Rob Halford es mi cantante favorito de todos los tiempos. Bueno, quizá Steve Perry está por ahí también. Y El Payo Juan Manuel. Pero el cantante de Judas Priest fue el primer vocalista que me impresionó cuando empezaba a escuchar música, me tenía totalmente fascinado en mis aquellos primeros años formativos, en los que por cierto, el tío no estaba haciendo nada a nivel musical. Daba igual. Me inflé a hacer versiones de Judas en mis grupos, tratando de imitar su peculiarísimo tono, su increíble rango y expresividad. El tiempo me robó la voz, pero al menos me acercó físicamente a la imagen de mi héroe eliminando el pelo de mi cabeza.

                                                          Qué queréis que os diga…

Aunque ya no escucho mucho rock, me sigue flipando leer biografías musicales, así que tenía marcada en el calendario la aparición de este Confess, que finalmente me trajeron los reyes este Enero.. Me ha sorprendido lo rápido que ha llegado su edición en castellano, (con una portada peor, la verdad), cosa que me he tomado como el momento ideal para hablar un poco del libro y compartir la buena nueva con todos sus fans. Con sus fans… y creo que con bastante más gente. Porque el relato que cuenta Rob Halford, no me cabe duda, va a llegar a mucha, muchísima más gente más allá del contingente heavy rolero soltero y hetero.

Las biografías rockeras son, hoy por hoy, un género literario perfectamente definido. Como en una película de kung fu, hay unos lugares comunes que tienen que aparecer, y que el fan disfruta reconociendo y diferenciando. La vida de Halford, evidentemente, tiene los tiene todos: la infancia de clase obrera, los episodios formativos, las primeras bandas, la emoción del primer LP, discos de oro, larguísimas giras, conciertos gigantescos, encontronazos con famosos y anécdotas en el estudio. En este caso, el contexto es las fábricas de acero de Birningham, la escena hard rock de los 70 y la apoteosis de la banda como padrinos de la NWOBHM, éxito en EEUU incluido.

Pero en el relato del vocalista de los Judas hay también un ethos que lo hace una rara avis, ideal para fusilar por “periodistas culturales” oportunistas que jamás hubieran tocado a la música de los Judas ni con un palo. Como homosexual que creció en una ciudad industrial en plenos 60, y encima en mundo netamente hetero y machote, es una historia de constante frustración e infelicidad; primero por su propia sexualidad, después por sus problemas para disfrutarla como figura pública, y por último para establecer una relación afectiva en condiciones. Hay alguno pasajes que son, francamente, tremebundos.

Así, el bueno de Rob nos cuenta divertidas anécdotas con Christopher Reeve o recuerda como tocaban ante medio millón de personas en el US Festival, para después contarnos la sordidez de sus encuentros sexuales y la culpabilidad con la que volvía a casa tras una escapadita a un glory hole o, incluso, algún intento de agresión. Una doble vida que tuvo que llevar durante décadas y que, junto con algunas malas compañías, llevó a esos famosos problemas de adicciones, de esas “cositas” que decía Olvido Hormigos a Belén Esteban en su día. Cuando reconoce que letras de Turbo son las peores que ha escrito en su vida, fruto del enganche a la cocaína y el alcohol, no pude si no decir “joder Rob, pues claro que sí”. Siempre lo había pensado y ahora sé quién es el culpable: la necia droga. Y vosotros ahí dándole que te pego…

Quizá por todo ello, el autor también da la sensación de ser alguien feliz que aprecia todo lo bueno que le ha pasado en la vida, y de ser un tipo auténticamente entrañable que ha disfrutado, efectivamente, confesando todos esos episodios tristes, infelices y pecaminosos que ha tapado durante tantos años. Por otra parte, la propia discografía de Judas tiene bastante más puntos álgidos que las de sus colegas: sus mejores discos están espaciados en el tiempo, y eso hace que se interesante leer sobre sus primeros clásicos de los 70, sobre sus trallazos 80s, sobre Painkiller, Fight y hasta sobre sus estupendos discos en solitario, hasta llegar a Firepower.

