Es bastante natural que cuando se muera alguna celebridad, reciba correos solicitando algún tipo de esquela en virucom. O que incluso yo me lo plantee. hacer algún tipo de tributo al fallecido. En este año 2009 de apocalipsis pop estamos batiendo todos los records, me resisto a convertir esto en un perpetuo obituario. Pero algo tenía que decir sobre Andrés Montes, mi locutor deportivo favorito y al que curiosamente tenía pensado entrevistar ahora que había dejado La Sexta. Había comenzado a mover el tema, pero las preguntas que estaba preparando, me temo, quedarán sin respuesta.

De Montes solo se puede decir que era un renovador y un locutor totalmente único dentro de la muy gris caterva de encargados de retransmisiones deportivas. Tras muchos años de profesión recaló en la madrugada y en la NBA, donde le descubrimos muchos. En semejantes concidiones, y con tanto tiempo muerto y parón para faltas, Montes y su compañero Antoni Daimiel tenía que hacer lo posible para entretener. Solo en este contexto se pueden comprender sus miles de muletillas y motes, desde el sueño, el hastío y la complicidad. Así nos aprendimos de memoria como funcionaba La Computadora de John Stockton y quienes formaban parte del siempre memorable Consejo de Administración de Gepeto Brothers. Cuando el partido estaba sentenciado, gustaba de divagar y tener larguísimas conversaciones consigo mismo que solía rematar con un “¿No, Daimiel?”. Y el pobre Daimiel se quedaba como nosotros: sin saber que leches decirle y sacándose de la manga la estadística de triples del segundo año de universiad de Reggie Miller. Tiempo de Miller, Tiempo de un Killer. Desgraciadamente, para muchos se quedó en eso, en un Chiquito de la Calzada del deporte, pero otros tantos amábamos su manera de retransmitir, donde siempre había sitio para el humor, la gastronomía, el cine y la música.

Cuando Pau Gasol recaló en los Memphis Grizzlies, al pobre Andrés le cayó un importante marrón: tener que transmitir decenas de partidos de un equipo mediocre que encajaba derrota tras derrota ante Tim “Siglo XXI” Duncan, así que lo más normal del mundo es los partidos se convirtieran en sucesiones de expresiones raras de las suyas y charlas sobre comida y anécdotas de viajes. Claro que cuando uno está medio muerto de sueño a las 3 de las mañanas viendo lanzar piedras a Greg Ostertag, agradece cualquier cosa. Y poco a poco, aquello se convirtió en un lenguaje secreto que compartía con nosotros, arropados con la complicidad que da la noche y que tiene la gente que, en lugar de estar durmiendo para madrugar e ir a trabajar al día siguiente, anda golfeando un martes. Estudiantes y parados, miembros casi todos del Calazabaza’s club le debemos muchas, muchísimas noches de grandes momentos, que no dudábamos en repetir a gritos el viernes en el bareto de turno, ante muchas miradas de incredulidad. Los Youtube no hacen justicia a aquellas madrugadas luchando con el sueño para ver a E.T partirse la cara con los pivots americanos.
Acostumbrados a la monótona cantinela de los José Ángel de la Casa, ideal eso sí, para el insufrible peloteo en el medio campo en el cual consiste buena parte de los partidos de nuestra superliga, el estlo de Montes chirriaba a muchos en el fútbol. Además, la flema de Daimiel casaba mucho mejor con el estilo de Andrés que los chascarrillos de Salinas o Iturriaga. Y aún así, a mí me seguía gustando y mucho. Será porque sólo me vi la Eurocopa y punto, pero me seguía gustando y haciendo gracia. Y lo de Tiburón Pujol, más que acertado. Ahora que dejaba La Sexta, tenía la esperanza de que volviera a hacer NBA y que retornara con Andoni Daimiel, al que los músculos sientan de puta pena (parece un Pikmin morado). Y de realizar aquella entrevista. Como homenaje, prometamos luchar siempre y con todas nuestras fuerzas contra el Amarrategui Plus.