Hay dos aspectos del contubernio bloguero que deberían llamar la atención sobre todos los demás. El primero es el uso indiscriminado del término ficticio «paranoias» (cómo nos mola a los españoles relacionar «locura» con «desenfado» y «diversión»; te queremos «loca academia…» ¡resurge!). Una de las bases de la paranoia es el razonamiento lógico (que no acertado) que confirma el delirio del enfermo, cuando ve que todo encaja en su teoría y por eso nunca le sale cinco en el dado cuando juega al parchís.No es sinómino de gilipolleces, tipo «lo que me he reído viendo Saw V con mis colegas», es una enfermedad mental. No es algo divertido ni gracioso, es como utilizar el término «cáncer» en pro del humor y el desenfado. Les pondré un rasero para que sepan, de ahora en adelante, hasta dónde pueden llegar a transgredir sin caer en el mal gusto: si algo tiene pinta de salir en un fanzine, descártenlo.
El segundo aspecto a comentar, y al que dedicaré la entrada de hoy, es el llamado «Adiós Blogger», que existe mucho antes que los blogs y, por supuesto, que internet. El «Adiós Blogger» es aquel que surge de la fusión de un pensamiento y un estado de ánimo fugaz. El estado de ánimo al que me refiero es un simple calentón, una rabieta alimentada directamente de ese tanque de soberbia que todos tenemos, aunque juremos ser humildes (y sencillos, sinceros… bla bla bla, ya saben, hay una plantilla para describirse, igual que la hay para hacer un currículum)…


… y, a propósito, dejen de usar honestidad tan a la ligera, ya que se refiere a moral, recato y decencia, no simplemente a decir las cosas a la cara.
El pensamiento al que me refiero, con el que todos hemos jugueteado alguna vez, es ese que nos hace preguntarnos qué pasaría si un día nos muriésemos. ¿Qué podríamos oír en nuestro funeral? ¿Quién iría? ¿Llorarían mucho nuestra pérdida? Esto, unido a la rabieta fugaz, nos hace pensar «ja, seguro que lo pasarían mal, se arrepentirían de no haberme tratado mejor… cabrones».
En la práctica, lo normal es rebajar el caso, para que no quede tan trágico (y porque fingir la propia muerte sólo para ver qué pasa es complicado y seguramente provoque algún que otro enfado). Uno se encuentra con que durante toda su vida, movido por el tanque de soberbia, ha estado jurando que «Felipe y yo no vamos a ser amigos nunca más», o ya más mayores, «dándose un tiempo para pensar» en las relaciones de pareja. Ambas cumplen igual objetivo, demostrarse a uno mismo que la otra parte nos necesita y vuelve con el rabo entre las piernas suplicando devolver las cosas a su idílico pasado. Algo que nosotros mismos estamos deseando que pase, aunque jamás lo reconoceremos ante nadie. Ni siquiera ante el espejo.
Cuando esto se traslada a este mundillo exagerado que es el internet social, el tanque de soberbia es mucho más grande (todos nos creemos mucho más listos y cínicos que nuestros compañeros de chat/foro o comentaristas de blog), y las consecuencias de cortar amarras son menores. Esto lo convierte en caldo de cultivo para el «Adiós Blogger», una muestra de ego disfrazada de educación. Seguro que no les es desconocido aquel personaje que abre un hilo en el foro para despedirse, por lo general argumentando unas causas vagas, sin concretar, aunque generalmente yendo como muy de desencantado. Abstracción para ver si ^BruJitA^ se da por aludida y nos llora un poco. Si la causa es concreta, suele ser una movida propia del foro, tipo que han echado a alguien por sus bromas ofensivas (y que otro alguien no ve tan ofensivas) o la prohibición de hablar de piratería o sexo explícito. Cómo nos gusta jugar a los políticos hasta en los sitios más inverosímiles.

 

 

 

Una Mujer en el Foro, óleo del prestigioso humanista Piotr Blaväbski.

