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Bien es cierto que ni los orcos ni los trasgos son célebres por su privilegiado intelecto. Muy al contrario, la mayoría de los orcos poseen la misma inteligencia que una puerta, y la misma perspicacia que el pomo de esta. Los trasgos, en cambio, suelen ser directamente idiotas sin más metáforas.
No obstante, la crueldad que ambas criaturas llevan en la sangre los convierte en seres retorcidos, y cualquiera sabe que para ser retorcido hay que tener un mínimo de inteligencia. No grandes luces, pero sí una pequeña llamita testimonial.
A veces, la llamita de inteligencia que conlleva el ser retorcido se acerca a una cuerda y, aunque lentamente, acaba por quemarla. La mayoría de orcos o trasgos que muestran un razonamiento más elaborado que “el caos es divertido” son expulsados de su tribu o clan. En realidad, son expulsados de su propio cuerpo, ya sea por el método consistente en colgar a la víctima de un árbol y darle estacazos como si se tratara de una piñata, o por cualquier otro en el que intervenga la violencia más salvaje. El método de selección natural de líderes es el de “el más fuerte”, mientras que el de permanencia en el poder es el de “ser capaz de dormir con un ojo abierto y no dar la espalda a los aspirantes a sucesor”.
Después de líder, la profesión predilecta de un orco es, sin duda, la de guerrero brutal. No sólo por su tendencia natural al caos, sino guiados por un sorprendente razonamiento práctico: Dado que el panadero hace bollos, el vaquero saca leche, el carpintero fabrica muebles y el peón construye casas, la única forma de conseguir todo eso sin aprender cuatro oficios a la vez es dedicarse a guerrero brutal, matarlos a todos y luego estirarse en la butaca de un confortable salón a disfrutar de unos bollos con leche. A veces, da miedo pensar que los orcos no sean tan tontos como parecen…
Flinnd Catacaldos Dáergen, Tratado de Nuestros Diversos Enemigos, Capítulo 6.3: Orcos y Trasgos, cabrones de piel jabonosa.