De mayores y con gafas todos restringimos
nuestro humor a Monty Python, Woody Allen,
Billy Wilder, la serie de dibujos de moda que ocupe
el lugar «Mucho-mejor-que-los-Simpson» y las
frases de Groucho Marx (incluso el bulo aquel de
su epitafio; no mire a otro lado, usted también
picó y difundió la farsa). Aún así,
gozamos de una vena petarda y primaria que late en nuestra
sien, próxima a la que se le infla a nuestro padre
cuando llegan las notas en junio y predomina el colorao.
Esta vena logra que las anécdotas más hilarantes
y memorables tengan siempre que ver con pedos o vomitonas
de borracho y en el videoclub (eso que había antes
del emule) nos empuja, al pasar al lado de American
Pie
o similares, a echar un vistazo a la contraportada,
así en plan casual. Y eso como poco, que muchos
han sido los alquileres o descargas bajo la bandera de
«Na, es una gilipollez, me la bajo pa reírme
de lo mala que es». O para vértela «fumao
con los colegas», que por alguna razón se
considera más respetable. Qué vergüenza,
esto con Franco no pasaba.

Ataca
con mocos, pedos, eructos y lapos. Hay vida antes
del Tekken.

Si es usted de los que echan en falta algún
pedo en Con Faldas y a lo Loco o aplaude
la secuencia de El Guateque en que Peter
Sellers se está meando y no puede ir al baño,
si su mundo giraba, cual pelotilla de cera entre los dedos,
en un torbellino de bromas sexuales y detalles escatológicos…
este es su artículo. Tío cerdo.

BLANDI BLUB

La película «Un sabio en las nubes»
hablaba de una sustancia milagrosa llamada Gomavol
o Flubber. Lo que más atrajo al público
del Gomavol no era que hiciese volar un coche (total,
si en el año 2000 iban a volar todos), sino el
poder meter los dedos hasta la muñeca en esa especie
de gelatina y cerdarrangar un poco, y gracias a Mattel
esto fue posible. El llamado Slime (Blandi blub
algo más tarde), una suerte de moco verde, fosforito,
resistente y fresquito al tacto, presentado en su mini-cubo
de residuos tóxicos, tema ecológico pasado
de moda, nos permitía jugar con un moco de enormes
y nada pegajosas proporciones, amasarlo sin que se convirtiera
en pelotilla y nos delatara ante mamá con un «pic»
al tirarlo al suelo… y un maravilloso mundo de posibilidades
resultantes de la interacción del blandi con cualquier
miembro de nuestra familia. Ponérselo en la cara
a nuestro hermano pequeño, en la cabeza al perro,
en la mano a la abuela mientras dormía o en el
cajón de nuestra hermana, entre su ropa interior.
A tus amigos esta broma les hacía más gracia
que ninguna al poder tocar disimuladamente el primer sujetador
de su vida. En mi caso, el único. Mein gott.

Lo
metí en mi tostadora, pero no bailaba como
la de los Cazafantasmas.

LA PANDILLA BASURA

Parodiando a las muñecas repollo o Cabbage
Patch Kids,
la empresa TOPPS hizo un lanzamiento transgresor
(cuando esa palabra aún tenía sentido; ahora
todo es transgresor): Garbage Pail Kids, nuestra
amada Pandilla Basura, niños rechonchetes y adorables
protagonizando una perla de humor negro en cada uno de
sus maravillosos cromos. La gracia, aparte de escandalizar
a los mayores y surtir nuestros bolsillos de barbaridades
y sobre todo muchos mocos y vómitos, se encontraba
en los nombres de los niños. Originalmente, cada
dibujo tenía dos nombres, constituyendo dos cromos
distintos (1A y 1B) y consiguiendo una colección
el doble de grande con la misma cantidad de dibujos. Qué
caraduras tan simpáticos. Los nombres eran juegos
de palabras como «Frying Brian», «Dead
Ted» o «Barfin’ Barbra», de modo que en
España se optó por adaptar los nombres,
dando a luz a «Soplando Armando», «Carolina
en la Cocina» y otros nombres rimados que, por alguna
razón, molan menos que en inglés. Eso mismo
pensaban Dover. En España, como todas las
modas transgresoras, se le fue la gracia enseguida. En
cambio, en Estados Unidos constituyeron un éxito
tal que se lanzó toda una gama de productos, incluyendo
camisetas, serie de dibujos y hasta una peli, que, al
igual que el «Lintenna» del Dúo Sacapuntas,
se servía de enanos para dar risa. ¡Tati
Quieti!

¡Perfectos
como avatares! ¡Sé la envidia de tus
colegas de foro!


