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José Viruete 11-4-05

Crónica de Pornosawa:


En 1959 Fernando Arrabal y Alejandro Jodorowsky fundaron el movimiento pánico. Hasta ahora miles de autores teatrales importantes como Coto Matamoros o Latre han intentado alcanzar los laureles del movimiento escénico antes citado y ahora la mayoría de sus creaciones yacen en el olvido junto a los muñecos de goma del Duo Sacapuntas (Los cuales siempre quise, por cierto). Pues bien, años después de los genios de Pánico y de otros grandes creadores como Samuel Beckett o Lina Morgan, podemos decir que se ha alcanzado una nueva cima en la creación teatral y musical. Si Pánico proponía el teatro del absurdo, Lina Morgan el de lo rancio y Coto Matamoros el dadaísmo, es justo decir que la Zaragozana asociación que ha realizado "La receta del amor eterno" con los personajes de Ranma 1/2 ha superado todos los límites conocidos dentro del género inaugurando el teatro nihilista.

Imaginaros un grupo de jóvenes y jóvenas (Viva Ibarretxe) vestidos de manera estrafalaria, con vocecillas atipladas y haciendo coreografías desmadradas. Bien, hasta ahí no es extraño, y podría parecer cualquier colegio del Opus. Pero la clave, el elemento esencial, es el subtexto narrativo que desarrolla una épica historia de amor donde cada uno no es lo que parece y subyace un trasfondo interior comparable al Ulises de Joyce. La historia cuenta como un dios con pinta de guitarrista AOR es despertado por un gafotas para conseguir el amor de un joven mujer. Como ven, las referencias son de altísimo nivel, y consiguen mezclar el Fausto y Werther de Goethe, para dar paso a una síntesis cultural aderazada con toques de Cruz y Raya.com Una vez despertado este dios, consigue encandilar a todas las féminas de la familia Saotome por sus huesos, engañando al pobre nerd que le pidió el deseo. Como es lógico, el impulso dionisiaco de los machos al no recibir las atenciones de sus amadas, les lleva a una titanomaquia entre éstos y el dios que lo ha robado. Para simplificar y que nuestros lectores Bakalas lo entiendan: Como Ranma, Ryoga, Hirasawa y compañía no pueden procrear, se aprestan dispuestos a enfrentarse a este ser demoniaco.

Pulsa sobre la foto para oir al Dios Supremo.

 

Los actores realizan su labor con suma maestría, y no podemos más que reconocer la larga influencia de Búnbury en las partes Rock que canta el ser malvado antes citado. Aunque gente malidiciente afirmará que un musical en Playback, y con voces que no llegan al semi-tono es lo más cutre del mundo, nosotros no podemos más que rechazar ese supuesto viendo el triunfo en la actualidad de Los Planetas. Es más, a diferencia de la cara de empanado de J, nuestros amigos hacen coreografías, establecen un dualismo varon-hembra (con momentos embarazosos para el actor, que emulando a los ciclistas nos apunta con su pistola embutido en una malla), y realizan combates de artes marciales totalmente realistas inspirados en John Woo y Yo Hice a Roque III. A esto se añade la labor de difusión de la cultura japonesa realizada mediante el uso de vestidos típicos, de colores rosa o verde, y que son totalmente verosílmiles en el país del sol naciente. Tampoco podemos olvidar los ingeniosos diálogos, que están a la altura de las mejores películas porno. Por último debemos comentar los geniales escenarios, que representan el Japón actual con toda verosimilitud en un colegio religioso, realizando un espectáculo multicultural.

Hasta aquí muchos dirán ¿Menuda mierda qué no? Pues no, porque viéndoles realizar el espectáculo con tanto afan y hacer "lo mejor posible" (La frase favorita de Indurain) su papel con tanta euforia, uno se acaba contagiando su entusiasmo y les ve como la gran esperanza del teatro musical en España. No quiero ser agorero, pero dentro de muy poco veremos "La receta del amor eterno" en Gran Vía, Broadway y Soria. Aparte, si arrasa un musical de Nacho Cano (Recuerden: Hacía como si tocase los teclados) ¿Cómo no lo va a hacer uno donde sale un Panda que usa carteles? ¿Dónde han visto a un animal hablar con carteles en el teatro? Ni Arrabal llegó tan lejos. Un futuro clásico: Boadella tiembla.


 

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