Saludos a todos. En viruete.com siempre hemos tenido como uno de los referentes culturales a nuestra amiga la televisión. El mismo José Viruete, por ejemplo, ha presentado unos cuantos artículos sobre series de la pequeña pantalla, como el de las series que fracasaron. La serie que hoy quiero tratar, sin embargo, no fracasó, precisamente, sino que marcó un hito en la historia de la televisión y generó, incluso, su propio género.
Expediente X puede considerarse como un auténtico clásico de los años noventa, una serie clave para entender su tiempo y de la que todo el mundo (salvo aquellos que vivían debajo de una piedra) ha visto un capítulo y decidido que le gusta o no. La serie comenzó a emitirse en 1993 y se extendió a lo largo de nueve temporadas, que dan para mucho que contar. Sin embargo, con todo ese material, se podría llegar a hacer un análisis tan profundo como aburrido y como ese nunca ha sido el propósito de la página, pasamos de ello. Lo que nos interesa son las características de la misma serie que contribuyeron a su éxito y a su importancia para la historia del medio.

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En España, Expediente X (originalmente los X-Files) se emitió los Lunes en la prime time de Telecinco, a eso de las 21:45 o por ahí. Inicialmente tuvo un éxito discreto, aunque más marcado que los estados unidos, sin embargo, y continuando con esas maravillosas tradiciones hispánicas de putear las buenas series de televisión, la serie cayó en manos de los programadores sociópatas (contratados en un sanatorio de la profunda jungla guatemalteca) y su horario bailó de forma incostante hasta que allá por la octava temporada le encontraron la franja horaria ideal (naturalmente, la de las tres de la madrugada).

Los Protagonistas

Los protagonistas de Expediente X son dos: el agente especial Fox Mulder y su compañera la agente Dana Scully. Ambos trabajan en el FBI y se llegaron a conocer al ser asignada ella a la misma sección que él para vigilarle y determinar si sus métodos y su trabajo es realmente útil y está dentro de los márgenes de esta agencia federal. El motivo de la supervisión está en que Mulder se ocupa de los Expedientes X, casos de naturaleza extraña o inexplicable que a veces contienen elementos sobrenaturales o incluso de intervención alienígena (el dinero de los contribuyentes en acción: lo mismo que la RENFE en Cataluña).

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La pareja protagonista resulta antagónica como la parejita tópica de las películas de acción (ya sabéis: machista, rudo y resuelto él y reflexiva, feminazi e independiente ella) pero por otros motivos. Mulder (David Duchovny), de formación psicólogo y originalmente en la sección de ciencias del comportamiento, es un tipo obsesivo con su trabajo y tiene una tendencia contraproducente para su carrera al implicarse en los casos supuestamente relacionados con alienígenas por la fijación de intentar encontrar a su hermana Samantha, desaparecida (supuestamente abducida) cuando tenía 12 años, motivación infantil detrás de todo su trabajo en los expedientes X. El poster de su oficina, con una foto borrosa de un OVNI y en letras bien grandes “I Want to Believe” (Quiero Creer) indica que está dispuesto a formar cualquier teoría conspiranoica sobre los casos que investiga por esa finalidad de hallar la verdad (¿sería Pedrojota el Mulder español?).

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Scully (Gillian Anderson), por otro lado, es médico de formación, es racional, científica y considera que Mulder, aparte de estar obsesionado con su trabajo, está bastante pirado y se deja llevar por sus teorías de la conspiración y está dispuesto a aceptar cualquier moto que le vendan que tenga a los alienígenas poco menos que compartiendo cama y fluidos corporales con el gobierno (fíjense la diferencia, amigos: en Estados Unidos un tipo que siembra la conspiranoia es un tronado y en España son una opción de Gobierno). El problema de Scully, sin embargo, es que a veces parece que necesitase que los putos marcianos se le pusieran a dar saltos delante para admitir que puede haber algo raro en el caso (citando al poeta: “Es un truco. Fijo.”).

