… para dejarlos allí y volverme a la civilización.
Cómplices. Hay algo que me inquieta en estos dos (aparte de su rollo hippylongo), y es que siendo de distinto sexo… ¡cantan exactamente igual! Sus voces parecen una especie de caldo primordial del que sólo salen canciones ñoño-laxantes de grandes amores, o de las de mirar por la ventana a la gran ciudad, envuelto en una manta y «mascando bombones rellenos de ayer». Pusieron su inestimable granito de arena en la boboserie «Nada es para Siempre» (que yo veía religiosamente), adornando el tema principal con perlas como «fui tu mascota de juguete y cuando creciste te estuvo ladrando la luna de mayo» y «aquí estoy como un perro sin amo, al que un día le dieron la vida, y … hartosemarchoparóooooo» (ventajas de cantar a lo ñoño y con las voces al unísono, que luego no se entiende nada).
The Kelly Family. Cuando mi familia se reúne alrededor de una guitarra, cantamos. Pero no se lo hacemos oír a los demás, nos quedamos en casa atronando a los vecinos. Tan hippies que duelen, y el efecto producido por su suavidad y buen rollo provocaba la misma reacción que una extensión de nieve inmaculada: ganas de pisotearlo y destrozarlo.
Presuntos Implicados. Lo que más le gusta a sus seguidores es lo que más me pudre a mí: la voz laxante de su vocalista, más conocida como «La Sole de Presuntos». El peinado de la chica, por alguna razón, también me ha sacado de quicio siempre, con ese pelo que parece un boniato. Además, me aburren a muerte, por mucha alma de blues que tengan.
The Cranberries. Me parecen una versión exagerada de los anteriores, y su antaño achicharrada canción «Zombie» (iyoeeeee iyoeeeeeee sambe-sambe-sambeee-eee-eee), con esos ecos simulados y ese agriar la voz como Shakira haría años más tarde, me teñía la piel de verde y reducía mis ideas a una sola: DESTRUIR. La versión del grupo rumbacalorro Los Sobraos de dicha canción no era mucho mejor.
Chambao. Alguien me dijo el jueves «Unen dos de los géneros más horribles de la música», y tuve que darle la razón: la mezcla Flamenco Chill-out provoca en mí una reacción en cadena cien veces más potente que la del pstaschup con el kolchkaptrato, y a todo ello se une el martilleo de la cantinela «Ahí está túuuu-uuuu-uuuuu» de los anuncios esos de «Visite nuestra comunidad autónoma con encanto rural» (no recuerdo cuál exactamente). Que quede claro de aquí en adelante: todo el que quiera crear un estilo propio a base de mezclar los existentes, huele a rancio desde el mismo momento de su debut. De este es que no me gusta ni el nombre.
Amistades Peligrosas Cristina del Valle hacía pop tonto, Alberto Comesaña hacía… no sé, «lo mejor del pop», según esos recopilatorios cuyas canciones motivan comentarios como «mítica, me marcó, súper-ochentera». A mí lo de Semen-Up me parecía de juzgado de guardia empezando por el nombre chusquérrimo propio de peliculeja del Torbe ese. Total que se unen y deciden cantar a lo liberal-reivindicativo, con tintes de comerse la pasión con las manos, a bocaos y sin servilleta. Lo malo no sólo es que sus canciones me desordenen las tripas como si me las removiesen con el chef-o-matic y nunca encuentre el momento exacto en que ubicarlas (porque igual se pone uno un disco mientras retoza, y de pronto le sale «Lágrimas de Metal» o «Africanos en Madrid» y se carga el clímax). Lo malo de verdad es que ellos, por separado, me parecen dos cretinos con ínfulas salvamundos de 1000 en la escala PDC (Pares De Cojones), y no entiendo qué hace la tía más feminista del universo con un tío que cantaba «mientras yo me concentro, chúpala más adentro».
