La
actriz de quien hablaré hoy, desconocida para la
inmensa mayoría, se ganó el derecho de presidir
la carpeta que nunca tuve. Deborah Lynn Foreman,
como las cucarachas sin la intervención de Cucal,
nació, creció, se reprodujo y murió.
Estos dos últimos pasos, eso sí, en lo que
al cine se refiere. Porque la buena de Debbie, con su
cara de ángel risueño (de los de verdad,
no como esa Kirsten Dunst, que tiene una cara de
golfa que…), llegó, ganó un premio
a la actriz más prometedora, nos dejó un
poker de películas imprescindibles más algunos
descartes sin importancia, y luego se fue a esa isla paradisíaca
adonde el Siniestro Coleccionista de Jóvenes Promesas
se llevó a otros como Jennifer Garner, Ally
Sheedy, Corey Haim o Bom Bom Chip
. De esto último
me alegro.

Imagen
aparecida durante mucho tiempo en los cartones de
leche, bajo la frase ¿Me han visto? La IMDB
nos confirma que sí, que la hemos visto.

La
parte importante de su carrera va de 1983 a 1988, por
lo que podría catalogarse como «ochentera»
si esa palabra no me diera náuseas. En ella, Debbie
nos regaló una serie de argumentos profundos e
inolvidables, amor, comedia, drama, terror y sobre todo
mucha diversión. Compartió pantalla con
actores de culto y en todas sus películas alguien
echaba un canete. En dos de ellas había punks,
y en las otras dos, crímenes. A la vista de lo
cual, no tanto por sí misma como por estas películas,
mi deber es acercar a esta diosa particular a Viruete.com.
Sé que no son los Fruittis, pero qué
le vamos a hacer…

Colección
clásicos del cine, gratis con La Razón

AS
DE CORAZONES – LA CHICA DEL VALLE
:


¡Qué asco, un punky en mi sofá!

En
su primer papel importante, Deborah nos obsequia con la
deslumbrante interpretación de Julie Richman, una
niña «bien» (cuando sólo los Hombres
G
sabían lo que significaba «pijo»)
del Valle, que para los yanquis viene a ser algo como
el Barrio de Salamanca. Pese a todo, sus padres
no son pijos clásicos, sino una especie de hippies
que fuman porrillos y tienen una tienda de comida naturista.
O sea, que dentro de lo clásico y trillado, por
lo menos el padre no es un alto cargo republicano ni el
sheriff del condado. Parece que los sheriff no pueden
tener hijos que no sean adolescentes.

Tras
la quinta pantalla, Renegade rescata a su novia…

Randy,
un punky bastante educadito, discreto y formal, encarnado
por el mismísimo Nicholas Cage cuando todavía
le salía pelo por encima de la frente, se cuela
con su amigo Fred, el típico moñas amigo
del protagonista, en una selectísima fiesta del
valle (de picar ponen sushi, te cagas) en la que, por
supuesto, se encuentra nuestra Julie, que ha roto con
su novio Tommy, el típico chulillo ajimanado (de
He-man
). Este aprovecha la fiesta para meter mano
a una de las amigas de Julie y que se vean tetas en pantalla.
Luego diremos del destape español, pero los americanos
también aprovechan cualquier excusa para sacar
chicha. Randy se las apaña para sacar de la fiesta
a Julie y llevarla a su territorio, que consiste en muchas
luces de neón, gente con cresta, pendientes y collares
de pinchos, y Deborah Foreman poniendo cara de «qué
experiencia tan nueva y refrescante». El punto cómico
lo ponen Fred, el amigo moñas de Randy, y Stacy,
la amiga gilipollitas de Julie, que acaban tonteando,
en una de las muchas subtramas de la película que
luego no se molestan en resolver. Atención al tío
que se quiere liar con la madre de una chica que le tira
los tejos. Se nota que los del El canto del loco
han visto esta peli unas cuantas veces. O El Graduado.
O American Pie. En cualquier caso, está
bien que vean pelis, lo malo es cuando las doblan, ¿A
que sí, Dani Martín?

Espera,
espera que reviso mi copia del guión, que
a mí esto no me suena…

Randy
y Julie se enamoran y empiezan a salir, lo cuál
trae cola porque sus respectivos entornos no cuadran (lo
mismo que sientes en el primer viaje en coche con tu novia,
a la hora de elegir el surtido musical). Al final, a ella
acaban comiéndole la cabeza sus amigas, las chicas
tintín, con que el chico es muy fiel ahora porque
ella es guapa y atractiva, pero cuando esté gorda
no la va a querer, y además no tiene futuro, mientras
que su ex tiene toda la pinta de ir a hacerse un magnate
de las drogas por vía nasal, y abandona al pobre
punky. Los detalles de Randy, como dedicarle una canción
pija en una radio pija o pasar noche y día acampado
a la puerta de su casa con un saco de dormir, no le hacen
cambiar de opinión; hoy día esos detalles
se han convertido en una serie de sms patéticos
del estilo «techo d mnos, xqitita; sigo lkito x ti».

