Hablemos hoy de otras de esas cintas con las que nos quemábamos las retinas de pequeño, de las que alquilábamos una y otra vez en el videoclub (en esos tiempos en los que el copieteo era una cosa bastante engorrosa y sólo al alcance de unos pocos privilegiados: los que tuvieran un par de buenos vídeos con un autotracking potente y un euroconector en condiciones…) y que siempre hemos querido recuperar sin importarnose que, muy posiblemente, el reencuentro supondría una decepción que acabaría con el mito que habíamos formado en mi memoria en torno no ya a la película en sí, sino hacia el mismo título que adornaba la carátula española del vhs.  Es la magia, y a la vez, el encanto de aquella época de inocencia y desinformación.

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 En los 80, Destroyer, brazo de acero era omnipresente: estaba en todos los videoclubs. Está claro que había sido distribuida por una grande, en este caso, CBS/FOX Vídeo, en lugar de pongamos, Opalo Films, Chock Vídeo o alguna de estas marcas fugaces que con tantas joyitas ensuciaron los cabezales de nuestros vídeos durante un tiempo.  Así, contó con fatuosos displays promocionales en los locales y una copia en cada videoclub de barrio. La promoción y distribución de la CBS, logró que este guerrero cibernético mirara amenazante con su brazo mecánico a todos los que frecuentaban aquellos templos del cine.  La pátina de prestigio que tenía el sello hacía que esta Destroyer fuera considerada como una película algo “mejor” que algunas de sus coetáneas exploits italianas, ya que las lengüetas marrones de las carcasas de la Fox siempre tenían mejor presencia y mayor “prestigio” que las aburridas cintas negras de toda la vida (y más todavía que las rojas, amarillas o verdes que usaban videográficas marginales, quizá para suavizar un poco el impacto de las mierdas que te ibas a encontrar al darle al play…). Hasta el dueño te la recomendaba: “esta es muy buena, con mucha acción”. ¡Pues claro! ¿Acaso no se llama… DESTROYER?

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¿Cómo va a ser marica Rob Halford?¡Muere!


Antes de entrar en materia, hablemos un poco del título. Esto y lo de los seudónimos es algo casi inevitable cuando uno se pone a escribir sobre una película italiana de género de los 60, 70 y 80, ya que durante tres décadas (y seguramente más) muchos cineastas italianos intentaban hacer pasar sus películas por productos norteamericanos con la intención de captar a un mayor público internacional. Pillaban unos cuantos actores agloparlantes en horas bajas y algunas estrellas locales con don de lenguas, los mandaban al primer pueblucho que pudieran hacer pasar por algún lugar perdido de los States (a veces incluso, si el presupuesto era el suficiente, se marchaban a rodar in situ) y les ponían nombres que hicieran pensar que los personajes habían nacido en el mismísimo Texas. Empeño inútil, empero, si en los créditos leías la palabra “Roma” varias veces y algunos técnicos seguían usando sus nombres nativos que no dejaban rastro de duda sobre el origen mediterráneo del producto. En este caso ese tal Martin Dolman que se sienta en la silla de director no es otro que Sergio Martino, responsable de un buen puñado de sexploitations, spaghettis, gores y actioners chusqueros como podéis comprobar haciendo click aquí. Y dicho sea esto con todo el cariño cinéfago del mundo, por si había alguna duda.


En cuanto al título, en España la conocimos con el rimbombante y bilingüe nombre de Destroyer – Brazo de Acero, pero el original italiano es Vendetta dal futuro (supongo que no hace falta traducir, entre otras cosas porque no sé italiano y el significado parece demasiado evidente). No obstante, la copia editada aquí llevaba por título original Hands of Steel, siendo también conocida en Reino Unido como Fists of Steel, en Francia como Atomic Cyborg (¡toma ya!) y en Malasia, atención, Return of the Terminator (casi nada…).>Así que al menos hay que reconocerle algo a Destroyer: esla película con mejores títulos alternativos del mundo.

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El Halcón callejero se ha vuelto malo


En cuanto comienza la peli sucede con algo inesperado: en lugar de unos créditos a ritmo de frenético techno-pop de la época, nos encuentramos con unas deprimentes imágenes de escenarios decadentes y vagabundos perdidos, acompañadas por una música calmada y elegante salida de las manos del gran Claudio Simonetti (su música para Rojo Oscuro o Suspiria junto a los Goblin son para cagarse encima, por citar sólo un par de sus títulos más emblemáticos). Una voz en off nos pone en situación: estamos en 1997 (con lo cual lo de “película futurista” vista desde hoy se va al garete) y las ciudades son pútridos contenedores de basura, hay zonas donde cae lluvia ácida, las multinacionales se pelean ante los recursos… Vamos, que
estamos ante lo  que unos señores muy listos y pijos que hacían revistas y hoy harían un blog decidieron llamar Ciberpunk, o sea, el “No hay futuro” pero en el futuro. Que se supone que no hay. Pero lo había, o lo habrá.

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¡Por fin alguien ha visto a Paco!

    El caso es que hay una ONG que, bajo el inspirado lema “No tienes futuro” (¿ven?), reparte esperanza guiados por su líder, un célebre y carismático anciano con malas pulgas que no se pliega a los deseos de una poderosa y malvadísima compañía con ganas de destruir un poco el medio para generar unos cuantos puestos malparados y temporales de trabajo, y, de paso, enriquecerse un poquito más. Nada fuera del otro mundo,  “Libre mercado” pensarán ustedes, añadiendo un “a ver de qué cojones se quejará el viejo este”.  Pues eso mismo se pregunta el líder de la compañía, que manda a un cyborg experimental a acabar con el tipo…. Él es… DESTROYER.

