Como en el caso de la autobiografía de Screech, me alegré sobremanera de la aparición de algún libro, del tipo que sea, sobre una serie que devoré con avidez en su día: Padres Forzosos. No hay excusas: la veía simplemente porque me hacía gracia. Estaba en la edad. Y aún me quedo a verla si pillo alguna repetición.

El libro que nos ocupa se otra biografía de un actor infantil, concretamente, de Jodie Sweetin, la hermana mediana, Steph, la de “que grozero”, la propietaria del “zeñor ozo”. Un personaje que, a pesar de ser la hermana mediana, atrapada entre la teenager DJ y la “adorable” bebita Michelle, consiguió que los guionistas no la olvidaran y tuviera sus gags, sus frasecitas pegadizas y sus episodios dedicados. Cosa que no consiguió, por ejemplo, Judy de Cosas de Casa. ¡Afortunada que fue! O es que, sencillamente, tenía gracia y les gustaba escribir para ella.

UnSweetined va al grano, y en cosa de unas páginas ya tentemos a su protagonista hablando del rodaje de la serie: tampoco hay una carrera anterior que destacar. Era muy pequeña, y eso es uno de los dos inconvenientes para que Sweetin cuente cosas con mucha chicha. Sus horas limitadas de rodaje hacían que solo se relacionara, principalmente, con las otras tres chicas. Con Candance Cameron se llevaba bien hasta que esta entró en la edad del pavo, y la despreció, como todos los hermanos mayores hacen con los mocosos. Con la que mejor se llevaba por lo visto, era Kimmy Gibler, aka Andrea Barber, a quien describe como generosa, amable y atenta. Y no: no parece que le olieran tanto los pies como en la serie.

El otro motivo por el cual presenta tan pocos trapos es que … ¡todos los miembros del reparto de Padres Forzosos se llevaban muy bien! O eso percibía nuestra protagonista. Y dado que la serie aguantó 8 añazos sin que ninguno de los actores dejara la serie, y que la Sweetin cuenta como aún hoy en día siguen haciendo reuniones para comer juntos y se visitan el uno al otro, diríamos que es verdad.  Bien para ellos, malo para lector, que nos quedamos sin peleas o envidias de las que disfrutar.

De modo que hacia la página 50 ya hemos terminado el repaso por los años de Padres Forzosos. Años como digo, felices, de muchas risas y juegos con sus hermanas y la Tía Becky, sin más anécdotas que conocer a las novias de Tío Joey y Tío Jess (Alanis Morrisette y Paula Abdul, respectivamente) y  alguna escena destacada, como las de el primer beso o el episodio donde aprende que fumar está mal. Es ahí donde comienza lo que le interesa de verdad a la Sweetin y lo que menos me interesaba a mí: sus problemas con el alcohol y las drogas. O más bien, su falta de problemas, porque le gustaban mucho. Demasiado.

La primera vez que se cogió una borrachera fue en la boda de la recontracristiana Candance Cameron, su hermana en la ficción. Y se ve que le moló, porque pasó el resto de su paso por el instituto bebiendo como una cosaca y comenzando a consumir metadona. Entre otras cosas, para demostrar que no era, ni mucho menos, la dulce. Por llevar la contraria y por aburrimiento, básicamente. A partir de ahí, la bebida domina su vida y el resto de la narración.

Aún en el instituto la chica empieza a probar las drogas y es un no parar: toda una vida dedicado al sano deporte de la juerga descontrolada. Los ahorros de 8 temporadas y posteriores royalties garantizaban que nunca le faltaría la escama de calidad y fondos para organizar tremendísimas fiestas energizadas a base de bebida y cocaína. Nuestra amiga sí que tuvo varios de esos ‘Resacones en Las Vegas’ en las que a saber que tomó y a quién se folló. El mundo de la TV es asín.

Por momentos, nos recuerda a una versión light y femenina del The Dirt de Mötley Crüe, con sus correspondientes recaídas, infidelidades, pérdidas de memoria, rehabilitaciones y demás cosas de los drogadictos. Y así llegamos a su situación actual, con la chica dando charlas  por universidades advirtiendo de los peligros de la droja y cobrando cuantiosos cheques por ello… que luego volvía a “invertir” en qualudds y otros vicios aún más feos. Que bien se lo pasaría con nuestro Richard Benson.

Tanta droguita y tanto escándalo le granjeo la enemistad de la puritana de Candance, el rechazo de la Olsen (que se meterán tanto o más, pero aún no se les nota), y el interés de Playboy por presentar un par de shows de TV en plan golfo. No hay mal que por bien no venga, debió pensar. Ahora, con 30 años, la chica tiene ya dos divorcios y varias estancias en clínicas de rehabilitación a sus espaldas. En las páginas finales nos jura y perjura que no volverá a caer (je), pero a día de hoy sabemos que la pobre fue incapaz. ¿To be continued?

Como he dicho al principio, es un libro frustrante para los fans del show, puesto que la mayoría de los problemas de la chica vienen después del rodaje de la serie. Tiene su interés, pero de historias como la de Sweetin está Hollywood llena, algunas bastante más salvajes. Es entretenidillo y no está mal escrito, pero solo lo puedo recomendar a  los muy muy fans de la serie. El resto tendremos que esperar a un “companion” o la biografía de alguno de los mayores, en los que se dedique a contar como fue aquello desde el punto de vista de un adulto. Me parece a mí que como no sea el John Stamos

PD: Como siempre, la mejor manera para haceros con él es pedirlo a Book Depository. Baratito y sin gastos.

Ah, y sí.  Yo también melafo, a la jodía. A la Jodie.