Les voy anunciando que el jueves día 20 viene estaré en la Universidad de Valencia, con un montón de buena gente hablando de videojuegos juegos. Pero antes quería hablarles un poquito del viaje que hice a Pamplona, con fines parecidos, salvo que esta vez el tema de las charlas era sobre cine de kung fu. Obviamente, al quedarme un par de días, tuve tiempo para callejear e ir conociendo la ciudad, que me encantó por cierto, y hasta encontrarme con Javier Albizu, amigo lector y bloguero que vive por allí. En mi vagabundeo acabé entrando en una tienda de segunda mano de las de toda la vida, repleta de reliquias y antiguallas.
Ropa y recuerdos de la guerra civil, extraños libros en francés, discos de gramola, cassetes a tutiplen… Todo ello cubierto de una fina capa de polvo que iba limpiando involuntariamente con la yema de mis dedos, que se iban llenando de mierda progresivamente. Pero no me importaba, y mucho menos después de descubrir esto:

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Un mueble entero, de unos dos metros de alto, repleto de cintas de VHS grabadas de la tele. Unas 400, calculé yo. Me sentía como los primates de 2001 ante el mítico monolito. ¿Qué secretos esconderían? ¿Qué ignotas grabaciones primigenias estarían registradas en sus bobinas? Los ojos me hacían chiribitas y comencé a investigar. El contenido estaba indicado en unas hojas de libreta en el interior. Según me contó el dueño, se trataba de un señor mayor que, recién jubilado y a falta de otro hobby, se dedicaba a grabar todas las películas del día. Tras un par de años se cansó del asunto y se metió a un convento “o algo así”, y vendió las cosas que tenía por casa, incluido esa estanterías de la fantasía y la felicidad que yo estaba examinando.


Evidentemente me era imposible examinar centenares de cintas antes de irme a comer y a coger el tren. El pensamiento me torturaba. Pero al menos tuve la suerte de, en la segunda o tercera cinta, encontrarme con una mayúscula sorpresa. Esta:

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No podía creérmelo. Tuve que para la búsqueda para tomar aliento y asimilar la idea. POR FIN la había encontrado. Tras años de búsqueda, Loco campamento, ligar o morir, volvería a estar en mi poder. Jamás pensé que fuera posible. Veréis, esa película es ni más ni menos, que LA PEOR PELÍCULA DE CAMPAMENTOS jamás rodada. La vi hace años una madrugada en Antena 3 y no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Está llena de buenas intenciones, pero tiene una ejecución tan calamitosa que hace que te frotes los ojos ante lo que estás viendo. Es inolvidable, pero cometí el error de borrarla al poco tiempo y llevo unos 10 años tratando de recuperarla. Aunque fue editada en video es prácticamente inencontrable y (en su día) era imposible determinar el título original, sin recordar ninguno de los actores. Ahora, claro, está en DVD… pero sin el doblaje hispano. La fecha de la grabación me confirma que corresponde al pase que pude ver yo. Y ahora, por fin, vuelve a estar en mis manos. Mía, solo mía.

Me llevé alguna otra cinta (Salvaje Kid, La batalla del campamento), pero el recuerdo del monolito del VHS me reconcome por las noches. ¿Qué otra joyas se encontrarán ocultas allí, dispuestas para que algún hereje me las arrebate? Seguro que había verdaderos incunables que aún descansan aún, plácidamente, esperando que alguien que sepa apreciarlos los recupere y los lleve a casa. ¿No les ha pasado alguna vez? A mi constantemente. ¿Qué tesoros habría en esas cubetas de discos que no pude examinar aquí, o en esas estanterías que no pude revisar allá? La conciencia me remuerde cuando me dejo un rincón por investigar. Tengo que volver.

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Y tengo que volver por lo bien que, tesoros aparte, me lo pasé. Quiero dar las gracias públicamente a Andrés por confiar en mí para esta historia y también por su educación, ayuda y diligencia. La charla sobre cine de kung fu, que realicé acompañada de la sapitentísima Nuria Álvarez (también amiga de Cineasia) y el Sifu Txarly fue todo un éxito y a la postre, la más valorada por los alumnos de la universidad pública de Pamplona. Además de varias proyecciones, copiosas y deliciosas comidas y otras interesantísimas conferencias (flipado me quedé con la sapiencia del resto de ponentes), tuvo lugar una exhibición de Kung Fu, en la que, para variar, me lesioné una pierna. Ni Hong Kong Fui, vamos.
Como digo, debo regresar. Y no sólo a rebuscar en las cintas, aunque sé que aún me esperan ahí, durmiendo tranquilas hasta que llegue quien las extraiga de la roca. Sé que mis pesadillas, esos extraños sueños repletos de melodías infernales que atormentan mi alma no cejarán hasta que pueda llevarme el mueble entero a Madrid.