A los escritores de fantasía:
ya vale de poner a los humanos a la altura de las suelas. Cualquier raza, especie o procedencia mola más que los simples, estúpidos y egoístas humanos. Tolkien creía que los elfos eran arrogantes, pero puros, sabios y bellos; los enanos eran tercos y avariciosos, pero trabajadores, nobles y valientes; los hobbits vagos y glotones, pero de corazón incorruptible y gran ingenio. Los humanos tenían todos los defectos de esas especies y prácticamente ninguno de sus dones (no olvidemos que Aragorn no es un hombre, es un “dunadan”).
Para J.K. Rowling, los “muggles” son MUGRE. Los únicos humanos que merecen la pena son los que se convierten en magos (¿siguiendo qué método, por cierto? ¿No puede cualquiera estudiar magia?), mientras que los no-magos son ignorantes y ridículos ineptos a los que los magos no dominan porque no les da la gana, pura y llanamente, y no son más que objeto de condescendencia por parte de ellos. En cambio, si fueran los muggles los que tuvieran la oportunidad, seguro que su avaricia y maldad inherente les haría tratar de dominar el mundo.
Los robots tienen más y mejores sentimientos que los humanos y son bastante más prácticos. Los extraterrestres comprenden mejor la filosofía de la vida que nosotros, están más evolucionados, son netamente superiores tanto intelectual como tecnológicamente y, en definitiva, nos dan sopitas.
¿Quién atrae a los demonios? Un humano con sed de poder. ¿Quién invoca al primigenio que destruirá la Tierra? Un humano jugando con lo desconocido. ¿Qué hacen los humanos cuando algo amenaza su planeta? Pelear y destruirse entre ellos.
¿Qué son los humanos para los vampiros? Un rebaño patético. ¿Quienes son los más patéticos de todos? Los que se pasan a su bando, creyendo inútilmente que les van a dar un trato privilegiado.
Los animales nos diseccionan con su infinita sapiencia, dándonos un baño de humildad al refregarnos por la cara todos nuestros pecados.
Entretanto, los estúpidos humanos gastamos dinero y tiempo en leer obras que nos tratan de aberrantes, ver películas que nos tachan de patéticos y esforzarnos por aprender élfico para hablar con los amiguetes del foro. Porque, a decir verdad, ¿Quién quiere ser humano, pudiendo ser cualquier otra cosa?
Y afuera, era primavera.