Pocos programas pueden presumir de ser verdaderas instituciones en la televisión española. La primera, lógicamente, juega con más ventaja, y podríamos hablar de El Telediario e Informe Semanal como esos programas que nos han visto nacer y nos sobrevivirán. Telecinco y Antena 3, sin embargo, carecen de un producto al que poder llamar su barco insignia. ¿Gran Hermano, quizá? El tiempo dirá. Sin embargo, Canal +, paradójicamente al ser una televisión «minoritaria», sí puede jactarse de haber añadido un concepto y una expresión al subconsciente colectivo español: La porno del plus.

Corría 1990 cuando llegaron las teles privadas y nos cambiaron la vida a todos: sin Telecinco se podría decir que esta web no existiría. Al poco de funcionar estas ésta y Antena 3, comenzaba sus emisiones Canal +, el primer operador de pago del país. «Esta tele es tuya, esta tele es mía, sólo por veinte duros al día», rezaba la canción con la que nos bombardeaba las primeras transmisiones de la tele de Polanco. Prometían fútbol y cine de estreno, sin publicidad. O sea, una mierda de pelis, pero más modernas que las que daban los otros. Estos films, por cierto, se podrían ver en el horario que el espectador eligiese. Yo creía, con 12 años, que sería por medio de alguna tecnología punta integrada en el mando a distancia que nos haría poder seleccionar el momento con alguna especie de menú digital. Nada de eso. La tecnología punta se llamaba «Multidifusión«, vamos, que las repetían 8 veces, cada una a un horario diferente.

FeaPa de libro

Y entre el contenido que se nos prometía podríamos disfrutar estaba el de películas porno. «Cine para adultos», que se decía, para que la cosas sonase menos chusca. ¿Cómo era posible que alguien se atreviera a emitir escenas explícitas en televisión? La respuesta, claro, estaba en otro invento: la llave del plus. Un objeto que nos traía reminiscencia de otros legendarios objetos de poder, como la llave cósmica de Scorpio (el que luchaba con los Vengadores) o El maestro de las llaves de Los cazafantasmas. El subscriptor tenía la opción de quitar una pequeña llavecita del descodificador, sin la cual la señal no se podía ver correctamente. En teoría, los padres podían impedir que los menores tuvieran acceso a ese contenido tan poco apropiado para sus edades. En teoría, claro, porque una vez instalado el aparato sabemos de buena tinta que nadie, jamás, retiró el cacharrín para codificar la señal.

Así yo también me río

Por aquel entonces y al igual que ahora, la sana curiosidad por el sexo derivaba en un afán por conseguir material explícito, donde se pudiera ver como diantres iba el tema, y ya de paso, ayudar a nuestras sesiones onanísticas. En los recreos se arremolinaban los chavales para ojear cualquier tipo de revista con desnudos o tebeos casposos tipo Hembras Peligrosas, encontradas en la mayoría de los casos en la basura o tiradas por la vía del tren, siempre la vía del tren. En algunos casos, eran de nuestros hermanos mayores. ¡O de nuestros padres! Y ahí, mientras los demás se dejaban los ojos mirando (yo reconozco que me daba mal rollo), siempre había alguno que presumía de haber visto «una porno».

T.T. Boy demuestra que los simios también tienen sitio en la porno del Plus

Claro, luego se trataba de Historia de O o alguna de esas, que daban de vez en cuando en TVE o en Telecinco, en su espacio Erotissimo. Pero no, lo del porno era «más fuerte», eso lo sabíamos todos. Yo, que tenía Canal + desde el principio, decidí que ya era hora de que mi círculo social se iniciase en los pecaminosos caminos de las guarreridas españolas, así que un jueves (porque al principio la daban ese día), y aprovechando un hueco que tenía en una cinta, detrás de El Vengador, de Dolph Lundgren (la primera versión de The Punisher), programé el video a la una y media de la mañana y me fui a dormir.

