis que quizá hubiera sido más fácil pagarse un psicólogo y así solucionar su pánico a las féminas. Pero eso no existe en el universo de aventuras de Goku. Es más, dudamos que pudiera pagarse sus carísimos servicios, ya que Yamcha no tenía ni un duro y sobrevivía como salteador de caminos, a lo Curro Jiménez, con quien compartía más de un rasgo, como las patillas. El chico era, obviamente, algo asocial, pero no estaba solo: le acompañaba siempre Púar, un extraño ser felino capaz de transformarse en cualquier cosa y que idolatraba a su amo, llamándolo siempre “Señor”. En viruete.com tenemos la firme teoría de que ese temazo llamado El gato volador está directamente inspirado en este personaje.

Tan joven y ya se peina como una maruja. Digo Bulma.

Nuestro protagonista acabó uniéndose a Goku tras varias peleas, al ver que Pilaf y compañía eran bastante peores (a mí me ponía Mai, la chica). A base de vivir aventuras juntos nació el amor entre él y Bulma. Todo el amor que puede nacer cuando tienes 16 años y estás desesperado por mojar:”Que síiiii,que te quiero mucho, pero venga, dejamé bajarte ya las bragas”. Desgraciadamente, esto también marcó el principio del fin del personaje, ya que perdió el miedo a las mujeres. El personaje perdió así su principal motivación, e, imagino, parte del atractivo. El propio Toriyama, creador de la serie, fue centrándose más en los otros personajes que fue creando, utilizando al pobre Yamcha como saco de boxeo humano, para demostrar lo poderosos que eran los nuevos rivales y acojonar al lector.

Abrazo fuerte

Así, su participación en los torneos de artes marciales era similar a la de España en cualquier Mundial o Eurocopa: siempre caía en cuartos de final. Se enfrentó y perdió contra Jackie Chen, Ten Shin Han y Dios. La pelea contra el calvo de tres ojos fue una de esas sobradas a las que nos tenía acostumbrado su autor. Ten Shin Han se saca diez mil técnicas nuevas de la manga, con el único objetivo de epatar al personal, que luego no volverá a utilizar jamás. Y encima, en un acto de sadismo sin precedente, le parte la pierna al pobre Yamcha. Así, porque sí. Por joder. El calvo este no solo era un pederasta (pobre Chaoz), sino que encima quería ser asesino profesional. Y luego, todo el mundo haciendo la vista gorda, como Ana Rosa y lo de su libro.

La madre que le parió al Toriyama.

El personaje siguió sufriendo humillación tras humillación. Voluntad no le faltaba, el quería defender la tierra, pero, como todos los personajes humanos, se había quedado muy atrás, y siempre tenía que esperar a que llegara el puto Goku a salvarle. Cuando llegaron los guerreros del espacio, fue aniquilado no ya por Nappa o Vegeta, sino por uno de esos hombrecitos verdes que el tiñoso del espacio sembró para entretener a los defensores de la tierra. Una vergüenza. En aquel momento me sentí como al terminar de leer Vengadores: Desunidos. Estafado y cabreado. Hasta cortó con Bulma, pero bueno, ahí salió ganando él. Ya en la saga de los androides, el Doctor Gero le atravesó con su brazo y le absorbió toda la energía. Le empaló con la mano. Se lo folló. Puro fist fucking en una escena que muchos aún vemos cuando cerramos los ojos. ¿Es grave, doctor? Y no fue lo peor. Cuando la mierda aquella de Boo, el monstruo ese rosa le convirtió en tableta de chocolate y se lo comió. Sin comentarios.

Los Smashing Pumpkins.

