En algún momento de su vida lúdica, todos ustedes habrán formado parte de una selección. El caso más común a citar sería el partidillo en el parque, y para aquellos que no jugasen al fútbol, el Rescate. En todos los grupos siempre había algún destacado, por el que los capitanes de los equipos se pegaban para escoger, luego estaban los élites, que muchas veces eran elegidos por amiguismo, y al fondo del tarro estaban los marginados, que solían ser designados a modo de saldo: “Venga, yo cojo a Sergio y os dejamos a Marcos, Paquito y Juan”. Y el agraciado con el trío escopeta ponía cara de vinagre porque le había tocado cargar con la purrela y por lo menos Sergio, aunque era malillo, le ponía ganas y corría.

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Sabe lo que se siente

Pues esos zopencos también tenían sentimientos, también. Y veían que nadie los elegía, que los ojeadores siempre se los saltaban hasta que no había más remedio, despreciándolos, relegándolos a la vergonzosa demarcación de “estorbo”. ¿Y qué pasa si los personajes de videojuegos, esos de los que se pasaba de largo en la pantalla de selección, sentían lo mismo? ¿Es que nadie lo ha pensado alguna vez? ¿No existió jamás la lástima, al menos para los diseñadores y programadores cuyo trabajo está detrás de los torpes y negados movimientos de estos pobres marginados? ¡Pues al fin les ha llegado su momento de justicia, de la mano de Viruete.com! ¡Albricias y Cuchufletas!

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Hoy por hoy, saldrían las TATU morreándose

Zangief (Street Fighter II)

Un país que fue enemigo de Japón en la II Guerra Mundial y de Estados Unidos en la Guerra Fría tenía, por la misma lógica política que rige en Eurovisión, que ser el desfavorecido en un videojuego en el que un japonés y un estadounidense partían la pana a golpe de Ha-do-ken. De entre las ocho opciones, era el único lento (más que un luchador de sumo de 140 kilos, tiene cojones la cosa) y todos sus ataques eran un canto a la ortopedia (aquel puñetazo levantando el talón duraba lo mismo que la intro de Friends), mientras que sus técnicas especiales lo dejaban a merced del otro luchador, con aquel molinete que le dejaba torso y piernas al descubierto (cualquier ataque le daba, ya que era el más alto), y el martinete giratorio, muy espectacular, pero no sólo requería estar tan cerca del oponente como para sacarle una espinilla, sino que era prácticamente irrealizable (giro de 360º frente a los 90º de Ken y Ryu). La única forma de acabar el juego con él era llegar hasta Bison con otro luchador, dejarse matar y continuar una y otra vez con el soviético hasta que la máquina se aburriese y nos dejase ganar. Claro que merecía la pena sólo por ver la siguiente imagen:

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¿Qué esperaba, con esa pose a lo César Vidal?

Balrog (Street Fighter II’)

La revolución llegó mediante un simple apóstrofe, al permitirnos no sólo elegir a “las sombras”, esos chapuceros diseños de segundo jugador, basados en toquetear el equilibrio y saturación de colores (hagan la prueba en photoshop) sino también escoger a los cuatro campeones mundiales (que luego supimos que eran enchufados, lugartenientes de Bison, algo así como la familia de Pajares) . Al fin se nos brindaba la ocasión de jugar con los poderosos Bison y Sagat, el escurridizo Vega (español tirolés) y… Balrog. En un juego en el que la mayoría de victorias se conseguían con salto y patada, alguien que sólo usara los puños no podía ir demasiado lejos. Sus golpes no estaban demasiado mal, pero como la mayoría de máquinas no contaban con seis botones, no había forma de hacer el derechazo, que precisaba de tres puñetazos o tres “patadas” pulsados a la vez. Me extraña que ningún movimiento anti-racista la montara por este claro ninguneo a los negros (el otro negro que salía, se limitaba a recibir una hostia por parte del rubio en la pantalla de título).

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El Rey de Ibiza

T.Hawk (Super Street Fighter II)

Cuatro nuevos luchadores se enfrentaron a los doce viejos conocidos, y esta vez fue México el país damnificado. Fue todo un detalle incluir a un indio, máxime teniendo la lucha mexicana tan a mano, lo cuál hubiera sido más acertado en un juego de lucha. Lo que no fue tan cortés fue lo esencial del personaje, que no es hacer bonito en cromos y revistas, sino resultar jugable. Sus golpes eran aún más torpones que los del mejorado Zangief, y las modalidades de ataque especial seguían diagonales: de arriba abajo, de abajo arriba. Hay que ver la manía que tienen los indios de no atacar de frente. Por supuesto, también contaba con una presa super-demoledora al estilo del soviético, y por supuesto, había que dedicarle una tesis doctoral a su ejecución porque no te salía ni contra un enemigo inmóvil. En la peli de dibujos, por cierto, su participación se basa en ponerse chulo y ser derribado por Ken de un par de hostias. El Santo estaría abochornado.

