«Ve, lleva esta noticia al gran Lucifer, dile que Fausto me entregará su alma y durante veinticuatro años me dará aquello que le pida, me contará aquello que le pregunte, acabará con mis enemigos y ayudará a mis amigos.Y siempre acatará mi voluntad».

Con esta referencia al Fausto de Goethe nada menos, comienza esta mítica película (Trick or treat, 1986) de terror, incomprensión social y rock and roll (¿acaso
no van siempre unidos estos tres adjetivos?). Un auténtico referente para los amantes del heavy metal y las películas de high school, que siempre nos gustan, por malas que sean.

El protagonista (Marc Price, Skippyen Enredos de familia) es el adolescente mulletero Eddie Weinbauer, alias «Ragman» (nada que ver con el master del
universo
, este no se agacha para servir de ariete), un chico marginado por sus pintas y sus gustos jevis. Los pijos se ríen de él, y a él no le importaría nada eso si no fuera porque Leslie, la chica que le gusta, está en ese grupo. ¡Ay,qué dura es la vida en el instituto!

Eddie se siente diferente al resto (como los lectores de Viruete.com), incomprendido por todos… salvo por Sammi Cur, una estrella del heavy metal que estudió en su mismo instituto y cuya música es tildada de ofensiva y dañina para la sociedad por los medios de comunicación. Es decir, un Marilyn Manson
de los 80, pero sin versiones de Soft Cell, gracias a Dios.

Sammi Cur aparte de un músico jevi es un visionario. Mítica es la frase de una canción suya, que tiene tatuada en su mente el joven Eddie: «Los guerreros del rock dominarán en el Apocalipsis». Tan identificado se halla el chico del mullet que no deja de escribirle cartas a su ídolo. Claro, en 1986 no había ni emails ni nada.

Por eso, cuando un día amanece conociendo la noticia de que Sammi Cur ha muerto en un incendio, sufre un shock. Eddie le echa la culpa a «ellos» (la sociedad
opresora, los cerrados de mente, los espectadores de Sabor a ti), esos que prohibieron el concierto de Halloween que iba a dar en su instituto, esos contra los que luchaba su músico favorito. Por supuesto, la noticia le llena de ira, le entristece y lo vuelve impotente, más o menos como nos pasó a nosotros cuando cancelaron Al salir de clase.

Sin embargo, no todo son malas noticias. El hortera locutor de radio Nuke, (ni más ni menos que un Gene Simmons pasadísimo de vueltas) es colega de Eddie y le proporciona el último disco de Sammi Curr, que nunca se llegó a editar, de hecho es un acetato. Dice que lo pondrá en su honor la noche de Halloween (que será dentro de unos días) a las doce. Acto seguido, Nuke le regala el disco a Eddie, pues ya se lo ha grabado en un cutrecassette. El chaval flipa, claro. Es como si Julián Ruiz va y te regala Chinese Democracy en acetato.

Volvamos al instituto. Eddie tiene un amigo, Roger (el típico nerd white trash, con unas gafas que ni el teclista de Survivor, oigan), el único en quien refugiarse
cuando los pijos le fastidian, le roban sus cintas o le hacen una foto desnudo a traición (como ocurre al inicio del film). Por eso, se sorprende cuando su querida
Leslie se apiada de él, devolviéndole la cinta robada y la foto en pelotas. Y más aún cuando le invita a una fiesta tipo visualdisco que se celebrará esa noche en la piscina. ¿Quién le diría que no? Aparte de Fran Perea, digo.

Por cierto, que no he citado uno de los alicientes del film:el actor que encarna a Tim, el jefecillo de los pijos es nada más y nada menos que Doug Savant, aquel que hacía de gay en Melrose Place. Y hay que decir que cumple su papel a la perfección, parece una especie de versión modernizada y newwave del rubio señor Lorens de Karate Kid.