En la serie siempre le vimos ganar combates menores: los clasificatorios para el torneo, cuando derrota al Hombre invisible o cuando, muerto, derrota a uno de los miembros de las fuerzas especiales. También ayudó en la saga de Cell, al llevar a un Goku casi muerto por un ataque al corazón a su casa para que se tomase su medicina. Por aquel entonces Toriyama ya decidió dejar al personaje totalmente de lado y casi desapareceró de la serie. Lo cierto es que el personaje es un humano tremendamente fuerte, capaz de volar, lanzar rayos, moverse a velocidades supersónicas… pero en un mundo lleno de guerreros del espacio era poco menos que un “personaje picoleto” (¿), que diría Ameban, destinado a recibir más hostias que Filemón en El chapeau esmirriau. Por lo visto lo sacaba como guiño a los fans más antiguos de la serie, pero había miles de chavales a los que solo gustaba DB Z y sus eternos combates. Por ello era el Quique, el marginado, el paria de la serie. Aunque eso sí, no se puso a quemar coches ni montó ninguna asociación de víctimas de Toriyama. Quizá deberíamos montarla nosotros, los que nos enganchamos sin remedio a su serie y aún pagamos las consecuencias.

Yamcha y King Africa, en la grabación de las canciones de la serie.

Al menos sus técnicas de combate eran chulas. No es que le sirvieran para nada, pero molar, molaban. Los colmillos de lobo tenían un nombre potente y evocador, aprendió a usar el solito el Kame Hame y era capaz de convocar la “Bola llena de energía“, con el que partir caras a distancia. Hasta llegó a entrenar con Kaito en el otro mundo. Ya se sabe que el universo de Dragon Ball no es ” lo que no te mate, te hará más fuerte” sino “si quieres ser más fuerte, te tienen que matar”. Lo de la muerte en este manga era de juzgado de guardia, hasta el punto de que era deseable morir para poder subir de categoría.

Acaba de ver por primera vez un video de los Dchinghis Khan

El chico, además, era de lo más coqueto, anticipándose al metrosexualismo. Tras lucir una salvaje melena, luego pasó a cambiar de peinado en cada saga. Se lo cortó, se lo volvió a dejar, se lo puso de punta, se lo dejó más largo, se hizo coleta… El David Beckham de la saga. Según nuestra colaboradora Montse Akane estaba muchísimo más guapo con la melena. No en vano se medio ligó a Chichi antes que Goku y se le suponía popular con las mujeres. Con la serie avanzada, lucía dos cicatrices que realzaban su atractivo. Lo que nunca se nos explicó es como leches se las hizo, y su origen es uno de los misterios nunca explicados de DB.. Yo apuesto a que fue abriendo una lata de atún para Puar. Es que a veces tiras demasiado de la anilla y…

Al terminar la serie, Yamcha protagonizó un remake de Corrupción en Miami.

A nivel personal, Yamcha me gustaba, y mucho, en general le tengo cariño a todos los personajes de la primera parte de la saga, antes de aparecer los superguerreros (“el puto Trunks“, que diría mi hermano). Sus ataques, su melena y su mascota le convirtieron en uno de mis personajes favoritos. A causa de esto, guardé durante mucho tiempo un odio irracionalpor Ten Shin Han, al que llegué a cubrir la cara con un cacho de folio en un poster de los personajes de DBZ, en el que escribí “Yamcha, el mejor, Ten Shin Han, imbécil”. Así de radical era de chaval, amiguetes. Ver sufrir y caer derrotado una y otra vez a un personaje que gozaba de mis simpatías me fue llenaba de pena y de rabia, preparándome para la dureza del mundo real. Pero ya le he perdonado.

Yo es que no conozco las reglas de Beisbol, pero creo que no iba de pegarse ¿no?

Por lo que he podido ver, nuestro protagonista de hoy es popular entre los fans japoneses. No así entre los occidentales, especialmente los americanos, obsesionados siempre con la cultura del ganador. Yamcha al menos tendría un dinerito ahorrado de cuando se metió a jugador de béisbol, donde destacaba, y abandonó los entrenamientos. Que se partan la jeta otros, pensaría, yo a gastarme mis eurillos y a ejercer de gigolo. Al menos al final fue el más inteligente de todos y el que más partido sacó a sus superfacultades.

Terminamos nuestro repaso a este personaje. Sin duda, Dragonball es muy rica en personajes de reparto, si bien pocos son los que se mantienen desde el principio de la serie y pasan de tener protagonismo a ser un auténtico “secundario que nos traumatizó”. Quizá por eso el que hoy nos ocupa es es el nuestro candidato de esa serie a tener este honor. Nos queda el consuelo de que podría ser peor. Podría ser Chaoz. Un personaje cuyo concepto definió Adso a la perfección: “Un payaso que explota”.