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¿Recuerdan los giliglíficos? ¡Han vuelto para quedarse!
Repaso a lo que se puede ver por las calles de Madrid (sin necesidad de que sea bajo la luz de la luna ni de Cascorro a Chamberí):
Estatuas Vivientes. No entiendo exactamente el mérito de esta gente. Se supone que les tienes que pagar por estar quietos, cuando a diez metros hay una banda completa tocando «Te Espero Juana en el Café», con sección de vientos, cuerda y percusión, así que deben de ser una especie de funcionarios de la mendicidad. Antes la gracia estaba en que les echabas una moneda y se movían, pero ahora ya ni eso. Hieráticos se quedan los muy cabrones, y tú con una moneda menos.
Lo peor… Aparte de ese maquillaje terroso que te mata de grima, es que cuando se cansan se marcan una paradita para recoger el dinero y fumarse un pito. Ver a un vaquero de bronce fumándose un cigarro echa por tierra todo el montaje, por muy Marlboro que sea.
Abrazos Gratis. Esta parece la iniciativa de una candidata a Miss España, con esa obsesión de llevar la paz al mundo que tienen todas. Ya saben, se les acerca alguien con un cartelito lleno de dibujitos de sonrisas y flores (y porque está hecho a mano, que si no estaría escrito con Comic Sans MS) y se supone que uno saca la bondad que lleva dentro y le da un abrazo porque sí. ¡Lo cojonudo es que especifiquen que son gratis! Pues sí, es que cobrar por una falsa muestra de afecto tiene otro nombre, mucho más sonoro.
Lo peor… No sé en el resto de países, pero en España todo pasa por el tamiz de los ladrones y estafadores. Por no hablar del buenrollismo porculero y la tendencia a arrimar cebolleta, que eso es hasta respetable. A ver cuánto tardan, si no lo han hecho ya, los carteristas en utilizar el truquito para limpiar bolsillos a los incautos que se dejen abrazar.
Mecheritos y llaveros. Viene un señor con cara de palo – este no da abrazos gratis -, te pone una o dos chorradas de bazar encima de la mesa y, como seas extranjero, me imagino que flipas porque no entiendes qué pasa. Se supone que si quieres comprarlo, te lo guardas y dejas dinero en su lugar. ¿Pero cuál es el precio? ¿Cincuenta céntimos? ¿Un euro? ¿Te hará el tío devolverle el mechero del atleti si considera que le has dejado demasiado poco? ¿Hay posibilidad de pedir que te saque otros modelos de llavero si no te gusta el que te ha dejado?
Lo peor… Ni siquiera te dan la oportunidad de decirle «lo siento, no llevo suelto», una mentira que reconforta tanto como el «estamos realizando trabajos de mejora en el sistema» que te dicen en atención al cliente de MoviStar cuando tienen una avería.
Los Sinceros. Desde que se estilan los monólogos, triunfa una corriente de pensamiento «Es gracioso, porque es verdad». A esta se han sumado algunos mendigos, que piden limosna con (supuestos) tronchantes carteles en los que revelan sus intenciones: para alcohol, para drogas, para el concierto de Melendi, etc. A la gente le parece una iniciativa tan simpática que… no, bueno, en realidad pasan de ellos como de comer mierda, quieran para lo que quieran el dinero. Una cosa es ser buenrollista y otra tener que aflojar la mosca, que eso ya cuesta más. Que a los proletarios nos cuesta mucho ganarnos los cuartos, por la gloria de Ska-P.
Lo peor… Son unos embusteros, los muy cabrones. En realidad quieren el dinero para comprar comida. No se dejen embaucar por ellos.
Tenderete Chino. Empezaron vendiendo perros saltimbanquis, después rosas de plástico, luego objetos de fantasía, más tarde se hicieron con el control de los bazares y tiendas de ultramarinos… ¡Y ahora ocupan cada esquina de los barrios clave! Es fácil verlos con su modesto puesto ambulante en cuanto salgas de un bar con cuatro copas encima, aprovechándose del estado etílico de los transeúntes, ofreciéndoles bocadillos o golosinas con los que taponar el agujero que el alcohol hace en el estómago, o echando más leña al fuego con latas de cerveza.
Lo peor… La única forma de caer más bajo que beber alcohol en la puta calle es COMPRARLO en la puta calle. Los chinos es que fomentan nuestros peores instintos.
Los Niñatos-Orquesta. Sí, los peores temores se confirman: hay algo peor que esos tarados mentales que van con las ventanillas bajadas atronando al mundo con su pseudomúsica, y mucho peor que el grupito de calorros que se afincan debajo de tu ventana a dar palmas y cantar con esa voz flemosa tipo Niña Pastori. La moda de reproducir mp3 por el altavoz del móvil y que todo el autobús, metro o cola del cine pueda oír tu mierda de música o tus vídeos haciendo el mongolo con esos amigos que tienes.
Lo peor… Pensar que muchos de esos payasos serán nuestros médicos cuando seamos viejos, en cuanto no haya más supermercados o almacenes en los que emplearlos. Qué futuro nos espera, madre del amor hermoso.
Si en sus poblaciones o ciudades han observado otras tendencias o creen que me he dejado alguna relevante, no duden en usar los comentarios. Por mi parte, intentaré actualizar más a menudo, que últimamente estoy hasta las cejas.
(¿La solución al giliglífico? Muy sencilla: J.K. Rowling, autora de Harry Potter)