Tercer año de las Ludo Ergo Sum, tercer año que me paso por ahí. En apenas tres ediciones ya se han confirmado como las jornadas de rol y tablero más grandes de Madrid. Aunque este año con algún cambio.  El cambio de Madrid / Estrella (me pillaba cerquita de casa) a Alcorcón fue un punto negativo (para mí, claro),  y la causa de que no me pasara más que un día.

El pabellón era bastante más grande pero con baños más pequeños y empantanados.  Quejas aparte, la verdad es que lo pasamos muy bien: muchos amigos dando vueltas por ahí (¡un abrazo a todos!), y juegos, muchos juegos de todo tipo y condición, incluida una pequeña recuperación del rol, al que últimamente se veía muy pachucho en cualquier jornada. Además el público cada vez es más variopinto y se aleja de los robertitos, aunque no nos engañemos: los había a patadas, claro.

Nada más hacer el primer reconocimiento por las mesas de juego llamaba la atención una enorme maqueta con un anfiteatro romano. Allí se iba a jugar una partida de Circus Maximus, un juego de Avalon Hill del año de la tana de esos que nunca pude probar. Además, mis viejos amigos del Oráculo del Sur eran el resto de participantes, así que allí pudimos darnos hostias en las cuádrigas en una experiencia lúdica de las que no se olvidan. Bien que me gustaría tener el sitio en casa (y la habilidad manual) para montar algo así.

Al juego se le notan los años, siendo un diseño típico de los temáticos de los 80, con sus tablas para cada acción y mecánicas como planear la velocidad del turno en secreto. Claro que cuando comienza a ver como las cuádrigas se estampan en las curvas, como saltan sus ruedas, uno comienza a verle la gracia. En mi caso, los fieros gladiadores acabaron con uno de mis cuatro caballos, lo que dejó mi carro sin punta de velocidad y prácticamente fuera de la competición. ¿Dónde estaba la sociedad protectora de animales cuando hace falta? Aún así me di por satisfecho. Al menos terminé la carrera. Un juego muy divertido que me hubiera gustado tener en su tiempo.

Otros juegos que pude probar fue el Perudo: un juego de dados con cierta similitud con los chinos en el que hay que averiguar cuantos hay en la mesa y quien miente con sus estimaciones. A mí me vino bien para despejame depués de la acción romana del Circus, aún sin ser gran cosa. Para jugar un par de partidas está bien: es entretenido, es barato y los cubiletes son muy chulos.

Otro que pudimos probar fue Marrakech. Un juego que las chicas que venían conmigo (Montse y Aeon Flux, so curiosos) les gustó bastante: se trata de poner alfombritas en un tablero mientras un muñeco deambula por el tablero viendo cual de ellas compra. Tapar las alfombras rivales es un factor importante en el juego, no se pueden ir poniendo sin ton ni son. Los componentes son preciosos: pequeñas alfombras de tela de diferentes colores y una figura de madera muy graciosa representando a Omar, el comprador. Es pachanguero, y los control-freaks echarán pestes, pero es resultón y nosotros pasamos un rato bastante bueno.

Vamos sobraos de to

Lo mejor es que las jornadas venían precedidas de mis vacaciones por Alicante, donde pude reunirme con amigos y lectores de esta página como el señor Dani Simón, María  y Sergio.  Nos faltó Vuarnet.  Y cerraremos esta pequeña crónica lúdica con otro juego ambientado en la antigua roma. Colosseum es posiblemente el que más me gustó de todos. Aquí se trata de acumular recursos para montar un espectáculo en un coliseo. Conseguir estos recursos cuesta dinero, ya que habrá que adquirirlos en pujas y arrebatárselos a otros jugadores, aunque también podemos comerciar con ellos. Además, también podemos ampliar nuestro coliseo, añadirle tribunas… Lo que también tiene su coste, claro. Afortunadamente hay maneras de conseguir más dinero: hacer espectáculos más pequeñitos mientras seguimos acumulando recursos para el gran final.

Yo me convertí en poco menos que en El señor de las bestias, a base de acumular leones, como Leo que soy, caballero de Aiora. Un juego muy divertido y con cierta interacción para ser un eurogame puro y duro. La inclusión de un tablerito donde unos senadores y el César van dando vueltas y que podemos usar a nuestro favor y para fastidiar a los demás le dan un puntillo muy divertido. Nos encantó a todos los que lo probamos y además lo distribuyen los chicos de Edge.

La plaza estaba abarrotá

Y con esto doy por concluido esta nueva incursión en el mundo de los juegos de mesa, la crónica del evento menos cool que leeréis en mucho tiempo.  Habrá más: el mercado pasa por un momento dulce y parece que cada vez somos más los fans de este tipo de entretenimiento. Sin ir más lejos, tengo que hacer un regalo a un hermano y no sé que juego comprarle…