¿Me creerían si les digo que se me olvidó comprobar la cinta durante semanas? La cinta languideció durante días hasta que recordé que tenía ahí algo grabado. El resto es historia. Ignoro quienes serían los actores, pero la cosa iba de tres tías que para ahorrarse pagar el alquiler, la luz y el butano se van tirando a cada cobrador que aparece con cara de pocos amigos exigiendo su dinero. Dos rubias y una morena. Creo que salía Joey Silvera; por lo demás, no tengo ni idea de quienes serían los afortunados. Pero follaban, ya lo creo. La cinta pasó por todos mis amigos ys sus frases y situaciones eran referenciadas con asiduidad.

Ya en el instituto, me convertí en alguien popular al ser el suministrador oficial de la clase de «material», que alquilaba por 200 pesetas un fin de semana a mis compañeros, y que luego me gastaba en tebeos. Como el truco de grabar una película «normal» antes, de poco atractivo para los progenitores, como medida de seguridad parecía funcionar, lo adopté como modus operandi. Así, si uno se quedaba viendo la cinta tras los créditos de Demons, Cortocircuito II, Star Trek V o La divertida noche de los zombies, podría encontrarse con un bonus extra en forma de Peter North y Tori Welles dándole al asunto.

Mike Horner, uno de los habituales de la época

La chica que presentaba todas las emisiones del plus también nos servía de prólogo a la emisión de los ayuntamientos carnales , avisando de que «Canal plus emitirá a continuación una película clasificada X», con la misma expresión que presentaba el resto de cortinillas promocionales de la cadena. Para muchos, y durante años, el escudriñar la señal codificada del plus se convirtió en un rito de pajero terminal (el que hoy día ve las teles locales, con sus ventanitas de chats). Yo hasta cierto punto lo entiendo. Sólo el hecho de que fueran emitidas codificadas planteaba una especie de desafío. Pues ahora te jodes y me la veo aunque sea codificada, pero no voy a pagar, pensarían muchos. Soy españó, casi na. Ese enfermizo comportamiento se convirtió en un ritual que se repetía cada viernes noche.

Los primeros títulos emitidos por el plus eran películas aún de los 80, con las actrices y la estética habitual de la época, que ya empezaba a chirriar. Había demasiadas permanentes, maquillaje y bigotes para nuestro gusto, pero no nos oiríais quejarnos de que las chicas parecieran componentes de las Misfits. Pero un par de años después, y con el paso de las películas a los viernes, el plus modernizó su propuesta, compró lotes de películas a las mismas productoras y las secuelas de En defensa de la muy… la famosa tetralogía judicial de la VCA pasaron de ser material de consumo rápido a ocupar varias de nuestras conversaciones tras las clases de latín.

https://www.youtube.com/watch?v=bLeHXOSHfFQ

Mis amigos y yo nos familiarizamos rápidamente con los nombres más repetidos, al igual que miles de personas en toda España. Savannah, la rubia tetona, ostentaba el número uno en el ranking de popularidad. Su aparición en la película más legendaria de la época, la versión X de La Cenicienta, le ganó un sitio en el olimpo de los diesel. Y además se había tirado a Billy Idol, Slash y Axl Rose. Detrás iba gente como Rachel Darrian, Christy CanionHyapatia Lee también era muy popular. Eran las habituales de la Vivid por aquella época, una productora muy popular por sus espectaculares mujeres. A mí me gustaba una pelirroja pizpireta llamada Flame, que también salía en unas cuantas. Y más adelante Draghixa, que me tenía hipnotizado. Y entre los tíos, claro, había quien nos caía mejor y peor: el mencionado Silvera tenía pinta de ser majete. Luego estaban Marc Wallice (el coletas), Peter North (el bombero, por las copiosas cantidades de líquido que emitía), Jonathan Morgan (una vez llamé al Ya te digo para identificarle, Lesán sostenía que era «uno que se parecía a Van Gal), y había otro, cuyo nombre no recuerdo, que llamábamos El Van Damme, que se parecía al actor belga de Kickboxer. Los hombres del porno 90s estaban lejos del prototipo actual de troglodita hipermusculado que asfixia con su pene a una pobre chica de Arkansas, eran más normales, tirando incluso a fondones, caían mejor y nosotros nos sentíamos más identificados.
EnDefensa
El éxito fue tal que los programadores se animaron a dedicar el primer viernes del mes a una sesión intensiva, con dos o tres filmes seguidos, educando en ese fascinante mundillo a un país que todavía andaba con el Clima o el Interviú por bandera. De las famosas Tracy Lords o Ginger Lynn, nada sabíamos, nuestro star system era otro, el del mainstream americano de principio de los 90, que, al igual que con la lucha libre, era el más recordado hasta hace poco, con la irrupción de Nachos Vidales y Celias Blancos. Carlos Aured, legendario director de fantaterror, fue el encargado de elegir lo que allí se programaba. Y lo hizo bien.Era una época donde la mayoría de las mujeres en la industria eran lo que el hombre de a pie, y por tanto nosotros, considerábamos «tías buenas», realizando pornos con argumento (nada de gonzos aquí) y dando la impresión de que el personal se lo pasaba bien. De hecho muchas eran costrosas comedias. La sodomía era rara, igual que otras prácticas más duras, y nadie las echaba de menos. Las sesiones de visionados se producían entre risas, mientras veíamos Curse of the Catwoman o New Wave Hookers 2 y los más lanzados se animaban a pajearse en compañía. También descubrí que las mujeres, lejos de esa inocencia que les presuponía, gustaban de alquilarme títulos, que había también quien no se perdía una en Plus y que podían ser tan o más bestias que nosotros. ¡Bien!

