Una cosa en la que todos estaremos de acuerdo es que en España, lo que nos gusta, es el cachondeo. A lo largo del tiempo son infinitos los ejemplos, desde el Emperador Teodosio dividiendo el imperio romano a las celebraciones de Fernando Alonso, pasando por el grito revolucionario de «Vivan las cadenas!». En lo que a este blog nos respecta, son innumerables los ejemplos que salpican la musicografía de este nuestro país; desde los fundacionales tanguillos de Emilio el Moro hasta Marlango, la comedia, el humor y la chanza han gustado mucho al respetable, como podrán comprobar este verano en cualquier feria local mientras con un mini de alcohol en la mano cantan el chiki chiki o lo ultimísimo de Russian Red.

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El hiphop, que ya de por sí puede dar bastante risa, también se ha visto reflejado en esta corriente de reinterpretación hispanocómica de lo que viene de fuera; de hecho la piedra de toque del género en su vertiente hispana fue el mítico «Rap’ in Madrid». Luego vendrían Frank T («cuidado vivo en torrejón, soy un negrata africano; las consecuencias serían tan terribles como las de un escape de butano») y Mucho Muchacho, pero antes de la consolidación del género, tuvimos un claro ejemplo de rapexplotation en la figura de Family Fax. La existencia de este grupo es un enigma ya que es imposible encontrar más información suya que la aparecida en el Boom 6, donde figura su (¿único?) éxito y canción que hoy es objeto de análisis en Achuwoki: «Navirap». Y se lo hemos ripeado y todo.


Detrás de este invento, pues dos fuerzas del mal: Pablo Pinilla y Gonzalo Benavides, responsable de mil producciones infames de pop-rock de usar y tirar. Gonzalo, por ejemplo, era Bruno en Verano Azul y descubrió a Ella Baila Sola. Su único maxi contaba con cinco canciones, que mezclaban estribillos de boleros o salsa con raps macarrónicos. Pero donde Family Fax triunfó de verdad fue en sus actuaciones en varios programas de televisión presentando este single; el playback era interpretado por una familia vestida de forma estrambótica, así como de humor catalán made in La Cubana.
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Los personajes que formaban el grupo interpretando el Navirap eran señores/as mayores vestidos de forma exageradamente ridícula, destacando el caso de la moza de 30 años que vestía como una colegiala y el de la maruja, con un rodillo en la mano y la cabeza llena de rulos. La interpretación que podéis escuchar en la canción hace los honores a dicha caracterización, ya que el tono histriónico de portada de El Jueves no desaparece ni un sólo momento. Bueno, tal vez un poco durante los villancicos propiamente dichos, pero esa parte no la recuerda nadie. Bueno, en todo caso pinchad para redescubrir Vietnam, que diga, la canción que os proponemos.

Como veis, la canción empieza en un tono absolutamente simpático, con esas baterías que Luis Miguel volvería a poner de moda en la segunda mitad de los 90. Y enseguida los primeros scratches, cumpliendo una labor evangelizadora en lo referente a la difusión del movimiento hip hop en España. La letra carece de noción sobre el concepto de flow, de hecho el pobre muchacho que canta parece que está todo el rato al borde de la asfixia.
No obstante, lo peor viene con la siguiente parte de la canción, en la que atizan vocalmente la madre de los rulos que decíamos antes y la meretriz disfrazada de quinceañera. Tras ellas, y no perdiendo de vista que esta canción es una revisión cómica del rap y del período navideño, podemos disfrutar del estribillo del villancico más siniestro y triste de la historia: los peces beben del río alegrándose porque ha nacido Dios, y con sólo un minuto de canción ya estamos deseando llamar al camarero para que nos sirvan algo preferiblemente venenoso.

Pinchad aquí para bajar el disco.

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Tampoco faltaba un imitador de Groucho Marx que no pintaba nada, pero que cumplía el papel de interludio cómico allá por el minuto 2:20 de la canción: daba las mismas ganas de violencia gratuita que todo imitador de Marilyn o Charlot, pero ahora hace gracia porque parece que está cantando el Doctor Zoidberg. Al final de la canción nos encontraremos también otra parte cómica, basada en una imitación de Raphael que, no sabemos por qué (bueno, sí), jamás en la vida ha pasado de moda. Creemos que en este caso se debe a que por estas fechas Raphael había lanzado «Escándalo» y su presencia pública era muy notoria.

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La cosa, y ya resumiendo, continúa durante el siguiente minuto y medio con los restantes miembros de la familia profiriendo una relación de bizarros tópicos sobre las cenas familiares de navidad, mencionando el pavo, el champán, el caviar…Vamos, que la canción podría estar compuesta por los guionistas del SNL hispano, eliminando la sutilidad y el ingenio de la receta del humor que intentan recrear.
Tras dos o tres villancicos más (especialmente con Navidad Dulce Navidad, que es el eje central de la canción) llegamos a una especie de fade out que dura prácticamente un minuto, en el que el protagonismo se lo lleva el que suponemos es el cuñao de la familia, realizando la citada imitación de Raphael que nos pone al borde de la súplica porque llegue el final de la canción. Desafortunadamente, el final llega a los casi cinco minutos de haber empezado!.

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El resto de canciones, pues eso. Lo mismo con boleros, salsa y pasodobles. Y un tema original, Family Fax, con referencias futuristas que tampoco han quedado tan lejos, viendo que España no ha cambiado demasiado desde la época.

En resumen, este experimento comercial no caló muy hondo en la audiencia. . Su pretensión de transmitir simpatía y cachondeo acababa convertida en una sensación horrible de vergüenza ajena. A ello no ayudaban los elegidos para hacer el paripé por los programas de televisión como Esto es Espectáculo o VIP Noche, porque convertían lo casposo en chabacano. De la versión que hicieron los Pequeguays, uno de tantos grupos de infantiles de principios de los 90, mejor no decir nada.

Desde Achuwoki nos lamentamos de que desde EMI no encontraran el tono exacto que podía haber hecho funcionar el proyecto, ya que si este tipo de propuestas hubieran tenido una mayor repercusión, tal vez los 90 hubieran sido más divertidos, con más propuestas que optaran por la alegría de lo casposo frente a la alegría de lo latino que nos invadió desde el «Mi Tierra» de Gloria Estefan.

Por suerte, siempre nos quedarán los Jingle Cats.