Como forma de celebrar los 20 años de la web, estamos reactivando a tope nuestro podcast, incluyendo, por supuesto, algún comentario de cassettes infantiles que entroncan con aquellos celebérrimos programas que hicimos allá por 2006 (!) con el Son Goku Makinero y demás. El episodio más reciente nos lleva al gran Wally Week y a mí a comentar la cinta Isidoro, el duro del barrio

 

Una cinta que, ya aviso, es una constante decepción, ya que SOLO HAY UN TEMA DE ISIDORO, pero que abunda en temas dedicados a Los Cazafantasmas de Filmation. Sin embargo, me da pie a hablar del origen de este popular gato en el mundo del cómic. Una obra que, como tantas veces, no tiene absolutamente nada que ver con el original, totalmente masticado por la maquinaria de la TV hasta el punto de despojarlo de toda personalidad.

Muchos sabréis que Isidoro era la adaptación hispana de Heathcliff, un personaje nacido del lápiz de George Gatley en 1973. Sí: fue creado mucho antes que Garfield, y tenía fuertes reminiscencias literarias, al ser el su nombre el del protagonista de Cumbres Borrascosas, uno de esos nombres asociados tan fuertemente a una ficción que terminó por caer (aún más) en desuso. Exactamente igual que el de Isidoro tras el estreno de la serie, al ser blanco fácil de bromas y motes de todo tipo. 

Es verdad que a muchos nos escamaba eso de dos gatos naranjas de dibujos. O tiras. Pero es que Heathcliff no protagonizaba una tira, sino chistes de una sola viñeta, lo que antes se llamaba “humor gráfico” para que no se dijera que un tipo como Chumi Chumez en realidad estaba haciendo tebeos. Sus viñetas no iban cargadas de reflexiones sobre la actualidad o puyitas políticas,si no de un humor  blanco para todos los públicos: cosas de gatos, juegos de palabras o animales haciendo cosas de personas con toda naturalidad. A veces se dejaba escapar algún chiste raro, con un puntito surrealista que le daba un sabor propio, todo acompañado del fantástico estilo del propio Gatley, muy similar al de otros titanes del medio en esa época.

Quiero hacer un pequeño salto en el tiempo. En 2001, el sobrino del autor, Peter Gatley, de trazo más abierto y menos cartoonesco, toma el mando de la viñeta y la recodifica con un humor sin ningún tipo de lógica aparente. El ejemplo más célebre es el del ‘Garbage Ape’, un mono que REPARTE BASURA a domicilio, pero también abundan los chistes de robots (!), cameos de otros personajes y viñetas extrañas sin chiste alguno  que te dejan algo perplejo y hacen MUY RECOMENDABLE su lectura a día de hoy. Hacedme en caso: en el nuevo milenio, Heathcliff mola más que nunca.

 

Tras unos años de éxito en periódicos de todos los EEUU, Heathcliff también protagonizaba sus páginas dominicales, o mejor dicho, media página: como veis, Gatley tenía alergia a las historias largas, donde se desarrolló un poquito más su universo. Por ahí comenzaron a aparecer sus dueños, una gatita a la que pretende y algún enemigo perruno. Su popularidad creció e incluso llegó a publicarse en otros países, España entre ellos. Estaba todo listo para dar el salto a los dibujos animados y, claro está, el merchandising y los ingresos millonarios para su autor.

La primera serie de animación llegó aquí a mediados de los 80: Heathcliff y Marmaduke, con nuestro protagonista bautizado en el doblaje latino como, atención… PÍCARO EL GATO. Quizá hubiera pegado, no sé… Fortunato, por seguir con la referencia literaria. Posiblemente el nombre nos llegara así de latinoamérica, donde también se sindicaron sus viñetas en varias revistas. Al final tendremos que dar las gracias porque después lo llamaran Isidoro.

El orondo felino compartía cartel con un perro bobalicón salido también del humor gráfico. Marmaduke volvió a la actualidad en el nuevo milenio con nuevas películas y un perro de CGI: en los EEUU es un personaje recordado que garantiza un rato de humor perruno de lo más genérico. El propio Heathcliff, al menos, tenía un punto más gamberro y pendenciero que le convirtió en el más divertido de la pareja. Ah, y hablaba. Por que sí: el personaje era mudo en el original… y ahora soltaba chascarrillos constantemente. Unos dibujos de la época sin nada especial.

 

Hay que decir que en España, nos llegó antes esta segunda serie, producida originalmente entre 1981 y 1983. Algún tiempo después pudimos ver la propuesta original, de 1980, y que emparejaba al gato con unos compañeros terroríficos: Dingbat el perro vampiro, Huesitos, un esqueleto andante y parlante y Calabacín, una calabaza con ojos y zapatillas deportivas que era un pozo sin fondo, una especie de Bolsillo de Doraemon viviente. Una combinación rara de cojones, pero que alegró la vida a más de un niño fans de los monstruos, o sea, cualquier niño con algo de imaginación y vida interior. Los monstruos siempre son, y serán, lo mejor, incluso en las rutinarias y limitadas series de Ruby-Spears de los 80. 