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¿Qué más da a quién elegía la gente? ¡A los tigres se les veían los huevos! ¡Ha-la, cha-val, qué risas! ¡Te partías to’ la caja!

Perceval (Knights of the Round)

La contribución de Capcom a las leyendas artúricas no sólo asciende a la película Merlín el Encantador a la categoría de documental, sino que cuenta con uno de los mayores desequilibrios en la historia de los juegos de tortas. Mientras que Arturo era equilibrado y molaba por sí mismo y Lancelot, aparte de guapete y estilizado, repartía a una velocidad de vértigo, el pobre Percival parecía un animaluco al que habían puesto para sustituir a Conan en la noria, llevaba un hacha nada caballerosa y, aunque se suponía que una mangurriana suya valía por cuatro de Lancelot, su extrema lentitud y falta de agilidad lo convertían en carne de flanqueo. Además, no es que sus ataques tuvieran mucho alcance. Pobre del que estuviese de frente, sí, pero los demás lo tenían fácil para convertirlo en un alfiletero (en un juego en el que son todos saltimbanquis o tienen armas de mango largo, que te pueden dar un hachazo desde la ventana de su casa). Así las cosas, no es de extrañar que fuese el único personaje de los tres que no gozaba de las atenciones de Ginebra…

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Cuando hayáis encontrado a Adam, buscad también un zapato, un monje con el ojo vago y al malvado Odlaw.

Adam (Streets of Rage)

No es que fuera especialmente malo, es que Axel y Blaze eran insultantemente superiores. Adam era supuestamente más fuerte, pero no se apreciaba mucha diferencia con sus compañeros, al menos no tanta como para compensar su lentitud. Y eso que el motor de Mega Drive no permitía la misma jugabilidad que las recreativas, pero aún así el pobre Adam hubiese corrido el peligro de cobrar por parte incluso del pequeño Alex Kidd. Además, Axel llevaba una cinta en el pelo y Blaze era una tía buena, así que ¿qué aliciente ofrecía un hermano de Harlem para nosotros, los burgueses blancos? Debida su impopularidad, desapareció sin dejar rastro en las secuelas e incluso en la versión para Game Gear y nadie nunca lo echó de menos. Ahora eso sí, siempre que se habla del Streets of Rage con un negro, tiene que sacar a relucir a Adam. Os diré una cosa, comparado con Rocky Marciano, Adam era una caca.

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A Wong Foo, ¡Gracias por todo!

Steve (Sunsetriders)

Seamos realistas: en el mundo del videojuego, importa más cantidad que calidad. Puede que un revólver fuese más rápido y efectivo contra jefes de final de fase (malos/monstruos finales), pero el desparrame de pelotitas de colores que brotaba de las escopetas de Bob y Cormano (para ti la rima) eran pura fiesta contra los incautos enemigos, a diferencia de los sosos y rectos disparos de Steve y Billy. En el extravagante caso de que un jugador eligiese a un pistolero, por aquello de hacerse el original o simplemente por ver qué leches hacía, se quedaba con Billy. Pues muy mal, porque su caballo era azul y el de Bob era rosa, mientras que el de Steve era blanco, como los de los héroes del oeste y las Barranquillas.

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Al pasar el trébole, el trébole, el trébole…

Enano (Dungeons & Dragons: Tower of Doom)

A este no es que no se lo cogiera nadie, es que el que lo hiciese no tenía la menor intención de avanzar en el juego. Si uno pretendía ir lejos sin lanzar conjuros, la opción clara era el guerrero, que era el que más vida tenía y el que mejor luchaba. Posiblemente porque era un guerrero, avezado en la lucha, mientras que la profesión del enano era… enano. Eso decía su contrato y así cotizaba en la seguridad social, de modo que su barra de energía era bastante mediocre comparada con la del otro. Sí, tenía más vida que la elfa y el clérigo, pero los otros lo compensaban con magia (y, sinceramente, luchaban mejor). En cuanto a su destreza con el hacha, ni siquiera los árboles se quedan tanto tiempo en el mismo sitio esperando a que les atines. Queda dicho.

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Adivinen qué dos miembros de esta subcontrata no tienen permiso de residencia

Enano (King of Dragons)

Una nueva decepción para quienes pusieran a sus mascotas nombres como Bifur, Balin o Bombur. No es que fuese especialmente malo, sólo que el potencial a distancia del elfo y el mago o la caña cuerpo a cuerpo del guerrero y el clérigo lo relegaban a un mediocre “ni chicha, ni limoná”. Apuesto a que los únicos que alguna vez lo eligieron fueron aquellos que, movidos por el entrañable Gillius Thunderhead del Golden Axe, pensaron que el enano siempre era la mejor elección. En el Dúo Sacapuntas puede, aquí no.

