La
descubrí en un cine de verano. La reencontré
cuando mi padre trajo a casa las que serían nuestras
cuatro primeras películas en vídeo. La he
adorado durante años. Es memorable. Es adictiva.
Es delirante. Y ahora, tras años de silencio, se
reedita en DVD TEEN WOLF (adornada en España
con la frasecilla "De Pelo en Pecho",
qué risa Basilisa), una oda a la autosuperación,
el trabajo en equipo, los valores familiares y la licantropía
(que es, sinceramente, lo que salva a esta cinta de ser
una trillada ful de Constantinopla).

A
las Castores de Beacontown el primer partido de
baloncesto de la temporada no les va nada bien: el equipo
macarra por antonomasia, los Dragones (el nombre
favorito de las agrupaciones malévolas ochenteras:
no olvidemos a los Dragones Amarillos de El Chico
de Oro
o a la Banda del Dragón Despeinado
de Superlópez), los están aplastando
como España a Yugoslavia según Los Nikis,
12 a 71, nada menos. Lo cuál nos extraña,
dado el impresionante quinteto que el equipo local despliega,
en el cuál destacan la menudencia Scott Howard
(Michael J. Fox), claro antecesor de Chicho Terremoto,
y Chubby, el típico gordinflas de peli adolescente,
Mark Holton, merecedor de una estrella en Sunset
Boulevard por sus intervenciones en "Agárralo
como Puedas
" (es el tipo que grita "Enrico
Palazzo ha salvado a la reina), "Leperchaun",
"Las Aventuras de Rocky y Bullwinkle
"…
y ¡Sorpresa! "Gacy", en la que
interpretaba nada más y nada menos que al maníaco
Payaso Pogo.

 

Scott,
sintiéndose mediocre, se plantea dejar el equipo,
pero tanto el entrenador Finstock (una especie de Enrique
Simón
que no para de mascar chicle y da consejos
como: "Nunca duermas menos de doce horas, no juegues
a las cartas con un tipo que se llama igual que una ciudad
y no te acerques a una mujer que lleve una daga tatuada
en el cuerpo; si sigues esas reglas, lo demás no
tiene importancia"), como su amiga "Boof"
(Susan Ursitti, una joven promesa del cine adolescente
que se quedó en "promesa electoral",
y no llegó a cuajar), la típica guapita
colada por Scott con quien él no se plantea nada,
y su padre, Harold (James Hampton, a quien se vio
en otros títulos como "El Gato que Vino
del Espacio
", "Rebelión en las Ondas"
o la exitosa estupidez número 5 de la Academia
de Policía), le animan a continuar.

En
toda película adolescente que se precie, tiene
que haber un supuesto bellezón por el que el protagonista
se mata a gayolas. En esta no iba a ser menos y, para
contrastarla con Boof (que es morena), tenemos a la rubia
semi-tonta y aspirante a actriz Pamela. Por alguna
razón, los americanos relacionan el nombre completo
con un putón arracimado, mientras que utilizan
la abreviatura, Pam, para chicas encantadoras como la
novia de Ben Stiller en "Los Padres de
Ella
" o la mayor de los detectivescos hermanos
Hollister. La golfirris de turno (una tal Lorie
Griffin, que aparte de salir un par de veces en "Autopista
hacia el cielo" y repetir papel de rubia florero
en otras dos ocasiones en títulos tan atractivos
y desconocidos como "Aloha Summer" y "Cheerleader
Camp", no volvió a mostrar su perfil griego),
como es natural, pasa de Scott, entre otras cosas porque
sale… atención al giro dramático…
¡Con
Mick, el capitán supermacarra de los Dragones!
Qué pequeño es este mundo… (y el nivel
de esfuerzo de algunos guionistas…)

Para
terminar de complicar su atormentada existencia, Scott
sufre el acoso del subdirector Thorne (Jim McKrell,
otro fracasado), que la tiene tomada con él sin
razón aparente, aparte de la obvia, que es que
en una película de estas características
siempre hay un subdirector hijoputa dedicado a dar por
saco al protagonista. Aunque luego resultará que
todo viene de atrás, en un enfrentamiento que tuvieron
él y el padre de Scott por una mujer (igual que
Pimpinela con Dyango, pero con hombre lobo de por medio;
que Dyango aúlle es elección suya,
no tiene nada que ver con ciclos lunares ni maldiciones
hereditarias).

