Tengo que admitir que nunca fui el fan nº1 de la serie de dibujos animados, pero siempre la he tenido en alta estima. ¿Cómo no tenerla a una serie donde un personaje llamado Leoncio hace un tornado a base de mover con fuerza una paleta de ping-pong, y sus dobladores hacen que todo pase a transcurrir en Tarragona? La disfruté especialmente en reposiciones y descargas varias, si bien tampoco esperaba con ansia el momento en el que editaran el cómic.

Hace poco puede echar mano del primer tomo, así que me lo leí. Y el gustillo que me ha quedado ha sido bastante agridulce. Las ideas, los personajes, el humor, todo lo que caracterizaba la obra, está ahí. Pero le falta dirección y ritmo. El principal problema es que se hace pesadísimo de leer, con el autor dando vueltas una y otra vez al mismo chiste, dedicando decenas de páginas a pasajes que serían más eficaces en unas pocas, o directamente, unas viñetas. Y en el humor, amiguetes, el “timing” es esencial. Saber el momento adecuado en el que parar un chiste, el cuanto tiempo hay que dedicar a la preparación y cuando soltar el “punchline” es una parte importantísima para que una broma funcione. Puede parecer poca cosa, pero, mal hecho, puede suponer la diferencia entre partirse de risa y aburrirse.

Con este tebeo pasa exactamente lo contrario que con Oliver y Benji. Lo que en la serie era aburrimiento y dramatismo over-the-top, en el cómic de campeones era dinamismo, agilidad y una soprendente habilidad narrativa. En Chicho Terremoto, sin embargo, fue la serie la que acertó al recortar pasajes, especialmente las partes “serias” de los partidos, eliminar algunas bromas y potenciar otras. Con lo que veo que mi axioma de “Siempre prefiero leer el tebeo” no es ni mucho menos infalible.

Oh, no, no. No me malinterpretéis. El cómic, en pequeñas dosis, es divertido. Si sois fanáticos a muerte de Chicho, seguramente si querréis leer la obra madre: hará bonito en vuestras estanterías. Si por el contrario, erais fans casuales como yo, os aconsejo que os quedéis con los DVDs de la serie original, que destila la esencia del humor “chicholiano”. Sino, casi mejor que lo pidáis prestado o algo de eso. Eso sí, al menos nos ahorramos escuchar la espantosa sintonía de los dibujos, seguramente una de las peores jamás compuestas.