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“A mí no me preguntes, sólo soy una chica…”

Lisa (The Simpsons: Rescue of Maggie)

Digamos que, como personaje, Lisa no empezó a molar hasta bien entrada la serie. Y aún así, sus fans suelen ser las chicas, que suelen preferir gastarse los cuartos en juegos blandurris, tipo Tetris, Pang o Bust-a-move, dejando los de bofetones para los chicos. Partiendo de esa base, sería normal que Lisa fuese la más impopular del juego, pero es que además la pobre era una mierda pinchá en un palo. La comba resulta poco útil en la batalla (teniendo en cuenta que Marge llevaba un aspirador, tiene bemoles la cosa), muy corta de posibilidades y para colmo tiende a enrollarse en torno al cuerpo de la pequeña Simpson cuando hace un ataque especial. La dificultad del juego ya era de por sí endiablada como para encima rizar el rizo, así que por nosotros, ya podía irse la pequeña a buscar ardillas reticuladas (¡que sí, que sí, que eres muy re-ti-cu-la-da!)

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Primero risas, luego llantos

Pockets (Hook)

Este juego no llegó a ser un fenómeno de masas en España, como tampoco lo fue la película en que se basa. Pero si alguien se arriesgaba a echar cinco durillos, al menos esperaba amortizarlos partiendo algunas caras bucaneras, así que se iba a lo seguro: Peter. Que por si lo han olvidado, en la película es Robin Williams, no me imagino a alguien menos apropiado para la batalla (exceptuando a Mickey Rooney). Quizá, los más macarras se cogieran a Rufio (mala elección, ya saben lo que le pasa al final de la peli). Ace (mi favorito) y Carambola eran elecciones arriesgadas pero jugables, y finalmente el pequeño Pockets, cuyo equipo de combate consta de un temible yoyó y un imán para atraer hostias de enemigos, cumplía el papel de broma pesada por parte de los programadores. Reto a cualquiera a terminar el primer nivel con este personaje sin continuar ni una sola vez, sin ayuda de otro jugador y sin cobrar las 20.000.

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Parece que intente escapar del juego desesperadamente

Merlín (Gauntlet)

El nombre no es casualidad: ¡se trata del legendario personaje! Es decir, el consejero del Rey Arturo, de nulas dotes guerreras e inexistente capacidad de defensa, pero amplia sabiduría. Cierto, su potencial mágico era excelente, pero dado que para utilizarlo tenías que recoger pociones (a las que se accedía a base de cepillarte monstruos y generadores a manojillo), resultaba tan útil como un personaje especialista en fases de bonus. Por lo demás, lanzaba una especie de bolas bastante flojas (debían de ser de barro) con las que tardabas una eternidad en destruir los generadores de monstruos, y en el cuerpo a cuerpo no sólo iba a cuerpo gentil, sin protecciones ni nada, encima se defendía a base de arañazos y tirones de pelo, como una loli cualquiera. ¿Que tú me llama’ puta? ¿Que yo puta de quéeee? Carne de youtube.

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Tú no te molestes en saltar, Raphael, que no te va a elegir nadie

Raphael (Teenage Mutant Ninja Turtles)

Mientras que en los tebeos tenía todas las papeletas para ser el molón del grupo, en todo lo demás se decidió someter a Raphael a un ninguneo terrible. Mi madre, sin ir más lejos, siempre prefirió a Julio Iglesias. Una vez hecho el chiste idiota y facilón, y aportando como dato real el que a Raphael ni siquiera lo nombraban en el anuncio de los muñecos de Bandai, dar como razón que el pobre galápago tenía un rango muy corto de ataque, el cuál supuestamente compensaba con una mayor velocidad. Ni por asomo, ya que la diferencia entre él y Michaelangelo no era tanta, y los nunchakus de este último mantenían mejor a raya a los enemigos (aunque lo mejor era coger a Leonardo y dejarse de historias) Lo más seguro si escogías a Raphael (cosa rara, ya que guiado por la serie de dibujos no había NADA que motivase una preferencia por él, era un desustanciao) era que el Clan del Pie hiciera honor a su nombre y te llevases más coces que el domador de un centauro.

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Wendyfans, este finde voy a rescatar a la novia de mimejoramigo, os contaré mis wendyaventuras el lunes.

