Una de las normas no escritas de virucom es que no solemos hacer “artículos de temporada”, ni memes, concursos o demás… llevamos nuestro propio ritmo, ¡y bastante tenemos con seguirlo a trancas y barrancas!. No sé si salen ganando (por que no les damos el coñazo) o perdiendo. Pero miren, hay veces que a uno le apetece dejarse llevar por el ambiente, y más si es una fiesta tan querida por aquí como Halloween. Que mola ya sabéis por qué. Y donde es tradición emitir y ver cine de terror. O era, que ahora con el emule…
Este artículo hablaremos de películas, pero en realidad, se trata de una excusa a  través de la cual nuestros recuerdos, sensaciones y circunstancias. Únicas en los detalles, pero comunes en los sentimientos. Como tantas cosas, las películas de terror nunca te afectan tanto como cuando lo hacen de pequeño. O al menos, no de igual manera. Se trata de emoción pura y dura, que volveremos a buscar en balde el resto de nuestra vida como espectadores. Hoy les hablaré de las tres películas que peor me lo hicieron pasar en su día, y a las que, lógicamente, amo por ello. Aparte que son tres peliculones, afortunadamente, y no he tenido que volver a tragarme, no sé… Horror Story de los Calatrava, para ver que me asustó.. Imagínense a un chavalín teniendo que contar 20 años en el futuro como se acojonó con Miedopuntocom. O lo que es peor: volviendo a ver Miedopuntocom para recordar como era. Eso sí que acojona.

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Dos películas diferentes de Drácula

Poca gente destacaría el Drácula de Jack Palance por encima de las muchas otras versiones del mito del conde. Pero él protagonizó el primer largo que vi sobre el vampiro y la impresión fue de órdago. Sino me equivoco, la dieron un domingo a eso de las 16:00 en La primera, en Sesión de tarde, momento en que mis padres se echaban la siesta. Yo, como siempre, me vi los dibujos de turno y después me quedé a ver un poco que daban. Craso error. Sólo ver al tipo aquel los colmillos y el cartel que decía “Drácula” fue suficiente para estremecerme. Poco más recuerdo, salvo el miedo que pasé durante el día y que tuve que quitar la tele. Poco después, vi en la tele el Drácula de la Toei, en el programa Mazapán que presentaban Teresa Rábal y Torrebruno. Teresa nos consoló diciendo “no os preocupéis, que es en dibujos animados, como todas las películas que están viendo”. Claro, un niño jamás se asustaría de unos dibujos, ¡ni pensarlo! Maldita zorra ¿nadie dentro del equipo del programa echó siquiera un vistazo a una película? No sólo salía un Drácula especialmente poderoso y sanguinario, sino que además había un pueblo casi infectado de vampiros, bebes muertos que resucitan, un grupo de zombis que ataca a unos pobres niños e incluso teníamos un Special Guest Star de lujo: Satán as… himself. Sí, señor, salía Satán, era gigantesco, rojo cachas y con dos cuernos que ni Doña Sofía, y encima, muy cabreado.
Gracias a esas dos películas dormí durante años con la sábana enrollada alrededor del cuello, para notar algo en el caso de que Drácula u otro vampiro intentase morderme. Además, creé mi propio crucifijo con dos lápices y una goma elástica, y lo guardaba bajo la almohada. Porsiaca. Lo mejor es que en el cómic original, Gene Colan se basó en el mismísimo de Jack Palance para su versión de Drácula. Y yo acojonado con los dos. El círculo se cerraba. Años después hice una aventura conversacional en BASIC basada en la película, que nadie salvo yo mismo jugó jamás.

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El regreso de los muertos vivientes
Mi tío José Francisco nunca se casó, y durante muchos años vivió con mi familia. A Jose,más conocido en casa como tío Pepe, le dio fuerte con aquello del video, como a muchísimos españoles, aunque no estuviese especialmente interesado en el cine. Pero era en casa, y más barato. Así que todos los días alquilaba alguna película en el videoclub, y el fin de semana, dos o tres. Casi siempre, terror, acción o ciencia-ficción… Se nota que se pasó la infancia leyendo tebeos del Capitán Trueno y viendo El tunel del tiempo y Viaje a las estrellas (Star Trek, vamos). Ni que decir tiene la tremenda influencia que tuvo en mí, que veía con él gran parte de lo que traía a casa.
Un día vino a casa con un par de cintas…. Una era El regreso de los muertos vivientes. De la otra no me acuerdo. Ya conocía un poco de que iba El regreso de los… puesto que su trailer precedía a Una pandilla alucinante. Y sabía que, si la veía algún día, me iba a dar mucho miedo. Aquel día a mi tío no le dio tiempo a ver la película, así que al día siguiente la pusimos después de comer. Yo no tenía mucha intención de verla porque estaba seguro de que me iba a dar miedo, pero mi amigo Rafael Gonzalez, que andaba por ahí, insisió en que la viéramos con él. Rafa era mucho más enrollado que yo: tuvo un Amstrad antes que nadie y escuchaba heavy metal, cuando yo prefería a un Pingüino en mi ascensor (aún lo hago). Su grupo favorito era “Yudas Prais”. Seguro que disfrutó de la banda sonora punkarra de la peli.

