Cuando estrenaron Dragon Quest, las aventuras de Fly, me enganché. Y me flipé, incluso más que con otras series. Pero tras disfrutar aquellos 47 capítulos, la serie no concluía la historia y el manga fue cortado en España las pocas ventas: que nadie te reenvíe un mail comentando imbéciles demuestra que no tuvo mucho calado por aquí. El otro día me vino a la memoria la serie y pensé que quizá existía una fantraslation del tebeo. Y así era. De hecho llevaba años disponible, esperando que me acordara de ella y tuviera ganas de leerla, y ver de una maldita vez como terminaba aquello. 27 tomacos que tenía por delante, pues los dibujos solo llegaban hasta el nº10 de los 37.

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Mi flipamiento estaba bien justificado. Aunque poco sabía de sus orígenes, todas esas listas de objetos con precios y conjuros de cuya fuerza aumentaba progresivamente me sonaban a rol que te cagas. De hecho inventé mi propio juego de rol basándome en la serie, a base de ver varias veces los episodios para apuntar los nombres de los conjuros, estudiar los golpes de los personajes, etc… Además así di buen uso a los dados de 12 caras, que siempre andaban muertos de risa. Aunque solo jugamos una vez, gustó a mis playtesters. Luego me enteré que el tebeo está basado en un juego de rol, de consola en este caso, que aquí no conocía ni cristo pero que arrasaba en Japón.


Aunque yo no lo supera, abundaba muchísimo el metaelemento rolero. Me encanta que los personajes sean capaces de saber que aún no tengo suficiente nivel para lanzar un conjuro o utilizar un ara, o que sean tan consciente de la cantidad de energía mágica que les queda. Todo esto tiene mucha más gracia cuano lo dice un cocodrilo de dos metros con armadura y hacha (mi hermano y yo nos partíamos en casa con Crocodine).
De lo que si se daba cuenta uno hasta por entonces es de la influencia de Dragonball. Aunque no salía Krilín (y por lo tanto para muchos era una mierda), el protagonista hiperfuerte y asilvestrado desfile de malos que se pasaban al bando de los buenos, técnicas secretas, batallas hiperbólicas, resurreciones y un pretendido protagonimo coral que luego devenía en un único personaje capaz de hacer frente a los villanos denostaba que la larga mano de Toriyama, que había creado los personajes del videojuego y de cuyo canon gráfico tampoco se desviaba mucho la serie. E hizo un trabajo estupendo con los diseños; especialmente con los generales de los ejércitos malvados.

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Y estoy disfrutando esta relectura y continuación, porque tenía mucha gracia. De hecho, me sigo cabreando cuando veo que Pop, mi personaje favorito, por mucho que alcance un nivel 31 de mago, seguirá siendo un paquete porque el guión así lo exige. Y si me frustra, eso es que el guionista lo está haciendo bien. Tiene todos los lugares comunes de los shonen de acción, más de un personaje con mucha gracia y repleta deesa pequeñas tonterías que tanto nos gustan a los que seguimos estas cosas.
Dado que el anime terminó tras solo una temporada, supongo que los espectadores le dieron la espalda, aunque no veo que esté por debajo de cosas como Bleach o Yu Yu Hakusho. En todo caso, nunca es tarde si la dicha es buena y me lo estoy pasando bastante bien redescubriéndola. Casi me entran ganas de echar un vistazo al juego, aunque a mí los JRPG nunca me han gustado demasiado. Nunca es tarde si la dicha es buena, y bien que estoy disfrutando este DragonQuest, aunque sea tan tarde.
Eso sí, como pille al que cambió el opening original por la sosura aquella francesa le meto un palo que le avío.