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Una de las principales lacras que tuvo que padecer la sociedad española durante los años 80, junto a la barbarie terrorista de la ETA, fue el JACO. Creo que eso es una verdad indisoluble para la que no es necesario consultar ningún estudio del CIS ni similares, simplemente les propongo hacer un repaso mental y pensar en la cantidad de referencias culturales que pueden recordar en referencia a esos malditos polvos blancos que convirtieron a la chavalada de periferia, a los artistas de la movida y a todo quisqui en zombis andantes. Porque los zombis molan, pero sólo en las películas.

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Entre todas las manifestaciones culturales que les mencionaba, aquella en la que el jaco ha sido un elemento fundamental a lo largo del tiempo ha sido la música. Presente en todos los estilos y en toda clase de ambientes, a principios de los ochenta el caballo era una droga más bien vista socialmente, el ritual de quemar la cuchara era imitado en los bares más in y los porros eran una cosa de jipis-paliza…; en definitiva, los adolescentes de aquella época soñaban con que sus padres les dieran un poco más de paga para ir directos a por un par de micras. Pronto vino «el fantasma del SIDA», como diría una Mercedes Milá en 1991, y el jaco empezó a quedarse demodé. Poco a poco empezaron a surgir los hipermercados de la droga, empezaron a verse hombres desnutridos con riñonera por las calles, y pronto todos conocimos a alguien a quien habían robado “a punta de jeringuilla”.

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En ese contexto, la música, una de las bellas artes, no pudo evitar hacerse eco de ese fenómeno social, y volcó todos sus esfuerzos en convencer a los jóvenes españoles de que la droga lo mejor era ni probarla. Claro, muchos no se dieron cuenta de que ellos tampoco podían probarla, y así les va. En definitiva, vamos allá con una recopilación de los mejores momentos de la heroína en la música pop. Me disculparán si al hilo de este tema pronuncio más de dos veces la palabra owned, pero con este tema y este paisanaje, es imposible resistirse.
– Caballo maldito, de Queco: hubo un tiempo en el que la gente que afirmaba sin ruborizarse “a mí lo que me gusta es la pachanguita” se sabían de memoria y al dedillo una canción llamada Tengo, la de la cosita que en oro su peso vale, o algo así. Tamaña incongruencia era perpetrada por Queco, un artista de los forjados a sí mismos, curtido como músico de estudio y compositor de grandes canciones como alguna de Malú, o alguna otra suripanta latina. También trabajó como productor para las mismísimas hijas del tomate, esto es, Las Ketchup.

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En sus inicios se dedicaba únicamente al género calorro, y en ese género es donde ha ofrecido su material más valorable desde una perspectiva crítica. Su hit estrella en los programas de descarga utiliza como título una de las metáforas más curiosas utilizadas en relación a la heroína. Porque ya me dirán a qué viene utilizar “caballo” como sinónimo de este opiáceo inyectable.

En fin, yendo a la canción; Queco apuesta por levantar las cartas al principio de la partida, utilizando en las dos primeras frases las palabras “venas” y “aguja”. Esto ya nos planta una imagen mental muy clara sobre lo sórdido que es pincharse. Y ciertamente la canción no le va a la zaga, ya que empieza con una guitarra ultrachunga, así como de Bloque o Muro, seguida por la base clásica del género, una guitarrita española con una batería electrónica, sobre la que Queco entona unos ripios que estremecen por su sincera crudeza


“Creí que eras amigo mío, qué daño me estás haciendo, CABALLO MALDITO”

El resto de la canción supone reiterar los mismos tópicos en torno a lo mala que es la droga inyectada en vena. Queco centra su odio únicamente en la heroína ya que el resto de sus canciones conocidas son retratos de personajes simpáticos de su ciudad de residencia, que no tienen ningún reparo en fumar porros a troche y moche, como “El borracho” o “Perros Callejeros”, y que viven de pequeños hurtos con fuga en Seat Supermirafiori, como el Torete o el Vaquilla. En fin, independientemente de lo sórdido de escuchar esta canción, es innegable que supone un pequeño hito en el mundo del calorreo por acabar de centrar la temática del género en aquello a lo que debería haberse limitado: el no a la maldita droga. Al menos hasta la llegada de Camela, claro.
– Heroine, de Lou Reed: lo clasificamos como canción por llamarlo de alguna manera. El único interés del track 6 del disco más sobrevalorado de la historia del rock, cuyo único mérito es haber servido de inspiración a “La Banana” de Paco Clavel, es una cacofonía de ruido. No obstante, lo reseñamos aquí porque en un directo, el simpático de Lou Reed se pinchó heroína mientras cantaba (es un decir) esto. Tres hurras por el viejo rockero.

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– Hay un caballo que al pasar por tu vida: lo mejorcito del soso panorama del pop español de finales de los 80, esto es, los grupos cuyo nombre empezaba por un artículo, Los Rebeldes, Los Ronaldos, La Frontera…casi todos aparecen en esta canción que más que una canción es un icono de lo mal que luchan las instituciones contra el opio afgano.

La primera campaña de la FAD contra la droga consistía en juntar a un buen puñado de artistas entonando un himno pop que convenciera a la chavalada pre-JASP de decir NO. Ni que decir tiene que la campaña fue un fracaso por multitud de razones. Las más importantes:
1) La heroína estaba decayendo. Como antes decía, ya se habían separado Nacha Pop y ya se había popularizado el término yonki. Las drogas de síntesis reclamaban su lugar en la historia a través de los grupos de Madchester, del Smiley y de Ibiza mientras que por otro lado, el polvo colombiano dejaba de estar reservado sólo a yuppies. De hecho, a partir de ese año 1988 todas las campañas de la FAD obviaron el tema de la heroína y hablaron de éxtasis y cocaína, apareciendo estrellas de los baños nocturnos como “El Gusano” o “La Pirula Comecocos” que tan buenos ratos nos han dado.