Con el paso del tiempo, esa pasión pornofílica que tuvimos durante los primeros años del instituto fue remitiendo, al igual que imitar a Rambo, el del Mississippi. Los amigos fueron dejando el instituto, yo me eché novia (la cual también era amiga de ver películas) y Canal + comenzó a variar la programación, haciéndose eco de los últimos movimientos del mundillo. Si bien las producciones americanas seguían dominando el cotarro, comenzaron a aparecer por ahí las producciones de Private, que estaban siendo una revolución. Y Savannah se suicidó, la pobre. Poco después hizo acto de aparición un tal Rocco Sifreddi y producciones italianas y francesas (con Christoph Clark), menos divertidas, más cutres y con chicas menos guapas pero más guarras. La cosa esa del Karma. La oferta se diversificó, sí, pero se perdió con la cual conseguían que estuviéramos al día en cuanto al star system americano se refiere. Salimos ganando, y seguía siendo cita obligada, al menos para el vídeo, de cientos de miles de españoles, un millón de abonados y cientos de miles más que se dejaban los ojos intentando distinguir una teta o un ciruelo.

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Una cosa por otra. Esa fue la época, pasada ya la adolescencia en la que me desconecté totalmente. Aún así, cada viernes era un acontecimiento sociocultural que paralizaba el país. Gracias al 2000 maníacos me seguían sonando los nombres, pero claro, ya no es lo mismo. De los amigos aquellos, el Buitre, Julio, Javi o Guzmán nada sé desde hace años. Mi porno del Plus se fue con ellos, pero había propiciado momentos y sensaciones irrepetibles.

Entonces… ¿se parece a Van Gaal o no?

«Pero esas son cosas tuyas, Viru», dirá el lector menos avezado, «todavía las dan y la gente las ve». Pues sí, pero ya no tiene trascendencia alguna. Con la llegada de las televisiones digitales e internet, la porno del Plus perdió relevancia, pues estos métodos ofrecen mayor variedad y cantidad. Aunque fuera ver vídeos del Kazaa a resoluciones ridículas. Así, aunque me consta que se sigue emitiendo, ellos y ellas recurren antes a internet como principal medio para satisfacer las necesidades onanísticas: supongo que irán a Petardas.com, negrosempalmados y los más frikis a las webs de Torbe. En cuanto a la actual programación del plus, sé menos aún. Ignoro las productoras que parten el bacalao y que actrices, salvo la famosa Jenna Jameson esa (de la cual nada he visto), llevan hoy la voz cantante. Y si, por lo que dicen, el Plus acaba desapareciendo, se ve que pocos echarán de menos eso de «la porno del plus». Pero siempre seguirá habiendo clases, incluso dentro del mundo del porno y las pajas. El equivalente a verlas codificadas sería hoy una de esas webs de famos@s desnudos: lo mínimo que se despacha.