Mago de Oz. Estos tienen tal mezcla de estilos que se les ha salido la gomilla de la tapa y no les cierra bien la olla. Ya demostró el grupo Cartoons que lo de ir disfrazados en plan temática de grupo dejó de molar con Village People, pero en España siempre nos damos cuenta tarde de las cosas. Y ahí siguen, cambiándose las pintas a ver si consiguen molar más, y atesorando un nutrido grupo de fans entre gallegos, porreros acabados, amantes de Tolkien, cursis pagafantas, poetillas melenudos y, en definitiva, cualquiera que tenga los santos cojones de cantar «Tu rosa de los vientos seré». Lo chungo es que tan nutridos son sus fans como sus detractores, y los primeros son tan flojos que no podrán defenderlos cuando los segundos vayamos a apedrearlos.
Cradle of Filth. Los cojo como representación de grupos sacalenguas desarrapaos hacecuernos con pasión por la vida más allá de la muerte y que cuidan más las portadas de sus discos que su contenido musical. Tienen la culpa de que haya por ahí una corriente de petardeo que centra sus compras y regalos en líneas de producto tales como las muñecas muertas vivientes, los dibujos guarripichosos bajo el sello de Tim Burton (La Novia Cadáver es un coñazo con pintas y no vende tanto porque la película pasó sin pena ni gloria; se van a comer todo el material, bolsitos, chapitas y demás, por no haber hecho como con Pesadilla Antes de Navidad, que es sacarlo años después, cuando la peli se revaloriza). Y lo peor es que nadie pone voz de ñoño mongolo y dice «Te lo juro por Jack Skellington», cuando es más sinónimo de pijerío que Snoopy o Mafalda. Lo mejor de los Cradle, por cierto, es que venden más camisetas y parches que discos. Pero claro, cualquiera que no salga en SuperPop, está libre de la etiqueta «prefabricado» y «comercial».
Académica Palanca. Dios, ¿pero cómo los puedo odiar tanto? Siguieron queriendo ser La Trinca cuando ese rollo pasó hace tiempo, y donde antes podía uno comprar cintas cutres por hacer la gracia y porque costaban quinientas pelillas, ahora hay CD. La gente no compra «discos cachondos» en formato CD, más que nada porque te puede salir la gracia por 7 euros, y no te va a servir más que para hacer un artículo de risa en tu web. Total, si ya nos vamos a reír con las portadas, te puedes ahorrar lo demás (mira, como con Cradle of Filth). Volviendo a Académica, sus voces son desagradables, su estilo es de tasca, algo que molaría delante de un botellín y una ración de boquerones, pero que fuera de ahí hiede a cuñaos graciosos. Estuvieron un tiempo en la radio con Nieves Herrero, que los debía de encontrar definitivos, pero que no hacían un sólo esfuerzo por justificar su presencia y sueldo, aparte de poner voz de calorro forzado.
Queen. Sí, lo siento. Lo siento, lo siento mucho. Lo siento infinito. Nunca me ha gustado la voz de Freddie Mercury, no soporto la mayoría de sus canciones más conocidas, y las menos conocidas poco menos que me producen indiferencia. Lo peor es tener que oír cada poco tiempo lo geniales que eran, y que sean un pilar indiscutible de la música moderna. Mis canciones a odiar son: We Will Rock You, I Want to Break Free, Bycicle Ride, Another One Bites the Dust, We Are the Champions, Somebody to Love, A Kind of Magic, Under Pressure, Flash, Radio Ga Ga, Friends Will Be Friends… y sí, Bohemian Rhapsody la soporto ligeramente porque me hace gracia Wayne’s World, pero me parece un coñazo monumental.
Esto es, como siempre, un desahogo personal destructivo (eh, nadie dijo que las críticas basadas en el odio tengan que ser constructivas). Nada les impide usar los comentarios para ponerme a caer de un burro, pero preferiría que, a poder ser, los empleasen para algo que al final todos disfrutamos más, que es colaborar con sus propias inquietudes musicales. Por mucho que me llamen gilipollas no van a hacer que me guste Queen ni que mis oídos toleren mejor «el chorro de voz de la Sole de Presuntos».
Entretanto, que siga el festival.