El mundo del rock, al igual que sucede con el del videoblog, es campo abonado para gente de ego enorme pero escaso talento. Es en este entorno donde pueden aparecer elementos como nuestro protagonista, que más inri es italiano, que es casi lo mismo que si decimos que es español. Y como van a comprender tras leer este texto, le amé desde el primer momento en el que le conocí, de la mano de mi amigo Marko Di Roma.

El hombre. El mito. La leyenda. Hoy hablamos del rockero más auténtico y singular que ha conocido Italia. El inimitable Richard Benson.
Richard presenta desde hace años un inenarrable programa en el canal local romano Televita. Allí, durante un par de horas, pincha videoclips de hard rock y, sobre todo, se dedica a dar su opinión sobre cualquier tema que se le ocurre. Principalmente, sobre el mundo de la música: la crítica de discos recientes o el comentario de noticias recientes del mundillo son siempre una parte importante del show.

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Aquí, por ejemplo, le tenemos opinando sobre un disco de Steve Vai, uno de sus enemigos jurados. Benson cuenta, con unos argumentos aplastantes, como el pesadísimo y narigón guitarrista no sólo se repite y no ha hecho nada bueno desde su primer disco (y ni eso añadiría yo), sino que echa en cara los supuestos PLAGIOS del tipo. El argumento es incontestable: “STEVE VAI, DE TODAS LAS NOTAS QUE HAY EN EL MUNDO, ¿POR QUÉ TUVISTE QUE ESCOGER ESAS DOS?” Y desde aquí añadimos: ¡PLAGIADOR! ¡SCHIFOSI!

Pero… ¿quién acredita a Richard para opinar sobre estos tipos? ¿Con qué autoridad opina de estos tipos? Pues con toda la del mundo. Richard conoce el mundillo del derecho del revés. Ha editado discos en la época dorada del metal (un par de singles en los 80) y girado por medio mundo. Afirma él que, en uno de sus conciertos en Canadá, se acercó a verle “un chico flaco, descolorido”, que iba con su padre. Ese chico resultó ser… MARLYN MANSON. Sí: Marlyn, y no Marilyn, puesto que él afirma que se pronuncia así. Y dado que es medio británico y que habla perfectamente inglés, habrá que creerle y corregir nuestra pronunciación.

Pero antes que presentador o crítico, Richard es, ante todo, un ARTISTA. Así, con mayúscula. Uno capaz de componer conmevedoras obras, y conseguir colaborar con genios como el mismísimo Ennio Morricone. Claro que Morricone no está al corriente de dicha “colaboración”, ni la autorizado, ni nada de nada. Ni falta que hace, dado que la colaboración consiste en poner un tema suyo por ahí y hacer él su numerito. Richard creó una pieza de arte moderno llamada “El Cristo Canaro” (lavaperros). En ella, el genial músico conecta con “su yo salvaje” y se transforma en esta peculiar versión del mesías. Seguro que Ridley Scott lo vio al a hora de planificar el guión de Prometheus.
No se pierdan tampoco el ending de su programa. Por favor. No se lo pierdan. Está en el vídeo de arriba. Minuto 5:00. Auténtica épica en movimiento, con Benson gritando como un poseso mientras galaxias enteras explotan detrás de él, al compás de su sufrimiento. Así sí nos quedaríamos siempre a ver los créditos.

Los talentos de Richard también alcanzan parámetros más medibles y menos “artísticos”. Como por ejemplo, su gran destreza con la guitarra, que le llevó a sacar un par de vídeocursos en los que enseñaba la técnica que él ha calificado como “La hipervelocidad”, consisentenet en monguear todo lo deprisa que puede con el instrumento, de manera no tan diferente a muchos de los necios que tocan en esos grupos metaleros que tanto admiran. Richard se los come a todos con patatas.

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Richard tuvo su momento de gloria televisiva en un programa de La Rai 2 donde ejercía de crítico musical, y despachaba a los concursantes sin piedad. En este vídeo pueden encontrarle gritando a los músicos, y soltando algunas de sus muletillas como “Schifosi” (asquerosos), “El Pollo” (que exije sus fans le arrojen en los conciertos) o “BASTAAAA”. Aunque también recomiendo que no os perdáis otra de sus grandes frases: “LA GUERRA PIU TOTALE“.

Y es que Richard, a pesr de que el tiempo no pasa en balde, sigue realizando conciertos en directo donde toca todos sus grandes éxitos. Su principal exitoso, el tema Madre Tortura, que sus fans llaman Madre Perucca (Peluca). Los motivos son evidentes, y es que el los años no están siendo generosos con el tipo. Convertido en poco menos que un caricato, sus supuestos seguidores se dedican a insultarle y lanzarle cosas y sobre todo…¡POLLOS!

Estos recitales se han convertido en una celebración basuril del más alto orden, con Richard  contando historias de todo tipo (como su conocimiento de los seres sobrenaturales como goblins, kobolds, elfos y enanos, sus odiados enanos), su mujer dando vueltas por ahí, demostraciones técnicas del más alto nivel, insultos a la audiencia, invocaciones a Satanás y al Cristo Canaro… Richard sufrió un accidente a principios de los 90. Se tiró desde un puente. Algunos hablan de suicidio, pero “ni el puente le quería”. En todo caso, nuestro héroe se ve obligado a realizar sus conciertos sentado, lo que resta espectacularidad, pero ayuda a ganar intimidad. El público, el artista, convertido en un solo ser.

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Ahí le tenéis practicando su inglés (que el afirma dominar, puesto que tiene nacionalidad británica) ante Chad Smith y Glenn Hughes.

Richard sigue con su programa, ahora entradísimo en kilos, con sus pelucas de siempre y unas bio-armaduras a medio camino entre los X-Men de los 90 y Chimo Bayo. Un superhéroe rockero-catódico que sacrifica su dignidad por nuestro entreteniento, como tantos y tantos otros, que no duda en atender a niñas de 7 años y dedicarles uno de sus gritos y un par de “joder”.

En agosto presentará su nuevo programa y uno solo puede soñar lo que haría en un dueto con nuestro querido Nacho Espejo. ¿Os lo imagináis? Solo podemos soñar y añadir que ojalá se pase pronto por España a tocar, aunque tiene más pinta que seré yo el que se acerque por Roma para poder disfrutar de sus increíbles shows en directo.

Desde aquí os animamos a que sigáis investigando en la enorme lista de vídeos que nuestro amigo tiene en Youtube, que os pueden proporcionar diversión para años. Y lo que nos queda. ¡Larga vida a Richard Benson y su Cristo Canaro!