  El elegido para la misión de asesinato es Paco Queruak (sí, sí, habéis leído bien: ¡el héroe se llama Paco! En el doblaje intentan hacernos creer que su nombre es Peter, pero luego veréis la prueba de que no me equivoco).   El cyborg, obviamente, tiene una parte humana, una conciencia que impide que mate al pobre jubilado. Quizá hubiera sido mejor mandar algo menos experimental y más seguro, como un tío con una pistola, pero es lo que tiene inventar cosas, que quieres probarlas, normalmente, cuando no están perfeccionadas (por ejemplo la nueva web viruetera).     

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Tantos años de entrenarme con el bazooka de la Super Nintendo han tenido su fruto

   Así que sin haber cumplido del todo su misión se marcha al campo (igual que en los tebeos de Vázquez), donde la contaminación no parece un problema tan alarmante (¿??). El robot cachas llega a bar de carretera regentado por una soltera (la preciosa Janet Agren),  con afición a montar campeonatos de pulsos con sus habituales (pulsos aceitosos) Como nuestro chico tiene unos brazos fuertes (de acero, claro), se refugia allí, pagando su estancia con labores manuales (no de esas que pensáis) y ganando pulsos a los macabras que frecuentan el garito, y también su enemigos, una panda de manzánpulas son feos, maleducados y fans del Real Madrid. El resto del metraje, como estarán imaginando, se lo pasa  enfrentándose a camioneros amantes de los pulsos (liderados por George Eastman) e intentando sobrevivir al asedio de los que le utilizaron como arma y que andan insatisfechos con su trabajo (John Saxon y Claudio Cassinelli, quien murió durante el rodaje tras estrellarse el helicóptero donde volaba… o eso hemos leído).

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Nuestro ídolo, listo para la acción, como Jorge Javier Vázquez


Lo más paradójico es que, aún teniendo secundarios de la talla de Eastman y Saxon, el actor de reparto más carismático y memorable es un desconocido que no recita frase alguna: un tipo 100% italiano, con gafas de sol, barba y bajito que se pasa toda la película sin decir ni pío, con las manos en los bolsillos, tratando de chupar plano.  UN CRACK. Nuestro silencioso amigo es lo mejor del metraje, junto a las numerosas escenas / homenaje, cosa bastante habitual en los subproductos de la época. Pero no se confudnan: el pastiche es bello y necesario, y muchas veces el todo es más que la suma de sus partes, por lo que en viruete.com decimos a la referencia, la inspiración y el mimetismo, sin el cual ni existiríamos. Eso sí, en esta ocasión la cosa no termina de cuajar y se queda en descaradísimos copy-pastes de coches tuneados por el desierto (Mad Max),  el brazo cibernetico de Terminator, los campeonatos de pulso de Yo el Halcón, la androide mala en vestido de plástico de Blade Runner o la huída de Paco y persecución en helicóptero de Acorralado…un recital de homenajes, o directamente, apropiaciones indebidas de imaginería y situaciones.Así es… DESTROYER!

¡

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Sin un tema AOR esta escena queda coja..

Podríamos seguir resumiendo, pero miren: ¿Alguien ha visto la película Solo – El Destructor? ¿Recordáis Soldado Universal? Pues algo así os vais a encontrar en Destroyer, sólo que con el buen regusto de la entrañable explotación italiana recorriendo cada minuto de metraje. Desde luego, no es un plato a gusto de todos: aquellos que sean incapaces de poner su sensibilidad cinéfaga más benevolente por encima del estricto (y a veces aburrido) análisis cinematográfico serio, seguramente no verán aquí más que una serie B del montón con la que lo único que se puede hacer es perder el tiempo. No obstante, los que vais a disfrutar con Destroyer sabéis quiénes sois y por qué no hace falta defender esta película o ponerle una nota alta para saber que vais a pasar un buen rato. Vais a ver escenas que os recordarán a grandes éxitos, y y no sólo no os quejaréis sino que gozaréis con ello. 

Repetimos el portadón en su versión yanki.

 
  Siendo duros podríamos decir que la trama no avanza, y que una vez que Queruak se traslada al bar de carretera sólo podemos entretenernos con los pulsos y el puteo constante que el protagonista tiene con el personaje de George Eastman, con la aparición de la replicante  con ganas de marcha y poco más. Habría que decir que
Daniel Greene (actor al que comparaban con Mel Gibson físicamente, aunque a mí nunca se me pareció demasiado, y que se paseó por las series Dinastia, El Equipo-A, Remington Steele, además de coprotagonizar la peli de Elvira y ser habitual de los Hermanos Farrelly) tiene la misma expresividad que un cadàver. No la necesita: es… ¡DESTROYER!   Y que hay pocas escenas de acción (aunque las que hay son decentes, especialmente el pre-clímax final en el puente).

Y más cosas malas. Pero en conjunto, y como ya hemos comentado, uno disfrutaa del invento gracias a la conexión emocional, añorando viejos tiempos en los que ver películas era más fácil, en los que uno no sentía la necesidad de observarlo todo con lupa para sacarle defectos, en los que divertirse durante hora y media era todo lo que pedíamos cuando apretábamos el botón de play y poco entendíamos de “exploitations”. Y ante todo nos recuerda que otro cine era posible, al margen de unas distribuidoras que atenazan el mercado y controlan todo producto.  Cualquier día harán algo así por internet, y entonces echarán de menos virucom y los blogs chorras de frikadas. Claro que para entonces será demasiado tarde.
Para terminar, un par de pruebas más que palpables de que, como decimos, la cultura pop crece como un castillo de naipes, acumulando referentes e inspiraciones, en capas que se superonen verticalmente, que se tocan y se influencian y, en este caso, imitando a los imitadores. Aunque fuera pura vaguería del ilustrador, es un ejemplo precioso.

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