Nuevas
concursantes del Pucetrivial. Los toreros nos van.

Finalmente,
en pleno baile de graduación, Randy y Fred se personan
con el ánimo de partirle la cara al chulillo y
salir pitando con la chica. Es el mismo plan que en La
Princesa Prometida
, sólo que en vez de
un esgrimista y un gigante, el héroe cuenta con
la ayuda de un tipo con el pelo azul; así que todo
se salda con una pelea bastante normalita, tras la cual,
por alguna razón que se nos escapa, Julie se da
cuenta de que quiere a Randy y se fuga con él.
La lección es la de siempre: el amor todo lo puede,
las etiquetas sociales son efímeras, lo importante
está en el interior, y no te pongas el pelo de
punta ni te lo pintes de colores raros, que te quedas
medio calvo. Lástima que Nicolas Cage de esta última
se diera cuenta tarde.

Yo
me vestí igual para hacer la comunión.

FRASE
DE LA PELÍCULA:
¡No pienso salir de este
coche! – De acuerdo, pero cuando intenten robarlo, salva
la radio… (Stacy, la amiga tontilla, y Randy, durante
la incursión a la «jungla urbana»)

AS
DE DIAMANTES – MI CHÓFER: Acoso laboral, coches
de lujo y amenaza de incesto.

En
la película que le valió el premio antes
mencionado, nuestra heroína interpreta a Casey
Meadows, humilde lavaplatos hasta que la carta del misterioso
propietario de una empresa de limusinas, ofreciéndole
empleo como chófer, le cambia la vida. La primera
lección que aprendemos, y por lo que Icíar
Bollaín
adora esta película, es que
una mujer puede hacer un trabajo destinado generalmente
al sexo opuesto igual de bien o mejor. Ya que el contrato
viene de arriba, su jefe y compañeros no tienen
más remedio que aguantar el tirón, aunque
son desagradables a conciencia y le putean todo lo que
pueden.

La
Señora Azul de Bélmez lanzando una
contraofensiva giratoria con su propio caniche.
Es lo que tiene sacarle fotos a un VHS.

Su
primer encargo, y uno de los mejores momentos de la peli
(otro es cuando el ladrón de coches se cuela en
el Rolls, que se bloquea y le gasea con calmantes), consiste
en recoger a un cantante punk llamado Gato Rabioso
y sus coristas y llevarlos a un concierto. A medio camino,
el tal Gato Rabioso asalta a una tía estrambótica
vestida de azul por completo, pelo y caniche incluidos,
pues robar sus bragas significa 20000 puntos en
no sé qué gincana que se trae con sus coristas.
Seguro que no extrañará a muchos de ustedes,
acostumbrados a que les den puntos por matar a un dragón
que exuda ogros o robar la gema del gnomo bizco en aquel
módulo que Gerardo se bajó de Internet.

Alcohol
y gestos simiescos: todos sabéis lo que es
ir de botellón.

En
esta ocasión, el chico de la película es
el hijo del dueño de la empresa para la que trabaja
Casey. Pero, más importante aún, se trata
ni más ni menos que de Sam J. Jones, a quien
todos conoceremos por haber interpretado a Flash Gordon
en la gran pantalla ¡Vamos, Flash! (¿Van
entendiendo el porqué de este artículo?)
Durante un servicio de Casey, ignorando ella la identidad
del pasajero, la novia le deja. El tipo está tan
cabreado que, tras cogerse una trompa monumental y correr
desnudo por un parque (vamos, lo que todos hacemos cuando
nos deja nuestra pareja) ordena a Casey que conduzca muy
lejos, no importa donde, a través del desierto,
como en una de esas baladas horteras que tanto gustan
(o quizás a buscar los míticos cartuchos
Atari de E.T.) El coche se fastidia, ambos
se pierden en mitad de la nada y, la magia del cine, se
enamoran. Cuando desvelan al dueño de la empresa
el deseo de casarse, este les revela que son hermanos,
noticia que ellos reciben con un «Hemos sido maaaaloooos…».
Y ustedes pensaban que Los Serrano eran
transgresores. Bueno, al final el padre de la chica no
resulta ser el dueño de la compañía,
sino un simple chófer que se pasó por la
piedra a la mujer de este. Exacto, les he planchado el
final; no olviden cumplimentar la forma A-XXXVIII para
su queja formal, y recuerden que el puerto sigue a la
orilla del mar.

Daniel
Ducruet: las escenas perdidas.

