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Hay algunos que, al igual que los Frosties hacen con el tigre, despiertan al xenófobo que hay en ti. (Promesa cumplida, HOYGAN)
Bienvenidos a Pyjamarama!, el blog que hace amigos. Esta semana me dedicaré a rebuscar en los numerosos cajones del mueble de mi odio (viva Espronceda) para poner al servicio del lector los títulos de supuestos peliculones que a mí me parecieron una cagada forrada de berlindongo. El que no esté de acuerdo, que cuente despacio hasta diez antes de utilizar los comentarios con afán reivindicatorio.
EL RESPLANDOR. Hay que ver lo contradictorio que es el público a veces. Se machaca y patea cualquier adaptación (el ejemplo más reciente: Spiderman 3) por el mero hecho de no ajustarse al original en que se basa, con tal furor como si fuese la biografía de uno mismo – o la de la propia madre, como ese coñazo de Lola Flores -. Pero cuando es Kubrick el que da pisotones a una novela, no sólo no pasa nada, sino que la gente se hace la sueca, como si no hubiera novela alguna. El parecido de esta película con la novela de Stephen King se limita a cuatro o cinco lugares comunes (gracias al cielo, alguno más que “El Cortador de Césped”) y a enseñarte a la espantosa actriz Shelley Duvall en el papel de chillona-llorona-navalpijo (¿de verdad alguien quería que sobreviviera?), sustituyen los aterradores desvanecimientos del niño por un absurdo sinsentido de voz forzada, moviendo el dedo y arrugando la nariz como si estuviera oliendo mierda en un palito, y a Jack Nicholson tan sobreactuado que roza la comedia. Que esa es otra, con la liga anti-sobreactuaciones que hay actualmente, que el bueno de Jack parezca que ha pagado bula.
Por no hablar del denigrante recorte de papel que sufre Halloran, el cocinero. Me huelo que a Kubrick no le hacían mucha gracia los negros, porque de ser el héroe de la historia, el buen cocinero pasa a ser el que se sacrifica para que los bwanas puedan huir sanos y salvos. Y ni siquiera es un sacrificio heróico, es una muerte rinconera en plan Viernes 13 pero sin tetas al aire.
2001: UNA ODISEA EN EL ESPACIO. Un éxito que no comprendo. Lo peor que se puede decir de una película en la que el ordenador de a bordo de una nave espacial se vuelve loco y mata a los tripulantes es que es aburrida, y en el espacio nadie puede oír tus bostezos. Resultaría pasable el ser cutre, tonta, innecesaria, excesiva… pero el aburrimiento es algo que no se perdona, y por eso mismo los genios que han editado las películas de Ed Wood en DVD se han dado un castañazo de tres pares: porque fuera de la peli de Tim Burton, la triste realidad es que las pelis del Wood eran un triste coñazo. Pues 2001, igual. No sólo eso, sino que es de un psicotrópico influido por la época en que fue rodada (finales de los 60, tan nocivos como cualquier final de década) que, a fecha de hoy, resulta más trasnochado que las pintas de la Alegre Pandilla (Alfalfa y Spanky, fuisteis mis primeros héroes).
LA NARANJA MECÁNICA. Según Anthony Burgess, uno de sus peores trabajos eclipsó completamente al resto por culpa del éxito de la película de Kubrick. Pues no sería por el fiel parecido a la novela, ya que el maestro barbudo quitó unos cuantos detalles que le daban sentido completo a la historia, sustituyéndolos por toques de esperpento barato – como el carcelero hitleriano – que ahora dan mucha risa a los alumnos de ética cuando el profesor se la pone para su correspondiente posterior debate y redacción. Eso sin mencionar el cipotón con el que mata a la viuda, una astracanada gratuita que nadie habría permitido en, por ejemplo, la reciente parida titulada “El Perfume”. (¿alguien la vio?). Claro que la de Süskind ya era famosa de antes, y la de Burgess de no ser por la bufonada de adaptación de Kubrick, dudo siquiera que se conociera en los círculos más reducidos y selectos de gente con cordón en las gafas. Y es que vamos, el rollo del lenguaje nadsat se lo podía haber ahorrado, porque con tanta visita a la última página, parece que más que una novela estás leyendo el libro de tests de la autoescuela.
EYES WIDE SHUT. Esta es una basura infecta, pero se ha encontrado con muchos detractores debido exclusivamente al hecho de que Tom Cruise es un personaje al que un buen día se decidió que hay que odiar. Más o menos como pasó con Victoria Adams, que ahora todo el mundo revindica a las Spice Girls (claro, como ya no cantan, son objeto de nostalgia y culto) pero ella sigue dando el mismo asco. O quizá más. Por otra parte, nunca he entendido ese culto pajillero en torno a la figura pavisosa de Nicole Kidman, ni me explico por qué puede resultar mejor actriz – o más respetable – que Marisa Tomei. Y esta última ganó el Oscar antes, y sin interpretar a un personaje real en un drama plomizo como Las Horas, que eso ya sabemos que es premio seguro, y más si hay caracterización de por medio.
¿TELÉFONO ROJO? ¡VOLAMOS HACIA MOSCÚ! Lo malo de las inteligentes y sutiles parodias sociopolíticas es que corres el peligro de no resultar tan gracioso como la gente recuerda a posteriori. Esta es muy apreciada por el público en general en cuanto a la comedia tronchante, pero – al igual que le pasó a algunas de Blake Edwards, como La Pantera Rosa o El Apartamento – su auténtica intención era un tanto más seria (aunque en el caso de La Pantera Rosa, ignoro cuál era la intención última de ese cagarro insufrible; las secuelas al menos son de género identificable). Nunca he podido pasar de la mitad de la película, y eso que me he dispuesto a verla tres veces. ¿Y por qué no empiezo por donde lo dejé? Pues verán, es simplemente que cada vez que me enfrento a una nueva intentona… NO RECUERDO EL MÁS MÍNIMO DETALLE. Nada, como si me hubieran sacudido el telesketch y se hubiera borrado cualquier recuerdo de esa peli. Imagino que la crítica que pretende hacer aún podría aplicarse en estos días de botonazo y explosión, pero personalmente prefiero la crítica que subyace en clásicos adolescentes como “Juegos de Guerra” o “Juguete Mortal” (esa en la que un crío roba plutonio del experimento Manhattan para construir una bomba y ganar el premio en la feria de ciencias), que al menos son divertidas. Aprovecho para confesar que nunca he considerado a Peter Sellers el actorazo que los demás ven, y aparte de El Guateque y Un Cadáver a los Postres no considero que haya hecho nada bueno en su vida como para tener una peli biográfica. Vamos, que incluso Billy Zane se lo merecería más.
Finalmente, un apunte sobre “la Chaqueta Metálica”: la crudeza de la guerra ya estaba muy bien retratada en otras tantas pelis. Y eran más cortas y con menos tacos. Que ya basta de recrear la crudeza de la vida a base de meter “mierda” y “joder” en cada línea de diálogo.