¿Qué
nos falta? Efectivamente, el relevo cómico. Esta
tarea corre por cuenta del auténtico héroe
de la película (si no contamos a Chubby, claro
está): STILES (el señor Jerry Levine,
damas y caballeros, que ha dirigido episodios de series
de éxito como Joan of Arcadia, Mr. Monk o The Twilight
Zone – en el 2002, eso sí – y que dejó su
estampa como actor en delicias de la talla de "Águila
de Acero
" y "Nacido el Cuatro de Julio",
convirtiéndose pues en uno de los actores favoritos
de Michael Moore, suponemos). Hoy día, este personaje
sería ostiable, pero dado su encanto ochentero
y la variedad de prendas con que nos deleita (a destacar
las gafas de surf en plan Buzzman, o las camisetas con
consignas tales como "Qué estás mirando,
naripolla" o "La vida apesta, y encima te mueres")
, así como grandiosas frases de la talla "He
oído que el señor Murphy, el profesor…
se pilló la minga con un aspirador", y su
momento de máximo esplendor, cuando hace "surf
urbano" sobre la furgoneta de Scott a ritmo de Surfin’
U.S.A.
, no podemos sino adorar a este personaje y
aplaudir cada vez que sale, llenando la pantalla (aunque
no literalmente, como el ya mencionado Chubby). Su reacción
ante la monstruosa transformación de Scott consistirá
en forrarse vendiendo merchandising lobuno; tal maniobra
(sin contar con un evidente parecido físico) nos
hace pensar en una posible relación familiar con
Javier Cárdenas. Sólo que no me imagino
a Carmen de Mairena encestando un Alley-Oop.

Tras
numerosos e hilarantes síntomas, como poder
de oír los ultrasonidos de un silbato para
perro, o conseguir que le vendan un barril de
cerveza
poniendo los ojos de color rojo semáforo
y una voz que haría que Leonard Cohen
se hiciera pis en la colcha, nuestro héroe
empieza a sufrir una transformación frente
al espejo, durante la cual, aunque los efectos dejan
bastante que desear, compartimos la angustia del
pobre chico al ver cómo su cuidado mullet
desaparece en pro de un peinado más lupino,
mientras su cara se infla y desinfla como la trama
de Santa Bárbara, y todos los
indicios que hemos visto anteriormente se deciden
a juntarse al fin, convirtiendo a Michael J. Fox
en el hermano pequeño de Chewbacca.

Resulta
que ni tan siquiera para eso el pobre Scott es original:
le viene de familia, (como la napia a los Borbones)
y muchos antes que él lo han sido. Pasado
el cabreo inicial, su padre le explica que, aún
con algunos problemas (como por ejemplo, las complicaciones
al comer queso fundido), convertirse en hombre lobo
supone tener un gran poder… y lo habéis
adivinado: "Un gran poder conlleva una gran
responsabilidad". Atención a la frasecita,
espero que Stan Lee haya mirado a otro lado
todos estos años (imagino que es más
inteligente que yo, que la he visto al menos quince
veces), o la bronca va a ser sonada.

La
puesta de largo tiene lugar durante un partido contra
los Cadetes de Mitchum, dando nuestro héroe rienda
suelta al poder que su padre le comentó: tener
un doble que juegue bien el baloncesto y al que, convenientemente
maquillado, pueda hacer pasar por él. Resultado:
como mete canastas, la gente no sólo no sale echando
ostias, presa del pánico, sino que aplauden hasta
el dorso (algo así como sacar un 01 en la tirada
de cordura y tirarle galletitas a un Perro de Tíndalos).
Para alivio de Scott, un monstruo jugando al baloncesto
sí es una idea original e innovadora, ya que Roberto
Dueñas no saldría a la luz hasta siete años
después.

Lo
que en sucesión lógica ha de pasar es que
Scott se convierte en el héroe del instituto. Gana
todos los partidos (con lo cual, el público empieza
a interesarse por el baloncesto), todo el mundo le admira,
le ofrecen un pequeño papel en la obra de teatro
de la escuela, mejoran sus notas y lo más importante:
se pasa a Pamela por donde el Coloso de Rodas se pasaba
los barcos.

Aunque
lejos queda el final feliz: su amigo Lewis (un
personaje irrelevante, el Quique de la peli, al que hemos
visto de pasada un par de veces) no quiere hablar con
él, pues al parecer le tiene miedo (normal, que
es un hombre lobo!!! Alguna persona tenía que reaccionar
lógicamente!!!). Boof pasa bastante de su
peludo trasero. Su padre está indignado por el
Uso Indebido de Licantropía, que está llevando
a su hijo a ser un payaso presuntuoso. Sus compañeros
de equipo empiezan a cansarse de correr de un lado a otro
de la cancha, sin tocar siquiera el balón (y pensar
que Ronaldo cobra por esto mismo).