Por
el camino, nos habremos deleitado con la presencia en
pantalla del siempre genial Mark Holton (Chubby
en Teen Wolf), y presenciado una delirante
escena en la que el tío con más cara y mayor
diarrea verbal de la historia (lamento darles la noticia,
pero ese tipo de personaje ya existía antes de
Tarantino) enreda a un jeque y a tres golfillas
en la limusina, se las arregla para sacarle todo el dinero
a cambio de que este viva la mayor juerga de su vida,
y vemos tetas y culos hasta el empacho. Adivinen cuál
fue la escena más rebobinada y vuelta a ver en
mi casa
.

Ella
también se caga en Espido Freire.

FRASE
DE LA PELÍCULA:
«¡Sólo
me falta encontrar una monja coja paseando una cabra,
y gano!» (Gato Rabioso, hablando de su gincana estrambótica)


AS DE PICAS – INOCENTADA SANGRIENTA: ¿Te cuento
un chiste al revés?

El
mismo año de Mi Chófer, Deborah probó
suerte en el mundillo del terror adolescente. Aquí
se metió en la piel de Muffy St. John, heredera
de una casa de campo que huele a Agatha Christie por
los cuatro rincones. Se le ocurre celebrar en ella, con
sus amigos, el día de los inocentes, que en Estados
Unidos es el 1 de abril, no el 28 de diciembre, y al que
ellos llaman «El día de los idiotas«.
Nosotros, que somos tan correctos, decimos «inocentes»
del mismo modo que a nuestro primo, el gilipollas intratable,
lo definimos como «muy suyo».

Disculpen,
el pedo de Deborah Foreman… me lo he tirado
yo.

El
fin de semana, en principio muy divertido, se nubla un
poco debido a un accidente con el ferry en el que viajan.
A la hora de atracar, el ayudante del capitán sufre
un accidente y la hélice le deja la cara como una
Telepizza de ahumados. ¿Está todo
planeado? Porque desde luego, lo parece: el grupo no puede
ser más artificial, con la típica zorripaina,
el chulillo, el bromista, la parejita consciente, el baboso,
la mojigata, el chisposo de la videocámara…
El asunto es que la primera noche, entre mil bromas en
plan sillas de goma o puros explosivos, alguien demuestra
conocer bien todos los secretos de los invitados y tener
un macabro sentido del humor, dejándoles referencias
a sus respectivos borrones de tinta en el expediente,
en plan el primer Gran Hermano. «Mónica,
se han destapado algunos detalles sobre tu pasado, tienes
la opción de abandonar la casa para defenderte,
doña «Completísimo, 10000. Zona Juan
Bravo.»

¿Seguro
que pone que la postura del Alce Nacarado se hace
así?
– No sé, aparta un momento la cabeza, que
vuelvo a mirar el esquema…

Uno
a uno irán pencando, no sin antes mostrarnos a
dos de ellos echando un clavo en la postura más
extraña e hilarante que he visto en mi vida, y
eso que tengo emule. Para colmo la anfitriona, nuestra
Deborah, se comporta de forma extraña, casi como
si no fuera ella. ¿Será cierto que Muffy
tenía una hermana gemela, Buffy, internada en un
psiquiátrico? ¿Podría ser que se
hubiera escapado y seguido a los alegres jovenzuelos hasta
allí, suplantando a Muffy? ¿Es un montaje
de alguno de los invitados, dispuesto a silenciar a todos
los que conocen su terrible secreto? ¿Quizá
el ayudante accidentado ha vuelto para vengarse? ¿Y
si Lobezno hubiera matado a Hulk?
Betadine.jpg

FRASE
DE LA PELÍCULA:
«Antes de que acabe el
fin de semana… alguno de los presentes… se hará
una paja.» (Chaz, «el de la videocámara»,
con voz lúgubre)

…y
esto es lo que os pasará si os abandonáis
a impuros tocamientos.

AS
DE TRÉBOLES – MUSEO DE CERA: Dios pudo hacerlo
en tres días.

Para
esta pieza magistral, Anthony Hickox (y Los Tres Investigadores)
se curró el guión en sólo tres días,
y le quedó simpático (aplíquese lo
del eufemismo del primo gilipollas que he dicho antes),
cosa que otros no consiguen por mucho Chewbacca que metan
con calzador. Vale que la peli sea un batiburrillo de
la Hammer, Noche de Miedo y Una Pandilla Alucinante. Vale
que casi todos los personajes ya estaban creados, pero
al menos Hickox no hizo que el hombre lobo se convirtiese
por exceso de midiclorianos, ni había gungans,
ni un robot malo que tosía.

