Está social y tradicionalmente bien vista la aversión hacia los perros cuanto más pequeño es su tamaño. Es decir, que yo hago una comedia en la que algún perro sale malparado y si es pequeño (“perro-patada”, los llaman; qué ingenioso desprecio), la gente se descojona. Esto suele ser porque a menor tamaño de perro, mayores probabilidades de que sus propietarios sean pijos, cursis, horteras o esa clase de viejos amargados que tuercen el morro cuando ven pasar a un chico con el pelo largo, y que llevan la leyenda”suegros indeseables” sobreimpresa en la jeta. Que como vimos la semana pasada, todo son prejuicios, señores, que es como tenerle asco a Snoopy o Mafalda.
En realidad, debería de ser al revés, que cuanto más grande, más asco nos diera. ¿Qué truños son más difíciles de sortear, y más deliciosos de contemplar en la acera? ¿Cuales revisten mayor peligrosidad para nuestras suelas? ¡LOS DE LOS PERROS GRANDES! Y, amigos, a menos que el dueño de ese mastín lo saque a la calle con una pala de obrero y un saco de arpillera, lo más normal es que lo deje donde está. Mientras que los “perros patada” dejan una especie de bellota fácilmente recolectable y que rara vez es tan grande como para untarnos la suela. Total, que con dar un taconazo se queda en el suelo, pudiendo proceder su ama o amo luego a la recogida y cordado para colgárselo del móvil (si la gente se cuelga esos espantosos chupa-chups en miniatura…)
La mayoría de las veces, los perros heredan el carácter de sus amos. Ahí tienen a Milú, igual de resabiado que Tintín, a Idéfix, tan bestia como Obélix, y a Führex, la mascota oficial del III Reich, que mordía a los perros de razas mixtas. Lo que sí portan siempre por parte de sus amos son los nombres, y créanme que muchas veces eso influye también en el carácter y comportamiento del animalito. Por ejemplo, un Dani sería el típico perro que no sólo se mea en el salón, sino que mientras dices “¿Qué coño he pisado?” te mira, moviendo el rabo, como si dijese “¿A que soy un gamberro entrañable?”. Y claro, uno le coge la cabeza y lo restriega contra el meado para que sepa que eso no se hace. Como quien coge al niño que le ha pintado un “cuadro” con ceras en el pasillo, y le estampa la cabeza contra la obra de arte para que sepa que A.- eso no se hace y B.- las vacas tienen CUATRO PATAS.
Los nombres de los perros obedecen a varias categorías, y beben directamente del carácter y condición del dueño. Así, el perro de una familia con niños pequeños, llevará por gracia algo sugerido por estos, que no se cascan mucho la cabeza y tiran de dos fuentes:
Referencias a su propia subcultura: Pluto, Pikachu, Bart, Rosenvinge… El bochorno de los padres cuando tienen que regañarlos o llamarlos por la calle es cojonudo. Que un señor letrado hecho y derecho vaya por la calle con una correa rota y gritando “Pocoyó! Pocoyó , ven aquí, me cago en la leche!” puede ser el fin de su credibilidad como profesional.
Inspiración evocada por el propio animal: ¡Ojo! Recordemos que, salvo contadas excepciones como los chihuahua, que son como las sorpresas especiales de los Kinder, y salen montados y pintados para no cambiar jamás, el resto crecen y cambian. De modo que ese cachorrito recogido y dormilón, “Bolita”, puede alcanzar las dimensiones de un bote de remos. Y ese es el problema, que a los siete meses “Bolita” digievoluciona a “Bolondrón”, y “Manchita” a “Puto Chucho.”
En un hogar sin niños, los adultos “simpáticos”, esos que te dan la cena en nochevieja con el puto matasuegras y los villancicos picantones, ponen nombres originales e hilarantes que, como suele pasar con las bromas privadas, siempre hace más gracia en la intimidad. O sea, que sólo ríen ellos su propia ocurrencia. Aquí separamos dos vertientes comunes:
“Homenaje / Qué friki soy”: Ripley, Indiana, Frodo, Jagger, Kafka, Pornosawa, Seedorf, (u otro deportista que mola en el momento; no se imaginan la cantidad de Anelkas que habrán pasado por perreras de todo el país). La mayor pega es que cualquiera que utilice el apelativo “friki” para autoidentificarse tiene gustos pasajeros y tardará en cansarse del nombre del perro aproximadamente dos meses (cuando ya no le quede nadie a quien decírselo para que se ría).
“Se me va la olla a menudo”: Calimocho, Costo, Jotabé, Antichollo. Estos son algunos ejemplos de perros de película cañí, tipo León de Aranoa o incluso engendros-tipo de la talla de La Máquina de Bailar. Por desgracia, a veces la realidad supera la ficción, y el autor de la presente ha tenido ocasión de escuchar a un muestrario viviente de moda de mercadillo llamando al animal a grito de “¡Cannabis!”.
Finalmente, nos encontramos con la tercera edad, también conocida en bautizos caninos como “poco originales”. Suelen ser esos que llevan al perro atado en corto y que no descansan hasta asegurarse de que el perro se ha vuelto tan faldero y antisocial que te ladra si pasas a menos de cuatro metros de él. Además, cuando son blancos, tienen los pelos de la barba y los ojos de un color chochomona que dan lástima los pobres. Se pueden distinguir dos claras ramas:
Nombres clásicos: Toby, Bobby, Pipi, Cuqui, Chiqui, Willy, Coco. Estos se convirtieron en grandes clásicos del mismo modo que todas las niñas tenían “María” en alguna parte de su nombre, y que ahora hay una Claudia y una Miriam en cada colegio. Son bisílabos rápidos e indoloros, y excepto Sultán, que es de perro grande y está tristemente en desuso (Gadgetinis, sois lo peor), suelen ser llanos y cursis y no le gustan ni al propio perro, lo cuál supone la simiente para su futura mala leche.
El Último de Mis Hijos: si le va a hacer más caso y compañía y hacerle más cariños que sus auténticos hijos, que pasan a regañadientes a felicitarle el cumpleaños y a llevarle regalos que nunca le gustan, ¿por qué no bautizarlo como si fuera una pequeña persona? ¡Ya puestos, póngale un chaleco estilo escocés para que no se resfríe en invierno! Este tipo de perros enarbolan nombres como Chus, Pepe, Paco, Lola o Mari.
Y eso es todo por esta semana, tan próxima al nuevo año. El autor no quisiera bajar a mear algunas farolas sin antes dar las gracias a Berbikí, por su inestimable colaboración, a Wilma Week por su apoyo técnico (intentaremos resolverlo del todo, de momento la barra ya funciona) y al señor J.J.Jameson, que desde ahora se dedicará a moderar los comentarios de este nuestro espacio.