Estimado lector de Pyjamarama! (las Parvadas de Wally Week!):
Es usted libre de aplicar o no el siguiente decálogo en su blog o el de su amigo fácilmente manipulable.
Atentamente, Wally Week.


1. El uso paródico del apelativo “amiguitos” para referirse a su público está muy sobado. Lleva tanto tiempo en uso que sólo sirve para condenarse al rebufo de otros muchos autores graciosos antes que usted.
2. El exceso de autocrítica sufre del efecto Pac-Man: aproximarse demasiado a un extremo hace que salgamos por el opuesto. Corresponde al público decidir si sus chistes o juegos de palabras son malos y merece usted la (metafórica) muerte. Abusar de coletillas como “Oh, por Dios, mátenme” o “Qué risa doy” después de un chiste “malo” no siempre benefician, a veces dejan al público pensando “Y si hasta él le parecen malos, ¿por qué hace tantos?”
3. Abandone la autojustificación. Aunque el público es la razón de ser de un autor, la obra no les pertenece. Al final el que quiera aplaudir su opinión lo hará igualmente, y el que tenga ganas de bronca no se va a detener ante una sincera declaración de intenciones.
4. El público es la auténtica razón de ser de una obra, pero no es parte de ella. Mientras que las opiniones, críticas y propuestas de ampliación la enriquecen, el exceso de colegueo y los enfrentamientos entre comentaristas suelen ensombrecerlo.
5. Si, pese a todo, jura que escribe para usted y no le importa lo que piensen los demás, cierre los comentarios o perderá credibilidad a un ritmo de vértigo.
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Los juegos de palabras molan. Los montajes molan. Scanners mola. Sumarlas todas no tiene por qué.
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6. Evite el uso reiterado de expresiones, tanto propias como ajenas. Las propias cantan a intento chusco de sentar cátedra (“Como dice Wally Week: Siempre Hay un Puto Dani“) mientras que las ajenas no le pertenecen y, por tanto, no sólo empañan cualquier asomo de originalidad, sino que corre el peligro de que las usen otras sesenta mil personas y esté tan quemada que en lugar de empatía, provoque hastío (“Los actores están bien, aunque el Chuache está viejuno“)
7. Si su vida privada carece de anécdotas divertidas, aburrirá a la mayor parte del público y sólo atraerá comentarios intrascendentes y por compromiso. Los únicos lectores a los que satisfará son sus enemigos potenciales (en busca de armas que utilizar en su contra o bien ansiosos de disfrutar con su desgracia) y un público similar al de la prensa rosa, al que por lo general todo blogger critica con dureza.
8. Basar una entrada en copiar o enlazar una de otro autor evidencia que no tiene usted nada que contar y, por tanto, hace inexplicable que se siga identificando como autor de algo. Además, en el improbable caso de atraer comentaristas, se los estará dando al otro blog.
9. Machacar algo no sólo es más fácil que ensalzarlo, también hace que el resultado sea más divertido, al favorecer observaciones mordaces y chistes al respecto. Mientras que las opiniones positivas suelen incidir en los mismos puntos (vista una, vistas todas), las negativas ofrecen mayor diversidad. Siempre y cuando vayan más allá de la mera burla descerebrada.
10. Evite las valoraciones extremistas, tanto favorables (“Obra maestra”, “David Fincher es Dios”, “El Caballero Oscuro es la mejor película de superhéroes que se ha hecho jamás”) como contrarias (“Puta mierda”, “Spielberg no hace más que basura”, “Spiderman 3 es un sacrilegio para los seguidores del cómic”). Ese atisbo de absolutismo no sólo empobrece una opinión, acercándola a la crítica masificada, sino que llama al desastre.
Estos diez consejos se resumen en dos: Ni jijijijiji, ni pollas en vinagre.