Wendy (Maniac Mansion)

Incluso en juegos más reposados y “de pensar” existen las discriminaciones. No me digan que nunca han sido la “pareja lastre” de un jugador en una partida de mus. O una de esas abominables partidas de trivial por parejas en un bar, con tarjetas sobadas y un 20% de las piezas originales (en cuanto aciertan la misma categoría dos parejas, la tercera se queda sin quesito de ese color). Pues en esta revolucionaria aventura gráfica de Lucasarts, en un plantel compuesto por gente que mola tanto como un rockabilly, un surfero, una punk o un cerebrito, una especie de Matilde Asensi adolescente no era precisamente la elección más atractiva. Jamás pensamos que fuera a sernos útil en el rescate de una animadora de manos de un científico chiflado en una siniestra mansión en lo alto de una colina. Quizás en la época actual y con un blog atractor de “mejores amigos masculinos” (comúnmente llamados “babosos” o “pagafantas”) hubiese causado sensación, su interés hubiese aumentado. Claro que cualquiera de sus lectores se hubiese ofrecido para ir en su lugar a cambio de un buen abrazo.

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El que dibujó a Yoshi debía de tener mal día

Bowser y Donkey Kong (Super Mario Kart)

Dejemos de lado, por un momento, la cruda realidad de que jugar con alguien que no fuera Toad o Koopa Troopa era una estupidez. Según el manual de instrucciones, los pesos pesados eran más lentos, pero apartaban de su camino a cualquiera con el que chocasen, debido a su imponente tamaño. Lástima que para apartar a alguien de tu camino tengas que estar cerca de él, algo que con estos zotes, que conducían pisando huevos y convertían la maniobra tomar una curva en una pesadilla derrapante, era sencillamente imposible. No me extraña que luego, cabreados, se dedicasen a desquitarse raptando a la princesa.

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Bienvenido’ al curso de lucha de Canduterio

Kung Lao (Mortal Kombat II)

Tras pasar de diez personajes a diecisiete y ampliar la gama de flipadas para rematar los combates, a Acclaim le salió un juego de lucha bastante bueno (algo que no era el anterior, ni mucho menos el resto de la saga), sospecho que por pura potra. Entre una gama de personajes bastante resultones y competentes, se encontraba el infeliz de Kung Lao, un monje shaolin que había robado unos pantalones a Vanilla Ice y el sombrero a un picaor de toros, se convirtió en el gran olvidado del juego. Simplemente nefasto, tanto en estética como metido en harina, lanzaba una y otra vez su afilado sombrerito, que reaparecía mágicamente en su cabeza, pues aquel era su único golpe aprovechable y, la verdad, bastante inferior a los proyectiles de cualquier otro personaje. Otras veces se ponía a girar en el sitio, emitiendo destellos azules, bastante ineficaz a menos que su oponente fuera epiléptico o propenso al mareo. Pese a su horripilante vestimenta y su extrema impopularidad (ni siquiera salió en las pelis, que eran un desfile de personajes sin ton ni son), siguió en las filas de Mortal Kombat en sus posteriores, repetitivas y aburridas entregas.

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Lo nuevo de la Fura dels Baus

Luigi (Super Mario Bros. 2)

¿Quién mejor que él para ser el último en la lista de los últimos? Se suponía que su habilidad era el supersalto, pero nadie avisó de que sus frenéticos pataleos aéreos hacían imposible calcular bien el punto de aterrizaje. En lugar de seguir una parábola, sus saltos eran una indeterminación geométrica que tendía al caos, algo sobre lo que Ian Malcolm podría haber hecho la tesis doctoral. En cambio, la princesa ofrecía un mucho más útil y seguro planeo con sus faldas, Mario era más manejable y Toad cogía y lanzaba las cosas mucho más rápido (también era un poco ful, en honor a la verdad). Como punto positivo, al menos se representó al eterno secundario con su aspecto real: es decir, alto, flaco y chupabanquillos. Así pasó, que con tal falta de rodaje, en la serie de dibujos era un cobarde melindroso.

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Mustapha: La única prueba de que la presunta discriminación en Capcom es infundada

Créanme que este merecido homenaje es lo más cerca que cualquiera de ellos ha estado del protagonismo, de modo que podemos detenernos aquí con el sentido del deber cumplido. Fuera de programa, y a título más subjetivo, podría hablar de Guy, Maki y Dean en las respectivas entregas de la trilogía Final Fight (Guy en el 3 sí era bueno), Bubba del Undercover Cops, Kano del Mortal Kombat, Pimple del Battletoads, Spar el patético y de tardía aparición hombre-planta del Breath of Fire II y cualquier personaje del Killer Instinct, que era una basura de juego. Todos ellos, además de los que aparecen reflejados en este artículo, se los dejo para ustedes, que yo prefiero a Sergio.