Como podéis imaginar, la fiesta nocturna en la piscina es un desastre, y acaba con nuestro héroe en el fondo de la misma, vestido y con mochila incluida. De
hecho, si no se ahoga es porque su querida Leslie logra salvarle a tiempo. Ni que decir tiene que aún así Eddie se enfurece con ella, porque piensa que le ha tendido una trampa. Con lo mona que está ella toda mojada…

Agobiado, vuelve a casa y se encierra en su habitación (una pasada por otra parte, con un gran equipo de música, estanterías repletas de discos y mucho espacio). Decide escuchar el disco de Curr, al fin y al cabo es el único que le comprende en este mundo. Al ponerlo en el plato, suena raro, como el nuevo single de Los Caños, pero pronto se da cuenta de lo que ocurre. Si lo pone al revés, escuchará un mensaje oculto: «Tú eres el cebo…el cebo eres tú», o «Dejemos que los peces gordos muerdan el cebo ellos solos». Parece la letra de un grupo de rock urbano español, ¿o no?

A partir de entonces, y gradualmente, Eddie «Ragman» empezará una transformación espectacular, que le llevará a enfrentarse a los pijos nuevaoleros.Poco a poco, la maldad de Carr irá apoderándose de él. Gran escena es aquella en la que, tras lanzarle la comida al pijo gay de Melrose, y ser perseguido por los chicos populares por todo el colegio, Eddie y Tim acaban en una sala de máquinas, donde milagrosamente una taladradora se mueve sola y a punto está de dejar ciego a Tim.. Eddie para la máquina a tiempo, pero el hecho deja tocado al rubio pijo.

Eddie piensa que igual se ha pasado, por lo que graba en una cinta el disco inédito de Curr, y se la regala a Tim como compensación. Las consecuencias serán de aúpa, no sabe que esa cinta tiene más poder destructor que el Bulería de Bisbal. Me explicaré mejor: nos encontramos en un descampado, donde el pijo Tim está con su chica en un coche, y no para jugar al rol precisamente. Pues bien, en un momento en el que pijo sale a orinar, ella, dentro del coche, descubre un walkman con la cinta que le había grabado Eddie y… ¡¡¡El espíritu de Sammi Curr se lo monta con la chica!!! Es una escena confusa, porque aparte de sexo, vemos una especie de monstruo encima de la chica, todo sin mucho sentido, pero mola cantidad. Al final, a la chica le da un jamacuco y se le queda pegado el walkman a la oreja, como si fuera de chicle. Está comprobado: el último disco de Sammi Curr tiene poderes diabólicos (como el de Manu Tenorio): es el puente entre el espíritu infernal del rockero muerto y el mundo real. Vamos, que la culpa de todo es de Gene Simmons.

Cuando Eddie se entera de lo ocurrido, piensa que todo ha ido demasiado lejos. A continuación, y como respiro, una de las escenas más cachondas de la película: en un televisor aparece nada menos que Ozzy Osbourne encarnando a un reverendo que critica duramente el rock, en una intervención que no tiene desperdicio. Como ejemplo de la malicia y la perversión de las letras rockeras, el reverendo lee dos estrofas de la canción «Hazlo como un perro» (Do it like a dog): «Voy a meter mi misil metálico dentro de tu cadena de amor. Profundo, profundo, y me pides más. Desde el infierno y la serpiente, siénteme, siénteme».
Ya le gustaría a Alejandro Sanz componer así.

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En breve, todo se acelera. Por culpa de un cortocircuito, el disco sonando y una lata de Pepsi, Sammi Curr por fin se materializa en la habitación de Eddie, y empezará a sembrar el terror. Y no sólo por lo feo que es.

Primero obliga a Roger (el amigo nerd de Eddie, no lo olvidemos) a poner su cinta en la fiesta de Halloween del instituto que será esta noche, y al mismo tiempo asfixia al reverendo Ozzy y a la presentadora del debate anti-rock… ¡¡¡metiendo su mano a través de la tele, al más puro estilo Videdrome!!!! Anda que si eso fuera posible… (imaginaos lo que podría hacerse con María Teresa Campos
o Pedro Ruiz…).

