Igual es porque crecí viéndolo en la tele, gracias a los videoclubs, pero hay algo en el manga añejo que hace que me guste especialmente. ElL manga de los 70 tiene un sabor especial, sigue teniendo su duende, me sigue oliendo a azahar, me gusta estar con su gente. Confluencia de autores, de tendencias, que nos dieron obras imperecederas como Yamato (aka Star Blazers), Ashita no Joe (El Campeón que boxeaba en Antena 3), o Black Jack. Y es ese sabor lo tiene también. a con La ventana de Orfeo y con Bajo el aire.

Y eso que en realidad son dos obras que no se parecen en nada o casi nada. Les cuento


. La ventana de Orfeo es un Shojo que para todos los amantes de los dramones a lo Candy Candy o el (puto) Perro de Flandes es como maná caído del cielo con un target perfectamente definido y una obra que toca todas las características que el género tenía en aquella época. Ambientada en la (para ellos) exótica y romántica Europa del siglo XIX trata la odisea de Julius, una bella mujer que se ve obligada a hacerse pasar por un hombre para un día poder reclamar la herencia familiar y continuar sus estudios de piano. Por si fuera poco, la adolescencia le trae las complicaciones del corazón, debatiéndose entre un amor imposible con un temperamental rival ya prometido y las atenciones de un dotadísimo y educado estudiante nuevo.

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Leyendo esto es cuando uno se da cuenta de lo que echa de menos el shojo antiguo: las mil y una desgracias. En obras más modernas, la cosa gira en torno a la indecisión de la protagonista de poder decidir que chico merece sus atenciones… Pero aquí además las desgracias se van acumulando, como en las grandes, buscando un lacrimógeno impacto potenciado por un dibujo repleto de estilizadas figuras, ojos enormes y llorosos, pétalos de flores que caen, declamaciones al viento. Un manga canónico a cargo de la autora de La Rosa de Versalles, ahí es nada. Muy entretenido si os gustan estas obras. A mí sí.

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Por su parte Bajo el Aire es un manga oscuro, sórdido incluso, la obra de un autor cada vez más desengañado. No es ninguna saga que se extienda a lo largo de varios tomos, sino una recopilación de historias cortas que realizó el maestro Osamu Tezuka durante un par de años, en los que su autor veía como su estudio de animación iba hundiéndose en la miseria. Historia cínicas, algunos con temas escabrosos como el racismo, el incesto, la crueldad humana… y otros más cercanos a la ciencia ficción con preguntas sobre la mortalidad, la condición humana, la inteligencia artifical, etc… Abundan las sorpresas finales al más puro estilo Twilight zone o Cuentos desde la cripta, si bien la obra se resiente cuando el mensaje del autor es muy evidente, como suele suceder con los relatos “moralizantes”. Afortunadamente no es un caso que se de mucho.

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Su dibujo es el de siempre, así que aquellos con alergía al estilo de cartoon amable de Tezuka que se olviden. Lo único experimental en su arte tiene que ver con la composición de ciertas páginas y la utilización de ciertos planos y recursos que no abundan en sus otros títulos. Una obra experimental cuyo resultado varía entre lo bueno y lo brillante. Muy recomendable para cualquier tipo de público, y una interesante aportación a la obra de un autor al que todavía le tengo que leer algo malo. Que pesados somos con él sus fans ¿verdad?

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Me imagino que ninguno va a ser un éxito de ventas, dirigiéndose a targets muy concretos… incluso cabe que la publicación del recopilatorio de Tezuka se daba a otros criterios más allá del netamente económico. Pero entre la avalancha de basuras, reediciones y recopilatorios que han sido las novedades del Saló de este año, destacan con luz propia. Tanto esos arranques de ciencia-ficción humanista de Bajo el aire como esos culebrones europeos de La ventana… son muy típicos del cómic japonés de aquella época. Y siguen molado. Voten con su cartera y digan a los editores que queremos más joyitas de esta época. Porfa.