Pero quedémonos con lo principal: esa persona, si es tan conocida y habitual en el foro como para justificar una despedida, ya tendrá correo electrónico y msn de la gente con la que se lleva bien (y de la que, por tanto, procedería despedirse). Por otra parte, si está «desencantado» o «aburrido», lo normal es que cada vez entre menos, hasta el día que deje de entrar y punto. Las causas importantes (laborales, familiares, etc.) nunca justifican el abandono: de momento va a estar difícil participar en el foro asiduamente, pero cuando todo se resuelva, las cosas volverán a su cauce.
¿Qué objetivo tienen, por tanto, esas despedidas? Aparte de la mencionada «llamada de atención» a nuestro objetivo afectivo/sexual, constituye un campanazo para ver quienes y de qué manera se interesan por nosotros, recolectar sus sentidas (y tópicas) despedidas y, en suma, ver cómo se lamentan por nuestra partida y el aire jovial decae un poco gracias a nosotros. Funeral gratis y sin complicaciones, que en internet la facilidad y rapidez de enfado, perdón y olvido es acojonante . Después, uno se deja comer la «oreja virtual» por cuatro colegas (más alguno nuevo que puede brotar de esta situación, generalmente por la morbosa curiosidad, hay que ver cómo atraen las broncas y el tema de a quién le mola quién, parece que no salimos nunca del colegio) y termina por quedarse, algo que a veces, para mayor desvergüenza, anuncia en el mismo hilo en el que anunció que se largaba. Y si no, se irá y al tiempo volverá, anunciándolo a bombo y platillo. No demasiado tarde, no sea que haya gente que ha abandonado el foro de verdad y se encuentre con un hatajo de desconocidos.
Sin embargo, el foro se compone de más usuarios. Aunque habrá quien se lamente y aporte su granito de arena, el emigrante no se siente el absoluto protagonista (aunque sigue escribiendo su nick en google, a ver si aún se le menciona). Para eso, Dios creó los blogs. Y es por esto por lo que me refiero a todo este mundillo de la despedida melodramática como «El Adiós Blogger». A ver, si un foro es una competición de a ver quién mola más, en un blog toda esa responsabilidad corre por nuestra cuenta (me refiero a los blogs unipersonales, evidentemente). No basta con preparar réplicas geniales, sarcasmo al uso o buscar chistes que hagan «más gracia que…», no hay base sobre la que mostrar que somos la caña. De modo que, en el poco probable caso de atraer a un pequeño número de gente que lea nuestras chuminadas (nunca «paranoias», recuerden), tendremos que saber mantenerlos ahí. Lo cuál no es fácil, porque a menos que uno se dedique a enlazar vídeos de youtube o repicar por enésima vez los correos graciosos que nos llegan, habrá que tirar de producto propio, y eso requiere tiempo y dedicación.
Para que nos entendamos, si uno hace un blog «de risa», llega un momento en que no se le ocurre algo divertido. Si uno lo hace intentando mostrar que es una persona dura y fría por dentro pero llena de matices y con mucho calor interior, o está muy bueno o aburre al personal (y a uno mismo). Si vive en Londres, llegará el momento de volver; además, tampoco era tan original e interesante lo que le pasaba allí, hubo que exagerar un poco para no parecerse a los seis mil blogs idénticos «desde Londres» (u otra ciudad molongui). Y los blogs profundo-filosóficos terminan por volverse monótonos y repetitivos.

 

No te vayas… disfrutamos con cada idea que sale de tu cerebro… tu delicioso cerebro…

Pongamos que su blog resulta tener un cierto éxito. Y que, de pronto, usted ve que el número de comentarios desciende, aunque está seguro de que la calidad de sus entradas no ha bajado. Esto ataca directamente al tanque de soberbia, y hace saltar el pistón del «A que me voy» (Mark Evanier lo llama el Síndrome «Abandono los 4 Fantásticos»). Consecuencia: despedida pública en el blog. ¿Quieren saber la razón más leída? EL OBJETIVO. Resulta que el blog tenía «un objetivo», dicho así como a lo grande, y el autor se retira, ahora que lo ve cumplido o bien desfasado y no tiene sentido seguir. Después, claro, el aburrimiento o desencanto, eso es universal. Despedida lacrimógena (sólo me queda recoger mis cosas y apagar las luces…gracias a mis amigos, vosotros sabéis quienes sois…) y, lo mejor, COMENTARIOS ABIERTOS.

¿Borrar el blog? No, nunca. El autor se queda a ver los comentarios, a leer lamentos y regalarse con las declaraciones de sus amados lectores y comentaristas, que inflan el número de comentarios hasta alcanzar el record. «Tómate un descanso y luego vuelve, te estaremos esperando», dicen los amantes de «darse un tiempo para pensar». «No solía comentar, pero te leía siempre», dicen los verdaderos culpables de la situación (si hubiera habido más comentarios en las últimas entradas, esto no hubiera pasado). «Qué pena, era de los pocos blogs que leía», «Me alegraba la mañana» o «Ya sabes dónde nos tienes» dicen esos palmeaespaldas que, después de un solemne funeral, se van a comer y dicen aquello de «el muerto al hoyo y el vivo al bollo». De una forma u otra, todos nos ofrecen sus ánimos y peticiones de replanteo, aunque al final es todo por sentirse parte del drama.
Cabe otra posibilidad, tanto en foro como en blog: el anuncio. La despedida anticipada, para ver si alguien se asusta y hace lo imposible por mantenernos al pie del cañón, porque al final haremos como que «lo hemos pensado mejor» o «nos han convencido para seguir». Suele ser un plazo largo, algo tipo «seguiré hasta diciembre» (a mediados de septiembre), o indeterminado (dando sensación de inminencia), tipo «dejarlo todo atado antes de irme». Este último es mucho más fácil colarlo en foros de rol. Los jugadores de rol son grandes amantes de los melodramas disfrazados de gran tragedia.
Al final, lo de siempre. El blog reabre, porque cuando uno se acostumbra a que le rían la gracia, le lloren la pena o lo agasajen con palmaditas y esas propuestas de «salir de copas» o «tomar un café» (depende del espíritu del blog), no es fácil renunciar a ello. Y porque, pasado el calentón, queda lo que uno en el fondo esperaba: el tanque de soberbia de nuevo lleno hasta el borde.