Encuentra
en la imagen a Wally, al Mago Barbablanca, un pergamino
y el cromo de Bola de Dan con Ángela rematando

Deborah
Foreman, que pese al apellido no va dando ganchos nos deleita aquí interpretando a la adorable
Sarah Brighman quien, junto con su pandilla de
amigos (otra vez el chulillo, el gamberrete, el zorrón,
etc., etc.) va a realizar una visita a medianoche al nuevo
Museo de Cera, invitados por su amable, desconocido y
misterioso dueño. Y aunque los invitase un tipo
con un cuchillo oxidado y una camiseta que dijera «destripo
gente para mi solaz», hubieran ido. El sopicaldo
de monstruos y diversión obedece al siguiente método:
cada una de las dieciocho escenas del museo (todas de
terror, representando crímenes como, por ejemplo,
el doblaje de El Espantatiburones) necesitan dos piezas
para estar completas. Las primeras son objetos personales
de los seres más viles sobre la faz de la tierra,
exceptuando a Carlos Goñi. Las segundas
son, obviamente, las dieciocho víctimas que completen
las escenas y supongan el sacrificio de sangre imprescindible
para alzar de nuevo el mal contra este pequeño
planeta nuestro («alguien tiene que hacerlo»,
dice el malo cuando le preguntan el porqué; claro,
pa qué preguntas).

Si
ese museo de cera os parece espantoso, esperad a
ver el de Madrid.

En
esta ocasión, el coprotagonista no es otro que
Zach Galligan, especialista en meterse en líos
pasada la medianoche. Cuando no es visitar un museo chungo
(más que el Reina Sofía, que ya es
difícil) es dar de comer a un mogwai. Si es que
este chico no escarmienta… Él será
el único capacitado para escapar de su terrible
destino, encerrado en un cementerio y en blanco y negro,
asediado por las criaturas favoritas de Viruete, y no
me refiero a los petisos carambanales. Después
irá al rescate de Sarah, que se encuentra en las
mazmorras del Marqués de Sade (vaya mezcla
de personajes, me voy explicando que tardasen tres días
en escribirla), disfrutando de una paliza morrocotuda.
Es lógico, tanto tiempo entre punks, al final coges
gustos rarillos. Si Las Vulpess hubieran tenido
más éxito, ahora el látigo y la fusta
serían incondicionales en las listas de bodas,
por encima incluso de la lavadora.

¡No
vale, no vale! ¡Estás usando insultos
de la Sword Master!

Toda
la parte del final, con típico enfrentamiento «fuerzas
del bien contra fuerzas del mal» (y sin tercera potencia,
nada de Hordak o similares) es la muestra de que
se puede hacer una pelea que involucre fuego, espadas,
pistolas y monstruos sin música punchancha (como
dicen los de Cinecutre), sucesión de imágenes
a lo loco para que no te enteres de lo que estás
viendo, ni tener que tirar dados de diez a puñados,
como en esas castañas a las que White Wolf llama
«juegos de rol» (para ser «narrativo»,
no veas la cantidad de dados que se tiran). Mucho ojo,
he dicho «se puede hacer…», no «queda
creíble y digno…».

Los
mayores enemigos de los murciélagos: Ozzy
y este desaprensivo.


FRASE DE LA PELÍCULA
: «Yo creo que los
dictadores son malas personas, gente… ¿¡con
voz chillona y un pequeño bigote!?» (Mark,
leyendo el ensayo que su asistenta ha escrito para que
él entregue en el colegio)

CONCLUSIÓN

Como
han podido ver, todas las películas gozan de encantos
ajenos por completo a la actriz a la que en principio
está dedicado este artículo. Sospechas confirmadas,
Deborah Foreman, salvo en Mi Chófer, podría
haber sido sustituida por un chimpancé con visera,
que nadie notaría la diferencia. No aporta más
que el mero hecho de estar allí, sonreír
cuando le toca y el resto del tiempo poner cara de espiritada,
como la que pone tu amiga Paula después de potar,
el día que se enchufa diez martinis con limón,
y que no reacciona ni pegándole fuego.

En
lugar de cambiar de registro, cambia de color de
pelo. Bravo.

Sin
embargo, algo tenía Deborah que fomentaba el buen
rollo. Era como uno de esos chinos de la suerte, con la
ventaja de que ella siempre daba suerte en lo mismo, no
como los chinos, que en cada reedición intercambiaban
los colores y ya no sabías si el rojo era para
el dinero, los exámenes o evitar los gatillazos
¿Hubiera sido Sam J. Jones un actor cotizado, de
haber seguido trabajando con ella? ¿Conservaría
Nicolas Cage su flequillo? ¿Se habría abstenido
Hickox de hacer Hellraiser III («El Infierno
en tu vídeo»), de haber contado con ella para
la secuela de Museo de Cera (¡¡sale Bruce
Campbell
!!)? Y lo más importante… ¿Sueñan
los androides con Deborah Foreman?

por Wally
Week