ÉCHATE UN CANTECITO

No se dejen engañar por los incontables recopilatorios
clónicos (¿en serio «Semen Up»
se puede considerar parte de «el mejor pop español
de los 80»?), la verdadera edad de oro la componen
temas de ayer, hoy y siempre como el Badumbadero,
el Rock de Maripuri y los villancicos guarretes
que existían mucho antes que la cinta pirata aquella
de Juampa que circuló por medio país.
Por no hablar de El Chivi, este era peor, porque
encima se creía cantatutor y que tenía un
mensaje de dar. Eso sí: ningún niño
dudaba que el dolor más doloroso, el dolor más
inhumano, era meterse por el culo la bombona de butano
(o variantes acabadas en «ano»). Y qué
decir de Maripuri, aquella que según la canción
«estaba leyéndose un tebeo y fue la cacho
puta y se folló a Mortadelo», qué lirismo,
qué frescor. Sin olvidar clásicos de la
repetición como «Yo tengo un moco, lo saco
poco a poco», «las alemanas que me la meneaban
en una tienda de campaña» o aquella, menos
extendida, de «he visto a un mono cascar nueces con
los huevos y abrir latas de sardinas con la punta del
cimbel.» Aprended, Santa Justa Klan.

Phil
explicando el dolor más doloroso.

El temario se completaba con versiones de temas televisivos
llenas de tacos y cerdadas, entre los que brillaba con
luz propia aquella de Los Mundos de Yupi: «Yupi
se va a cascarse una paja al corral…». Algo
más antigua, aunque mucho más oscura y macabra,
la canción de jugar a las palmas que hablaba sobre
Don Federico. Este energúmeno mató a su
mujer, la hizo picadillo y la puso a cocer, comenzando
después una larga cadena de perversiones sexuales.
Don Federico se quería casar con una costurera,
la costurera con un general, el general con una bruja
mala, esta con Don Quijote, quien a su vez flirteaba
con Sancho Panza… así hasta llegar a la bella
dama que pretendía al homicida Don Federico. Este,
por ser consecuente, le decía que no, y la bella
dama se desmayaba. Y usted creía que la trama de
Santa Bárbara era enrevesada…

vamos
todos con él, es la hora de eyacular…

MUY MAL, POTTER, ESA NO ES LA RECETA

No hay mejor ocasión de guarrear que un cumpleaños.
Con tantos ingredientes al alcance de la mano, quién
se resiste a mezclarlos todos en un vaso y descojonarse
en torno a él, mientras suena el último
éxito de Monano y su Banda y tu primo Óscar
se dedica a pisar los globos para estallarlos. La hilarante
mezcla refresco cola + refresco naranja + refresco limón
+ patatas fritas + cortezas + bolas de queso + trozo de
tarta… y suma y sigue fue, junto a las tinieblas,
el juego más amado y al margen de la ley en los
cumpleaños de nuestra infancia. Que no faltase
el desafío de «a ver quién se atreve
a dar un trago» y el gracioso del primo Óscar
intentando dárselo a beber a alguno de los mayores.

Bah,
comprarlo ya hecho no tiene gracia.

PEDOS, ERUCTOS Y ESCUBIDUBIDÚ

Hay que ver, los padres siempre quejándose de
la cantidad de juguetes carísimos que pedíamos,
y nuestro predilecto, completamente gratis, nos lo prohibían
terminantemente. Me refiero, naturalmente, a cantar o
hablar eructando (eruptar, erutar o irutar, según
algunos). Que siempre está el típico en
clase que sabe forzar los eructos a base de tomar aire
(se suele llamar «Dani» o «Fran»).
Es una desgracia que, en nuestros patéticos programas
de radio con un cassette y una cinta de los Droids,
con celo tapándole las pestañas para poder
grabar encima, lo único que tuviera gracia fuera
cuando se te escapaba un eructo mientras intentabas imitar
a Pepe Gáfez.

Dhalsim
domina el poder de la aerofagia. Se lo copiaron
en Bobobo.

¡Y qué decir de los pedos! Dan risa bajo
el agua, a través del fuego y grabándolos
para colgarlos en youtube. Son el alma de las fiestas,
y protagonizan las anécdotas más divertidas
y memorables, ¡y cuánto bien han hecho por
la cultura infantil! ¡La cantidad de rimas, retruécanos,
acertijos y otras perlas de la imaginación que
han protagonizado estas maravillas gaseosas, servidas
en pequeñas porciones, como los quesitos! No había
más que acercarse a un amigo desprevenido y preguntarle
si había oído el canto de la trucha para,
ante su negativa, exclamar «¡Pues escucha!»
y acuescarse en su cara, tan ricamente. O el quemadísimo
y facilón «tírame del dedo», que
no llega a la suela de los zapatos a la menos extendida
y sin embargo hilarante gracia de tirarse uno de esos
modelo T-Virus, que se extienden por el aire inadvertidamente
pero son mortales de necesidad. Antes de que la víctima
lo advirtiese vía nasal, se procedía a preguntar
«¿Sabes silbar hacia adentro?». Tronchante,
a la par que sencillo. Tírense pedos, amigos.