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2) ¿A quién se le ocurre utilizar a estrellas del rock como apóstoles de la abstinencia? Si Coque Malla se parece a Gorka de “Física o Química” es por algo, Carlos Segarra compuso “Mescalina mi amor”, y La Frontera cantaba “Si el whisky no te arruina las mujeres lo harán”.
3) El vídeo musical se complementaba con mensajes a cámara, en los que nuestras estrellas soltaban tópicos en contra de la heroína. Claro que mucho peor fue al año siguiente, en el que contaron con Antonio Flores. En todo caso, no se pierdan la siguiente muestra porque es espectacular, especialmente la risa de Rafa Unión al final de su testimoniorl.

En definitiva, otro elemento de juicio más que nos conduce a pensar que las campañas contra la droga deberían estar diseñadas por jóvenes de no más de 16 años, porque los resultados suelen invitar más al sano cachondeo que al recelo y el miedo que se pretende implantar. Afortunadamente, la juventud en el 88 ya estaba a otros temas y dejaron atrás la grimosa jeringa, aunque no por esta campaña, claro.
– Ese caballo llamado muerte, de Medina Azahara: el grupo de heavy cordobés cuyo cantante parece Ron Perlman en «La Bella y la Bestia» también dedicó uno de sus cañeros temas a tratar las consecuencias del mal uso y abuso de la heroína. Original de Miguel Ríos, conoció su versión definitiva de su mano gracias a ese acento andaluz que le daba una mayor verosimilitud. En este caso concreto merece la pena destacar que las madres de los 80 tenían como principales demonios sociales a los heavies, asociados en la imaginería popular a la litrona y la jeringuilla. No fueron pocas las manifestaciones que, al menos en la periferia madrileña, se hicieron en contra de los bares heavies, focos de degradación humana y social.

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Como todos sabéis, muchas voces del movimiento de la malla se levantaron en contra de dicho estereotipo al grito de «El heavy no es violencia». Con esta canción, Medina Azahara añadían además que los heavies eran gente sana que le decía que no a la cosa de la jeringa. El tema no tiene un estribillo que enganche al estilo del Necesito Respirar, e incurre como todas las canciones referidas al jaco en imponer al oyente un ambiente lúgubre, como de descampado nocturno. Menos repercusión tuvieron otras jebiladas espantosas como No te enganches (Banzai) o Yonki (Ángeles del infierno), entre otras muchas.
– Heroína, de Los Calis. Tal vez es la canción más conocida de todas las que aquí se están tratando. Los Calis eran un grupo procedente del madrileño barrio de Santa Eugenia, que en la segunda mitad de los 80 petaron todas las gasolineras de España con su mítica cinta amarilla, la cumbre del género calorro. Como el Blue Album de Weezer, es imposible encontrar un título a este disco, pero sí es posible afirmar que las diez canciones que jalonan este auténtico viaje por el lado chungo del barrio, son canciones inmortales. La canción que abre la cara B del disco es la citada “Heroína”, y la hemos dejado para el final puesto que es el principal hit yonki de todos los que en esta lista figuran. Creemos innecesario entrar mucho en detalle ya que suponemos todos ustedes conocerán la canción; no obstante, cabe señalar varios elementos destacables:

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A) Los tres singers emplean durante todo la canción un tono tristón, melodramático. Podría pensarse que es cosa del mensaje que transmiten, pero no. Es el tono que utilizarían a lo largo de toda su discografía, aunque estuvieran hablando de un caballo que galopaba (y aquí no hay metáfora sobre adicciones). Cabe señalar que Los Calis vivieron de los éxitos de The Yellow Cassette durante toda su carrera, encontrando que sus recopilatorios contienen esta cinta entera más dos canciones de relleno.
B) La frase del estribillo es “Más chutes no, ni cucharas impregnadas de heroína”. Es un punto digno de mención porque muchos hemos vivido pensando que se decía “mas chutes no, mi cuchara está inyectada de heroína”, frase un tanto dadaísta ya que es imposible inyectar una cuchara.
C) Pese a la decadencia física que sufren los yonkis y que la canción pretende simbolizar con el lamento del teclado, siempre hay una ventana que puede abrirse a la esperanza. Es por esto que en la parte final del tema, los Calis aprovechan el subidón del estribillo encadenado para soltar una serie de mensajes directos a la patata del consumidor: “no te compliques la vida”, “que no se diga, eh”, “noche y día, noche y día”, “no no no, de heroína”. Así escritas estas frases parecen una insensatez, pero en el contexto de la canción queda muy simpático, logra que uno ponga en su cabeza la boda de Farruquito, o algo así.

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En fin, estimados amigos, damos por zanjado este viaje dejando canciones en la recámara, habiendo logrado sortear algunos nombres tan obvios que ha dado cosita citar, ya que no es nuestra intención hacer ninguna enciclopedia del tema ni liarnos a poner una lista larguísima de nombres en negrita. Les invitamos, en todo caso, a que compartan sus favoritas en los comentarios y nos despedimos recordándoles que no olviden supervitaminarse e hipermineralizarse, pero no utilizando instrumentos que pinchen!