Aunque ahora que vivimos en la «edad de oro de las series» (JUA) no nos acordemos,  pero durante muchos años, las comedias de negros estaban entre lo mejor que había en la tele. Triunfaban hasta en la España de los 90: Antena 3 encadenó con enorme éxito la emisión de El príncipe de Bel Air y Cosas de Casa, que lo petaban tanto que TVE contraatacó con aquel Vivir con Mister Cooper, una serie Poochie donde las haya, con un sosias de Will Smith, profesor y jugador de basket. Pero… ¿y qué hay de las otras minorías?

All-American-Girl

Tenían que llegar al mundo de la comedia. No por favorecer la integración, sino simplemente, porque podía vender anuncios a un target bastante pudiente. Así, en 1994 llegó Toda una americana, que nosotros no vimos hasta 1996 y en La 2. Queda claro que triunfó menos que un programa de Dani Martínez.

En principio, se trataba de contar la vida de una familia coreo-americana, con todas sus peculiaridades. En la práctica, aquello era lo de siempre, con el humor blanco de teleserie yanki de siempre y las tramas de siempre, hoy más quemadas que David Hasselhoff. ¡Si hasta visitaban al programa de Ophra! El elenco de actores estaba compuesto por chino-americanos, japo-americanos y coreo-Americanos. Vamos: que los asiáticos son todos iguales y que de emitirse en Antena 3 se podría haber llamado Cosas de chinos.

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La crítica la puso a parir, y la propia comunidad asiática del país crítico esto mismo que decíamos: por lo visto daba gusto oírles hablar en coreano cuando muchos sólo hablaban inglés. Algo así como Al Pacino en Carlito’s Way. Pero aquí, pues ya ven: lo veíamos doblado y encima no teníamos estereotipo alguno de como eran los coreanos. ¿Cómo se suponen que son? Pues eso: «la comedia de los chinos» demostrando que eran muy americanos en la calle y asiáticos en la cama. Como no, en un episodio salía Ming Wa, la primera Chun Li, la de Urgencias, Stargate y Agentes de Shield. La china (que no coreana) de América, vaya.

MingWa

A pesar de la mala recepción en su país original, aquí se reemitió dos o tres vez: no era El Padrino pero cumplía su función de cuadrar parrillas de programación. Seguramente tuvo su momento de mayor esplendor allá por el 2000, cuando era emitido dentro del programa Hyakutake, después del adictivo episodio de La Familia Crece. Por cierto: que guapa era Lucía, la presentadora.

Para el recuerdo, el motivo por el que rescato esta serie: el momentazo en el que, alucinados, veíamos a Tarantino hacer un cameo y ponerse a bailar con Margaret Cho, la «cómica» al rededor de la cual se construyó la serie, y que salía con é en aquel momento.  Ojalá aparezca en el remake ese de Golpe en la pequeña china que dicen van a hacer. La Cho, digo. Bueno, y Tarantino también, oye. Ahora, por fin, hay capítulos (en inglés) en Youtube, por lo que podemos tacharla de nuestra lista de series perdidas. Una menos.