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La gracia de Mulder y Scully está en que la pareja funciona en pantalla. Son como el Don Quijote y el Sancho Panza de la televisión, sólo que nuestro Sancho Panza, en este caso, tiene tetas y es pelirroja (si Cervantes hubiese tenido visión, probablemente más españoles nos hubiésemos leído el Quijote de verdad y no sólo lo diríamos para quedar bien en las encuestas). Esa dinámica de punto y contrapunto generaba una química bastante fuerte (relacionada con otra cosa que contamos más adelante) pero siempre se resolvía en el sentido de que Mulder, con sus más y sus menos, tenía razón: la mayoría de sus teorías descabelladas eran ciertas, los grises convivían con una especie de gobierno en la sombra y Scully se convencía un poco más de la verdad. Aunque no mucho. Después de todo ser abducido y sometido a experimentación por alienígenas no es un trauma muy severo en la vida de nadie…
Aparte de ellos dos, otros personajes tuvieron importancia a lo largo de la serie: las fuentes (Garganta Profunda, Mister X, Marita Covarrubias), los Pistoleros Solitarios (Byers, Frohikee y Langly, tres conspiranoides publicadores de una revista con el nombre del Pistolero Solitario, que alude a Oswald, a Sirhan Sirhan y otros), los padres de Mulder, el director adjunto Skinner (probablemente una broma de los productores ya que los Simpson y Expediente X son series de la Fox), un personaje ambiguo, pues ora ayudaba, ora impedía; y elFumador, el gran antagonista y con un pasado entrelazado con el de Mulder de forma bastante extraña (y que se sabía que era el malo porque fumaba todo el rato). Todos ellos tenían entidad y un cierto carisma, con algunos episodios monográficos sobre algunos de ellos. Hasta de los Pistoleros se hizo un spin-off, fracasado pero con el impagable episodio del atentado con avión contra las Torres Gemelas (luego dirán que la tele no da ideas).

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Los Elementos Argumentales.

Expediente X tenía una mecánica de episodios semanales con una continuidad difusa. El hilo principal, la Gran Conspiración Alienígena o Plan Maestro, no se empezó a configurar hasta el último episodio de la 1ª temporada (El Matraz Erlenmeyer) y aún así sólo unos séis episodios por temporada tenían que ver con este hilo principal, en el que se engarzaba la película, estrenada en 1.997. La continuidad tenía el atractivo de que utilizaba los elementos clásicos de la conspiranoia ufológica y era poco más o menos documental pero no nos engañemos: algunos de los episodios eran un coñazo, demasiado introspectivos y centrados en un solo personaje, con monólogos somníferos y poca acción.
Sin embargo, esa introspección enlazaba con otra rama del éxito de la serie (y una de mis bestias negras con ella), que eran los Shippers, los que iban detrás de la serie principalmente por el tema de la relación entre Mulder y Scully y si se liaban o no. La tensión sexual no resuelta que se creaba por la química entre los protagonistas llevó a mucha gente, sobre todo chicas, a seguir la serie para saber si Scully se mantenía católica o de una puta vez se tiraba al narizotas de Mulder. La respuesta no la revelo, por aquello de que no todo el mundo lo ha visto y a lo mejor les interesa, pero en cualquier caso es un motivo bastante bastardo para ver la serie (aunque lo explotaron bien, los hijos de puta de los guionistas…).

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También es cierto que muchos de los episodios sin continuidad eran bastante buenos por sí solos y estaban bien llevados. Conseguían crear un ambiente a través de los efectos, la fotografía y la escenografía que generaron una imagen propia de la serie junto a los temas tratados en cada episodio: vampiros, fantasmas, inteligencias artificiales, monstruos del pantano. El suspense y el terror al estilo de los tebeos de Entertainment Comics (Cuentos de la cripta y demás) sería el referente más claro del estilo general y como esas historias no eran más que adaptaciones de historias más antíguas, en el fondo la serie no dejaba de ser más que la modernización y puesta al día de toda una serie de elementos arquetípicos de la cultura tradicional (lo que es muy importante, porque Ramoncín y sus sicofantes no verían un puto euro): todo el mundo se conoce el esquema de la historia de fantasmas pero no nos importa que nos la repitan si podemos conectar con ella. Importante: la música de Mark Snow era un auténtico broche de oro para la serie, no sólo por el tema principal, que casi todo el mundo puede silbar, sino por algunas de las piezas de los momentos de tensión, como lo que yo denomino el “goteo de expediente X”, fragmentos de pizzicato con un tono metálico que parecían sonar como un goteo de metal bastante ominoso.

La serie y su éxito: su tiempo y su calidad.

