Nunca leí demasiado a Esther. Había algún tebeo por casa, ya que mi padre traía tebeos al por mayor cuando volvía del Vicente Calderón, mezclando géneros y épocas, y alguna vez traía alguno de Esther, Pecosa o Jana. Total, eran tebeos. Y mi prima también tenía alguno rondando por casa. Pero, entendedlo, Esther era para chicas. PARA CHICAS. Y si querías pasar por el colegio tranquilamente, sin sufrir el “mobbing” de tus compañeros, una de las cosas que no debías hacer era hacer cosas de chicas. So pena de insultos y collejones, según consta en el código penal estudiantil, Sección 51, artículo 69.

¿Tu lo leías? ¡AJAJAJA, MARICÓN!
Pero siempre me gustó mucho el dibujo, y, ya de algo más mayor, me pude ir agenciando algunos números de aquella revista y algunas otras y ver como, en realidad, eran como Mortadelos pero con muchas niñas protagonizando las tiras y noticias de Leif Garret. Sabedor de mi gusto por el trazo de Purita Campos, mi amigo Javi Cósmico me regaló el álbum de Las nuevas aventuras de Esther. Y fue un regalo de lo más acertado: una de esas cosas que tienes curiosidad por leer, pero que prefieres no leer porque no te llega el presupuesto. Gracias Javi.

Y me ha gustado bastante. Más de lo que pensaba. Como digo, más allá del dibujo, nunca me interesó demasiado los eternos flirteos de la niña con Juanito. Pero este tomo me lo he leído de pe a pa, de un tirón, y tengo ganas de llegar al siguiente. El tebeo nos plantea renunirnos con la protagonista del título cuando esta cuenta ya con 35 castañas, con motivo de una reunión de clase, y averiguar qué es de la vida de todos los personajes clásicos (pista: Juanito sigue siendo imbécil y Esther sigue teniendo pájaros en la cabeza). Y Esther no es feliz del todo, pero tiene una hija a la que adora y que tiene un pavazo tan tonto como el que tuvo ella misma en su día. Me imagino a más de una lectura haciendo lo propio, echando la vista atrás y recordando con cierta nostalgia sus sueños y metas de la época.

La cosa es más o menos la misma, con coincidencias, malas suertes y gigantescas comeduras de tarro, y he aquí que el guión está bien adaptado al formato tomo y no nos deja con esa sensación de perpetuo cliffhanger del tebeo clásico, que no tiene ningún sentido leyendo las historias recopiladas. Y Purita como siempre de bien, incluso mejor que antes al tener que dibujar menos “muñecas” con modelitos y dedicarse a contar el tebeo. Os puedo recomendar el tebeo no solo a las fans del tebeo de los 70/80, sino a todo aquel que guste de una dosis de culebrón tebeil en su dieta o que sencillamente guste del arte de las señora campos. Pero solo se lo recomienda a ellas. A mis muy masculinos lectores no. Que es de chicas.