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Hoy uno sabe apreciar mejor el tremendamente macabro humor negro de la película. Pero en su día no le veía la gracia por ningún lado, mientras el tío Pepe y Rafa se reían en voz alta. Yo permanecí toda la película callado y acojonado, hasta que nos tuvimos que ir al cole, sin verla terminar. Me fui nervioso y en clase no podía pensar en otra cosa salvo en esa muerta, partida por la mitad a la que los protagonistas interrogan para saber por qué comen cerebros, y en la punki que gustaba de despelotarse y acababa siendo un zombi desnudo. De los nervios ni me había fijado en el detalle de que se le veía todo.
Al volver a casa, terminé de verla para poder contarle a Rafa como terminaba. Ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado un final tan funesto para todos personajes. El que no acababa devorado por los zombis perecía en un piñazo nuclear. No sabía que era peor, lo estaba alucinante. ¡Es que no salía ni uno vivo! Eso ya fue la guinda. Durante meses, diría que años, tuve pesadillas con la película, y un miedo atroz a volverla a ver durante, no sé, dos o tres años, que a esas edades, parece bastante más tiempo de lo que en realidad es.

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Hasta que un día la volvieron a dar en el Canal Plus. “Ya voy siendo mayor para tener miedo a esa película”, pensé, y decidí enfrentarme a mis miedos y volverla a ver. La vi de un tirón y la disfruté más que la primera vez. Pero aún así me volvió a acojonar bastante. Volví a mi habitación bastante cagado, pero orgulloso de, por fin, haberme atrevido a verla de nuevo. Bien, pues al llegar a mi cuarto, la mano de un muerto viviente apareció por debajo de la cama, agarrándome el pie. Comencé a gritar como un desesperado y a sacudir el pie, para librarme de su presa antes de que la criatura terminara de surgir para devorar mi cerebro.
Por supuesto, no fue un muerto viviente quién salió debajo de mi cama, sino el cabrón de mi hermano Javier. El tío me había dado el susto de mivida y se estaba partiendo el culo en mi puta cara. Creo que le llegué a atizar. De pequeño era muy abusón con él, a veces cobró hasta por ganarme al Street Fighter II. He vuelto a ver la película varias veces, y hoy por hoy, casi recuerdo más el susto que me dio el cabrón de Javi que el miedo que pasé de crío… pero aún me sigo poniendo bastante nervioso. Y eso que todo el mundo coincide en que es poco más que una comedia macabra. Y un cuerno.. Ah! Rafa fue a la mili y creo que se hizo bakala. El otro día le vi en el metro. Bajaba el andén y me lo crucé. Me reconoció. O tal vez no.

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El día de los muertos

Ya lo ven: lo mio con los zombies es endémico, y casi masoquista. Porque a pesar de pasarlo fatal, seguía erre que erre con el temita. Benditos años. Pude ver El día de los muertos porque Alucine la emitió una noche de viernes. Dado el éxito de Noche de Lobos, TVE creó su propio espacio dedicado al cine fantástico, con su propio presentador: Narciso Ibáñez Menta, padre de Chicho e intérprete de algunas películas de terror. Todos los viernes seguía quedarme en la cocina para ver las películas tranquilo y con el volumen apropiado, sin molestar a mis padres y hermanos. Me gustaba mucho Menta y como nos vendía con dramatismo el “peliculón” que íbamos a ver esa noche.
Antes de la emisión, el actor apareció como siempre para darnos un poco de información y vendernos un poco la película: “Hay.. ¡un ser humano… por cada cuatrocientos mil zombies!”, proclamó, afectado. Y yo flipándolo ante la enormidad de la catástrofe. Mi mente iba a mil por hora. El principio, con su escena del helicóptero, su ciudad abandonada repleta de zombies, me puso los pelos como escarpias. La mina abandonada, donde los protagonistas capturaban a las criaturas para experimentar con ellas me puso casi enfermo. Y cuando el film llegó a ese punto en el cual el soldado hispano se deja devorar por los muertosy les permite entrar en el búnker, el santuario de los últimos humanos sobre la tierra, no pude más. Tuve que quitar la televisión de puro miedo que estaba pasando.

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Me quedé paralizado unos momentos, sopesando lo que acababa de ver. Quería volver a mi cama y acostarme. Pero… el salón y los pasillos estaban TAN OSCURO. No me atrevía a salir de la cocina. Por unos momentos, sopesé la posibilidad de pasar la noche ahí, con la luz encendida. Quizá la mesa no era tan incómoda como parecía… No. Las ganas de dormir cómodamente se impusieron al terror de ser devorado en vida, así que atravesé todas las habitaciones y pasillos de la casa encendiendo y apagando las correspondientes luces según las atravesaba… en mi mente la operación era parecido a como Spiderman sobrevolaba la ciudad, agarrando y soltando telarañas. Mi valor tuvo premio y pude dormir en condiciones, pero hasta que lo conseguí, me revolvía en la cama totalmente angustiado. Aún hoy se me pasa por la cabeza la idea de que aparezca alguno en aquel pasillo, corto, pero que aquel día se me antojaba infinito.
Lo pasé tan mal que aún hoy, cuando reviso la película, me recorre un escalofrío y a la vez me invade cierta melancolía, y ahora sabéis por qué. Os animo a que uséis los comentarios para compartir conmigo y con el resto de los lectores vuestras experiencias similares, por humillantes y vergonzosas que sean. No os limitéis a decirnos que os asustó: contadnos las circunstancias y anécdotas, que es lo que mola. Y ya me anticipo: más de uno dirá que le tuvo pesadillas con el video de Thriller. Yo también. De pequeño, con la original Michael Jackson, y de mayor, con la versión de Chiru. ¡Golimar!