Me consta que hay buena parte de sus fans que se ven incomodados por tanto cuarto oscuro y tanto polvo en los baños de gasolineras; avisados quedáis. Por mi parte, este libro es como los propios Judas: siempre te ofrecen un algo extra. Una biografía rockera francamente única, que deja poso, algo que no se puede decir de todos… y os garantizo que me he leído un buen montón de libros de este estilo.

Y ya que lo he hecho, se me ha ocurrido que podía dedicar este artículo a hablaros de otras biografías de vocalistas de la NWOBHM, la explosión de bandas rockeras británicas a partir de 1979 / 80 que conformaron una escena fascinante y en la que nunca me canso de escarbar. Lógicamente, estos libros corren a cargo de los cantantes con más éxito y que han conseguido mantenerse todos estos años… y que encima, salvo el último, tenéis todos traducidos y al alcance de la mano.

Bruce Dickinson – ¿Qué hace este botón?

El vocalista de Iron Maiden se anticipó en algunos años, y con un gran éxito. El mero hecho de que apareciera en nuestro mercado al poco tiempo responde a una realidad incontestable: Iron Maiden son la banda de metal más vendedora de la historia; tanto es así que, reconozco, yo les tenía cierta manía de chaval. Ya saben: aquí siempre vamos con el underdog.

El libro de Bruce toca de manera somera todos lo que queremos saber de un gran vocalista como este. Ya os imagináis: la adolescencia en el colegio masculino, los primeros pinitos con Samson (gran banda, a todo esto), su triunfo con Iron Maiden, repleto de giras mundiales, su ruptura y su carrera en solitario, el famoso episodio en Sarajevo y su regreso a la banda para petarlo. ¿Eres fan de Maiden? Gozarás con todos los episodios de su carrera musical. ¿Eres MUY fan de Maiden? Igual te saben a poco, pero encontrarás compensación en otros aspectos…

Porque esta bio también ahonda en un montón de cosas que, sin duda, son importantes en la vida del cantante, empleando un montón de páginas en su interés por el esgrima, o su pasión por la aviación, que culmina con el tipo sacándose la licencia como piloto, entre otras cosas. Por contra, el tipo habla muy poco de su vida personal: nada sobre sus parejas, poco de sus compañeros de grupo y casi nada de sus bandas coetáneas. Nadie parece tener peso en su vida más allá de facilitar que nuestro amiguete se luzca, encerrado en su burbuja del Bruceverso.

Bruce venía de una familia un pelín más acomodada, y esos primeros años que en otras biografías es pura desesperación por prosperar, en la suya es pura ambición. Es interesante y diferencia al libro, pero el listado de logros a a mí me transmitía una sensación de currículum magnificado, muy autosuficiente y poco cercano. Aunque entretenido, a mí no me volvió loco: imprescindible para fans, simplemente entretenida si Maiden no es una banda top de vuestra vida…

Lemmy – La autobiografía

Lemmy siempre ha molado: ¡tenía hasta su propio juego de Amiga! Pero, fuera de los entornos rockeros, nadie parecía saberlo hasta que este libro lo petó y dio origen al documental, que terminó de consagrarle a ojos de tantos periodistas de tendencias.

Leí el libro allá por 2004, gracias a Carloz Baz, un amigo que conocí, precisamente, gracias a esta web y al que aprovecho para mandar un saludo. Y recuerdo devolverlo con un mero “está bien pero esperaba más”. Y así era. Más información sobre los discos de la banda, más anécdotas destroyer de Lemmy, más sobre sus gustos… ¡más de todo! Pero no fue así. La primera mitad del libro, los años formativos, hasta que entra en Hawkwind, y después como se repone montando Motorhead, son fantásticos. En realidad, si tengo que ser sincero, el camino hasta el éxito es siempre la parte que más me gusta, y aquí lo vivo dos veces, con las dos formaciones ya mentadas.

