Permítanme un pequeño inciso mientras damos los toques finales a virucom 5.0. Algunos ya se sabrán que actualmente estoy colaborando con Telecinco.es en diversas labores relaccionadas con Gran Hermano 11.
Hoy estoy de visita a mi familia en Alcalá, viendo el programa con mi hermano Javier. Y en un momento dado no nos ha quedado más remedio que mirarrnos y partirnos la caja durante un largo rato. El motivo: el nivel de aberración que puede llegar el programa, siempre buscando “sorprender a la audiencia”. A una largo resumen de insultos de “puta” y “zorra” añadimos la reunificación de las dos casas y la entrada, atención, de una familia de aborígenes de Nueva Guinea que pasarán a vivir con los Arturo, Indhira, Bobardo y los demás. Los dioses de la TV deben de esar locos.
Y por si esto ya fuera poco y no estuviéramos alucinando bastante, Mercedes Milá nos anticipa la guinda del paste radioactivo: a continuación actuarán en la casa Manu Carrasco y Malú.
Con dos cojones.
Y he tenido la sensación de estar viendo un hito en la TV. Unos niveles no alcanzados desde el mítico Todos contra Apeles. Verdadera historia de la televisión en directo.
Paso más de ocho horas diarias viendo el programa. Y tengo que confesar que aún así, me lo llego a pasar en grande.