La siguiente serie trajo un cambio de productora y de enfoque: la DIC francesa, fuerte tras el exitazo del Inspector Gadget, puso en 1984 toda la carne en el asador con su serie Heathcliff & Les Entrechats , ahora sí, la aquí llamada, ahora sí, ISIDORO, posiblemente por influencia italiana, donde el personaje se conocía por ese nombre ya desde los 70, gozando de bastanet popularidad con nuestros amigos transalpinos. En Francia también llevó el nombre de Isidore. Y aquí, que compartía cabecera con un grupito de gatos callejeros, entre ellos una gatita esbelta y atractiva cuyas aventuras JAMÁS VIMOS, al menos en ese primer pase en TVE

Si bien la sintonía los presentaba como los otros grandes protagonistas, el formato emitido prescindía de sus episodios, así que nos quedamos con las ganas de saber quiénes leches eran los Catillac Cats, o Entrechats estos de las narices, y por qué salían tantísimo en el opening. En posteriores repeticiones en canales autonómicos sí que comenzaron a aparecer estos episodios, pero claro, dejando mucho menos calado. La gatita se llamaba Cleo y el de la gorra Riff Raff, y eran los jefazos de esta banda de gatos que iban por ahí metiéndose en líos y protagonizando aventuras tan noñas como las del propio Isidoro. 

Porque seamos claros: Isidoro era una mierda. En principio, el personaje era un pendenciero que lideraba el barrio con mano de hierro y que el resto de gatos deseaba ver caer, pero a pesar de esta atractiva premisa, sus aventuras eran de lo más ramplonas y mundanas, con continuos cabreos de Sonia e intentos de Isi de “recuperarla”. Una producción de tantas de los 80, que la DIC produjo a un bajo precio para venderla por todo el santo mundo.

Los personajes fueron rediseñados con un estilo redondeado de lo más pepón, los humanos cobraron más importancia y los guiones eran conformados por diálogos y más diálgosos, poco slapstick y unos argumentos totalmente intercambiables con la mitad de series del momento. Tanto es así que hasta su largometraje, Isidoro, la película, no eran más que episodios remontados, con Isi contando batallitas a sus sobrinos y arreando. Eso sí: la voz del gato tenía mucha gracia, la única arma de la que solían disponer estos dibujos poco inspirados.

Lo más memorable, efectivamente, era la propia la canción de apertura, interpretada por Carmen Carreter, que también dio voz a la sintonía de Los Aurones o Los Diminutos, dando un distintivo toque rockero a la letra de Amado Jaen, autor de prácticamente todas las cassettes para niños. Por lo demás, y si no recordáis ningún episodio memorable durante sus dos temporadas es porque… no los había. Cumplía su objetivo de tener callados a los críos antes de la siesta y ya está.

Mientras, el personaje tenía una segunda vida algo más entretenida: la Marvel de Jim Shooter se apercibió de esa popularidad de Heathcliff entre los niños, una que no era correspondida con el trabajo de Gatley, así que bajo su sello infantil Star, consiguió licenciar una colección mensual en comic-book, con historias más largas creadas por gente de la casa. El resultado: más de 50 números y algún spin-off, que fueron publicados por Cómics Forum en España con similar éxito: en España, el gato Isidoro vendía mejor que Iron Man o Thor. Ni Waitiki ni Waitiko. ¡Y encima pusieron Calvin y Hobbs de complemento!

La serie de DIC y sus repeticiones en canales autonómicos mantuvo al personaje en el recuerdo en países como el nuestro, donde la tira cómica nunca tuvo continuidad, llegando incluso a tener reposiciones en el nuevo milenio, además de editarse varios DVDs donde, ahora sí, podemos a los Entrecats en todo su esplendor. La cosa es si, como padres, deberíais someterlos a ver una serie tan ramplona cuando ahora podemos escoger entre miles de series de animación de ayer y hoy…

Como digo, el personaje ha seguido publicándose en los EEUU, disfrutando de un cambio de dirección desde el 2000 comparable solo a lo que hizo Bobby London con el Popeye de sus últimos años. Esta mutación no ha pasado desapercibida a muchos lectores curiosos, y le ha granjeado una cierta fama como cómic de culto. A día de hoy, podéis disfrutar de sus nuevas historias a través de Go Comics, y también del homenaje que le rendimos en podcast, con su “theme song” como pieza destacada. Quizá algún día se le haga justicia y componga, por fin, un disco con canciones dedicadas al gato, y no esta pequeña estafa con la que timaron a más de un niño. ¡Cosas como estas pasaban en los 80 todo el rato y de eso no os acordáis! Al menos, seguro que muchos niños adoptaron un gatito gracias a los dibujos dichosos y más concretamente, a esa canción. No hay mal que por bien no venga.