MIÉRCOLES, ¡JUEGA CON
TU COMIDA!

La Ratonera, de Agatha Christie,
lleva en Londres más de cincuenta años en
cartel. En todo ese tiempo, no se han cumplido ni la mitad
de representaciones que el clásico tragicómico
«Enseñando la comida masticada en la boca»,
de anónima autoría. Hay una magia especial
en el rito de enseñar lo que el cineasta Jim-Box
denomina «el pastelote» al público, y
estudiando la carrera meteórica de Peter Jackson,
puede augurar un futuro prometedor. Aunque el número
fuerte a la hora de la comida son los parecidos razonables.
Esta práctica, que no la inventó yonkis.com,
trae consigo más días de diversión
que la Familia Corazón. Bajo el ojo clínico
de un niño, no hay alimento que no recuerde, aunque
sea vagamente, a algo puramente cerdo. Si no fuera por
las Tortugas Ninja, la pizza nunca habría triunfado
en este país, donde no hay ingrediente que no parezca
un sucedáneo de mocos, mierda, cerumen o vomitona.
Y ay de quien la pidiese carbonara, con esa bechamel calentita
y chorreante…

Vomitada,
conserva el mismo aspecto. ¡Hurra!

SOUVERNIRS, NOVEDADES, ARTÍCULOS
DE COÑA

Jamás le he encontrado la gracia a las mierdas
de plástico. No obstante, resulta innegable que
tuvieron su apogeo. Cada miembro de la familia picaba
en la broma una o dos veces, como mucho, y después
la mierda de plástico desaparecía sin dejar
rastro. A los más fantasiosos nos gustaba imaginar
que un ejército de moscas de plástico se
la había llevado para colmar su despensa mágica,
pero la cruda realidad era que mamá la había
tirado a la basura. Otra gracia consumada consiste en
un trozo de goma color carne, pegajosa como la que se
utilizaba para las conocidas Manos Locas, pero
representando un cimbel con bastante fidelidad. La flor
y nata del humor.

Regalos
y pastelitos. Busca tu disco volador luminoso en
el interior.

No mucho más graciosos resultaban los llaveros
con dos cerditos, uno del Barcelona y otro del Madrid,
en pleno tema rectal. Algunos tenían hasta una
palanquita para darle movimiento al asunto. Eso sí
que es tiqui-taca, Salinas. Otra risa patria muy celebrada,
aunque tristemente desaparecida, la conformaban un juego
de sacacorchos y abrechapas, llamados Adán y Eva,
respectivamente, y dotados de sendas representaciones
de órgano sexual. De esa forma, uno podía
encajar el pitorro de Adán en el agujerito de Eva
y rezar porque Don Florián, el párroco,
no mirase nunca en el cajón de la cocina cuando
venía a comer cocido a casa una vez al mes. Ay,
Julián, que de esta nos excomulgan.

¿PSP
o Nintendo DS? Ninguna de las dos.


EL CAGANER (o Caganet, por joder)

Resulta increíble que algo tan inocente como
El Código Da Vinci haya levantado
a la Iglesia en armas, tachando al pobre merluzo de Dan
Brown
de hereje, mientras en los hogares españoles
(o lo que hasta el cierre de esta edición aún
se considera España, a saber de aquí a un
par de años) se rinde tributo a un personaje que,
literalmente, se caga en el Nacimiento de Nuestro Señor.
Ahí, con mayúsculas, que se note que fui
al Mater. El llamado Caganer (que suena a conexión
de 16kbs o a nombre jocoso de las natillas danone al chocolate),
por si alguien no lo conoce, es la figura de un pastorcillo
de Belén que no ofrece al niño requesón,
manteca y vino precisamente. A no ser, claro, que los
haya comido hace poco, en cuyo caso la metáfora
está muy conseguida. Fuera de eso, poner un pastor
plantando un ciprés en el belén no tiene
mayor sentido, lo que lo convierte en humor inteligente.
Pero con caca, ¡hurra!

La
Gallina Turuleta, poniendo diez.

Todas estas exquisiteces representan sólo la punta
del moco, esa dura que tienes clavada en la nariz y te
pincha. Muchas son las alegrías escatológico-sexuales
que quedan en el intestino popular, para ser convenientemente
excretadas, como la escena de El Club de los Cinco
en que Ally Sheedy decora su paisaje nevado con
caspa o el sketch de Martes y 13 en que Karpov
se saca una burilla de cerumen y luego se le pega todo
a la mano. Simplemente, multitud de orificios y un sinfín
de fluidos como para abarcarlos todos en un artículo,
al menos sin morir de arcadas. No obstante, ahí
quedan los comentarios del blog para que complementen
con sus recuerdos e historias. Que usted lo pote bien.

Masticar
a boca abierta, otro placer del guarrete.