Una vez “Los Motor” se consolida, los años pasan rápidamente en una sucesión de giras y discos sin que el propio Lemmy tenga demasiado que comentar al respecto. Además, y como en casos anteriores, está claro que la banda entregó sus obras más memorables al principio de su recorrido. Es una pena porque a mí, al menos, me sigue interesando mucho todo el tema de la composición y la grabación. Es lo que hay, Motorhead eran así y quizá no hay demasiado que comentar en esos discos, salvo una excusa para girar y protagonizar más historias memorables en la carretera. A su manera, encarna perfectamente como son este tipo de libros y se lee en un suspiro.

 

Biff Byford – Never Surrender (or Nearly Good Looking)

Dejo para el final el libro de la banda menos popular de todas… pero que está entre los que más me ha gustado. Aunque hasta 1982 Saxon fueron EL grupo de la NWOBHM, tocando en pabellones, vendiendo millones y colocando temas en el top 20, fueron perdiendo popularidad a lo largo de los 80. Nunca han sido capaces de volver a recuperar el atractivo mainstream y salir del mundo del heavy. Reconozco que, para mí, esto era una aliciente más: una banda con su misterio, con la que nadie te daba la chapa, de la que no encontrabas pósters en el Simago y que muchos metalheads tenían ya bastante olvidada en los 90s.

La suya no es, por tanto, una historia de caída y redención. Saxon consiguieron salvar su carrera y seguir con éxito para hoy, pero ni llenan pabellones ni tienen algún tema recuperado y reivindicado hasta la saciedad, como le pudiera pasar, no sé, a los mismos Motorhead de los que antes hablábamos.

En esta tesitura, no es de extrañar que la biografía de Biff Byford, cantante de la banda, apareciera en una editorial pequeña, sin hacer mucho ruido, y nunca haya sido traducida a otros idiomas. Una pena, porque lo que hay me gusta bastante: el típico relato de banda de clase obrera en ciudad industrial, para cuyos miembros la música es la única manera de escapar. Saxon lo consiguieron, pero bien que les costó: Biff no grabó su primer disco hasta los 27 años y con una disquera francesa…

Quizá por eso nos da la sensación de que Biff disfrutó, más que nadie, de esa merecida fama, y no tiene problemas en transmitir esa felicidad con los años de gloria de la banda: apariciones en Top of the pops, groupies americanas a pares y giras mundiales, de las cuales disfrutó a tope. También, por eso mismo, Byford parece recordar con más tristeza la caída de la banda, quejándose en muchas ocasiones por su falta de visión, y de un buen equipo de management que encauzara la trayectoria del grupo. Para cuando por fin fichan por EMI, los tipos andan despistados sin saber si orientar su música al mercado americano o endurecer su sonido, perdiendo por el camino a Steve Dawson, su bajista, de terrible imagen, pero gran talento compositivo. Pagaron caro ese giro… 

Quizás es por eso que la habitual matraca de giras y discos se hacen más amenos, al percibir como, inexorablemente, pierden relevancia y solo les quedan los fans más acérrimos, para luego levantar cabeza y, al menos, recuperar terreno en el viejo continente. Además, Byford opina de un montón de bandas con las que compartió escenario, habla con pasión de música, cuenta anécdotas increíbles de gira, muchas con groupies, y buen montón de cosas sobre las dinámicas del grupo, además de dar jugosos (y tristes) detalles del tema de management y las discográficas. Su escritura y presentación está menos cuidada y pulida que el resto, pero que creo compone un relato más cercano y honesto de la vida de una banda de heavy 80s, sin disimular la pérdida de rumbo y los años de vacas flacas.

Lo que no cuenta, el cabrón, es por qué le dio por llegar una CHAQUETA DE TORERO durante una época. 

Merecería una reedición con unas 50 páginas extra. En fin: al menos parece que va a salir un nuevo libro de Saxon dentro de poco, centrado en los primeros años de vida de la banda, y pienso hacerme con él. Será un buen entretenimiento mientras espero que alguien traduzca esos dos volúmenes sobre Dieter Bohlen de Modern Talking. ¿Alguien que sepa alemán por aquí?