Nos encontramos de nuevo en el instituto, en la fiesta de Halloween, Eddie está castigado y no puede ir, pero sí los demás. Roger, acongojado por el mandato de Sammi, decide finalmente poner la cinta maldita y ocurre lo que todos esperábamos: Sammi Carr aparece a través de un bafle (¿?) y se pone a cantar, la gente cree que es un imitador, y cuando se cansa de pegar gritos y poner posturas… ¡¡¡se pone a disparar rayos con su guitarra!!!! De repente la película cambia de género y se convierte en cine gore, con chavales desintegrados por el malvado poder de Sammi y el perverso heavy metal.

Enseguida Eddie se enterará de lo ocurrido gracias a una llamada de Leslie, pero llega tarde, cuando todo está hecho unos zorros. Con todo, Sammi sigue vivo y hay que enfrentarse a él. Antes de eso, y sin venir a cuento la verdad, Tim, el pijo gay de Melrose tratará de propasarse con Leslie en los servicios, y como castigo
recibirá la muerte de manos de Sammi Curr, que pasaba por allí. A continuación se produce la persecución del gigante crepado y los protas (Eddie y Leslie), con el matiz de que el cantante diabólico puede transportarse a través de las radios que emitan su música (¿?). Consiguen darle esquinazo un par de veces (impagable es la escena en que Eddie se lía a golpes con todas las radios que encuentra a su paso), pero entonces recuerdan algo. El locutor Gene Simmons (es decir, Nuke) va a poner el disco a medianoche, ¡¡¡hay que ir a la emisora!!!

Cuando llegan a la emisora, no hay nadie, pero la cinta con el disco grabado está protegida por una especie de campo de fuerza diabólica, por lo que no pueden destruirla. Para ello, Eddie tiene que distraer a la estrella demoníaca, llamando su atención. No me miren así, yo no soy el guionista.

Pues bien, Eddie coge el coche, se pone a insultar al jevi del demonio, Sammi aparece por fin y el coche con ambos dentro acaba en el fondo de la bahía. Leslie aprovecha para acabar con la cinta de Sammi, y al final Eddie saca la cabeza a flote del agua. Menos mal, todo ha salido bien.

Si yo fuera Carlos Pumares o Antonio Gasset diría tal vez otra cosa, pero como no lo soy, diré que la película es muy divertida, por muchas razones: Hay mucho rock, de hecho la banda sonora es de FASTWAY, aquella banda hard rockera que formó Fast Eddie «Fast» Clark (guitarrista de Mötörhead) en los años 80 con Pete Way de UFO. Si pueden, háganse con el soundtrack. Por otra parte, estamos hablando de peleas de instituto, mullets, niñas pijas que se fijan en el jevi, amigos nerds… es decir pintas, y fauna ochentera a tutiplén. Por último tenemos el elemento del terror y el demonio y todo eso, que siempre mola.

Es cierto que los efectos son cutres, que el guión es incongruente y que hay escenas algo inconexas, pero en conjunto se trata de un clásico del cinerock o del musicine que diría Joaquín Luqui. Sobre todo para los jevos de la época que no tenían mucho donde elegir, los pobres. Además hay escenas francamente divertidas como la persecución del instituto o el ataque de Sammi en el instituto, lanzando rayos con la guitarra mientras suena uno de sus éxitos.

La película tuvo una acogida tibia en los USA, si bien con el tiempo se ha convertido en un pequeño clásico. Si tienen oportunidad, no deberían dejarla pasar. Y además, me parece mucho más original el título español (con reminiscencias zeppelianas) que el original («Truco o trato») que simplemente alude a la americanísima fiesta de Halloween.

Y recuerden que los guerreros del rock dominarán en el Apocalipsis.