A pesar de que todo lo anterior justifica unas audiecias razonables, no puedo dejar pasar la oportunidad de referirme a algo que creo que es de lo más importante en la serie y su éxito: el momento en que se emitió. Expediente X es un producto de y para los años noventa. Los soviéticos habían pasado de ser el terror rojo a una panda de pringados atrasados diez o quince años respecto al resto de Europa y los E.E.U.U. y dirigidos por un tipejo con pintas de Papa Noël afeitado y borracho. Podía haber unos cuantos terroristas o militares descontentos/nostalgicos en las series pero no era lo mismo. Hacía falta algo que metiese el miedo en el cuerpo de verdad, así que ¿qué mejor que los alienígenas?

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La perspectiva de que uno esté en casita tranquilamente durmiendo y lleguen unos homúnculos cabezones de piel gris a meterle una sonda anal y experimentar con él en cualquier instante… no sé, hay que ser un poco raro para que no acojone. Si además el gobierno, fuente de impuestos, educación laica y otros males que acojonan al yanqui medio, está en el ajo y colabora con ellos ya tenemos la fórmula para una serie con unos antagonistas respetables. Mézclemos con vampiros, fantasmas, poderes extra-sensoriales y otras leyendas urbanas (impagable el hombre-tenia surgido de los resíduos nucleares soviéticos: como para que a uno le saliera de la taza del váter) y unos héroes que luchan en inferioridad de condiciones y ya está la mitad del éxito.
No cabe duda de que en los noventa la falta de unos malos malísimos en la realidad propició eso lo mismo que en los 2000 la existencia de Al Qaeda ha hecho que las series den su giro. Es cierto, por ejemplo, que en 24 hay conspiranoia y conspiraciones pero ahí, cuidado, Jack Bauer tortura a los malos por la libertad y los derechos civiles(?) del americano medio; más o menos lo mismo que en el Anillo E revientan los sesos a terroristas y asesinos para salvar la democracia y la tarta de manzana de mamá. La televisión es un eco de su tiempo.

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Sobre eso, además, hay una cosa muy interesante en Expediente X. Las nueve temporadas dieron tiempo a muchas cosas pero una de las que más se nota es el progreso tecnológico. Al principio de la serie sólo se veían uno o dos móviles pero luego se convirtieron en un actor más de la serie y han llegado a existir diferentes versiones de juegos de beber con la serie, algunos hasta practicados en bares de forma que cuando alguien cogía el móvil y decía algo como “Voy para allá” o “— ¿dónde estás?” tocaba meterse un chupito. Algo así con una temporada haría acabar a cualquiera como Liza Minelli o Charlie Sheen.
Por último, no podemos olvidarnos de la calidad de la serie en sí. En general, casi todos los actores resultaban bastante competentes en sus papeles, convincentes y solventes para lo que era la finalidad de la serie. Es más, en uno de esos contrasentidos tan habituales, aunque Anderson y Duchovny se llevaban más bien mal (por cuestiones de sueldos, dicen; ya sabéis: el tuyo es más grande que el mío, casi como si fuera envidia fálica), la relación Mulder-Scully era uno de los motores de la serie, a pesar de que Duchovny (en el original) tuviese la expresividad de un leño, un acento yanki horrible y hablase como los mensajes telefónicos grabados o que al principio Anderson fuese vestida como una de esas monjas que van “de civil” por ahí (claro que era pelirroja y cuando perdió unos kilos después del embarazo, 2ª temporada, se puso maciza y potente, ejem). Además, el creador de la serie, Chris Carter, contaba con un equipo de guionistas, sobre todo Glen Morga, James Wong, Alex Gansa y Howard Gordon, con un buen nivel y que consiguieron algunos capítulos que por sí solos validan la serie.

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Para concluir: hoy, Expediente X podría ser superada muy facilmente, se podrían corregir muchos de los errores y hacerla más redonda, sobre todo con lo aprendido a través de muchas de las series de esta década, pero en su momento fue algo similar a lo que Lost es ahora, una serie rompedora y con calidad (aunque al principio escasa de medios) que alteró el panorama de la televisión y generó a su alrededor algunas réplicas (como Dark Skies, muerta en su primera temporada, entre otras cosas por el fallecimiento de J.T. Walsh, uno de sus protagonistas; ahora la cuota de series réplica son la series “raras” a lo Lost, claro). Si no habéis visto nada, probad a echarle un vistazo, hay cosas que están superadas pero sigue siendo una buena serie y no las españoladas esas de internados y circulos rojos que no ven ni sus guionistas.