Damos la bienvenida a nuestro nuevo colaborador El cable Azul con este reseña.
Doha es coreano. De Corea, Corea. Prácticamente nuestras antípodas. De pequeño pensaba que en las antípodas la gente caminaba al revés. Leyendo El Gran Catsby, uno se da cuenta de que es verdad, que en una barriada de chabolas coreana la gente va cabeza abajo, exactamente igual que aquí en Madrid.
Descubrí este manhwa por accidente, buscando un regalo para mi chica de entonces, que es una fanática de los gatos, como gran parte de la parroquia viruetera. Lo hojeé en la librería y me di cuenta de que ese gatito tan mono llevaba un condón en la mano. Unas páginas después, había un enorme bulldog follándose por detrás a una gatita rosa que no paraba de fumar, y pensé que quizá no era el regalo idóneo para ella; ante la duda le compré el primer tomo de Bone y me llevé el Gran Catsby para mí. El dibujo era tan… bonito que no pude evitarlo.

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Y esa palabra la clave, Doha nos ofrece una comedia romántica brillante, atrevida, divertida, tierna y sobre todo poética, bonita, en definitiva. Lo que nos cuenta son cosas que a casi todos nos han pasado, pero tiene la habilidad de transformar lo más sórdido en algo lírico, lo más ñoño en algo divertido y lo anecdótico en trascendente. Ese móvil que no suena, esa ex que aparece en tu puerta justo cuando has conseguido rehacer tu vida, ese amiguete que en el fondo está como una puta cabra pero que es el único que puede meterte algo de sensatez en la cabeza… todo se vuelve divertido y bonito, sobre todo bonito.
¿Hay un lado malo? Lo hay: cada tomo sale por 15 eurazos, y eso es mucho dinero para un cómic que se lee en menos de una hora. Doha tiene un estilo cien por cien anime, sus viñetas son enormes y utiliza textos cortos y sencillos. Sin embargo carga cada frase de significado y cada fondo de tal grado detalle que permite varias relecturas en las que siempre encuentras algo nuevo.

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Resumiendo un poco el punto de partida de la trama, Catsby es un perdedor sosainas que, inexplicablemente, tiene una follamiga preciosa que un buen día decide casarse con un potentado, y es el momento en el que a Catsby se le viene el mundo encima. Houndu, su compañero de piso, se lo lleva de fiesta para animarle pero no termina de conseguirlo, y entonces entra en escena Sol, una gatita rubita que entra en su vida como un tornado.
El Gran Catsby está entre un poema de Bukowski y el Odio de Peter Bagge, sus apenas cinco personajes logran atraparte desde la primera página y el barrio humilde en el que se mueven llega a convertirse en un protagonista más. Doha te hace reir, te emociona y remueve tus propias experiencias. Y además hay tetas, culos, alcohol, adulterio, cigarrillos y gatos. ¿Qué más se puede pedir?

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Al parecer ya ha sido adaptada al formato televisivo en un soap con actores reales que dudo que le haga justicia. Glénat acaba de sacar el tercer tomo de seis y, tomando prestado el eslogan publicitario de una de mis películas favoritas, no lo leáis si no queréis; lo vais a vivir de todos modos.