El
subdirector y Mick todavía lo putean más
si cabe, y Pamela le explica que el polvete ha sido muy
diver, pero que su condición de pérfida
de la peli exige que siga saliendo con Mick. Por tanto,
Scott se queda sin pareja para… (lo echabais de menos,
lo sabéis… algo faltaba) ¡¡¡¡¡EL
BAILE DEL INSTITUTO!!!!! (Boof acudirá al rescate,
y por si ser un hombre lobo daba poco el cante, el chico
elegirá un traje que haría que Crockett
y Tubbs
lo detuviesen de inmediato, así que
viendo su condición del más chulo de la
fies peligrar, Mick buscará pelea).

Scott
ha aprendido la lección: siendo el lobo no es él
mismo. La fama es vacua, vana, falsa… es una ramera
que bla bla bla (el típico discurso que dan las
estrellas que se pegan el castañazo, sobre todo
aquellas que achacan el hecho de que se hayan puesto hasta
las trancas de coca por "la fama"), así
que decide no transformarse más (algo que Michael
Jackson
podía haber hecho a tiempo, lástima
que la única lección que aprendió
de esta peli fue que los monstruos dan espectáculo)
ha decidido que jugará la final contra (cómo
no) los Dragones sin transformarse. El equipo empieza
a jugar como nunca; la razón (y el parchís
de Los Simpson): estamos al final de la película
y la moralina no funcionaría tan bien si los Dragones
les dieran una zurra de 10 Pares en la Escala de Cojones.
Chubby (quien por cierto, se da un aire a mi cuñado)
consigue el primer triple de su vida que no va con patatas
y refresco grandes, y de paso nos damos cuenta de que
TODOS los partidos del campeonato se juegan en el gimnasio
de los Castores de Beacontown (imagino que para ser "el
equipo visitante" hay que ir con el meñique
tieso, o algo así).

Llegamos
al emocionante desenlace: a diez segundos para el final,
los Dragones ganan por un punto, Scott avanza con el balón
y Mick se lo lleva por delante. Dos tiros libres. Esta
vez sin ojos rojos ni perrito que le ladre, Scott los
anota (con la inevitable cámara lenta del último
tiro, como para darle emoción, que demasiado sabíamos
que iba dentro, hombre), el gimnasio se viene abajo (metafóricamente,
aunque a estas alturas hasta tendría gracia que
se desplomase encima de todo el mundo y la peli acabase
en tragedia griega) y a Belén van los Castores.
Para rematar la faena, Pamela se dirige a los brazos de
su príncipe mediometro (todos sabemos que las chicas
malas prefieren a los ganadores), quien ni siquiera se
para a decirle "San Joderse está en la Ermita",
sino que va directo a los brazos de su amada Boof. Y precisamente,
"BOOOOOOF", es lo que resoplamos cuando salen
los títulos finales y hemos sobrevivido el visionado
de TEEN WOLF.

Como
es natural, la fórmula trataría de ser reexplotada
años después. Huyendo del mímino
par de detalles originales de su predecesora, la llamada
TEEN WOLF II sitúa la acción en la
universidad (lo que hace que la presencia de veinteañeros
no sea TAN vergonzante), donde Jason Bateman (de "Los
Hogan") es Todd Howard, el primo de Scott, que va
a seguir sus mismos lupinos pasos, sustituyendo baloncesto
por boxeo. Repiten papel James Hampton (anda, como el
cerdito de Tiny Toons), interpretando a Harold Howard
y el entrañable Mark Holton como Chubby. Aunque
también encontramos otros personajes conocidos,
caso este el del entrenador Finstock y un descafeinado
Stiles (Stuart "Hoyuelos" Fratkin, que probablemente
os suene por ser Abe, uno de los mellizos alienígenas
de la serie "Llegaron del Espacio").
La verdad es que en esta se pasaron, porque es prácticamente
una fotocopia de la anterior (aunque Scott no te llega
a dar asco, y Todd sí que se vuelve tan gilipollas
que le acabas cogiendo tirria), y salvo la entrada triunfal
de Chubby vestido de esgrimista y la versión de
"Do You Love Me" de los Contours que
se marca el lobo, no hay nada que merezca la pena. Pero
darla, sí que la da.

Lo
que sí fue una sorpresa, y sería un ser
indigno de esta web si no lo mencionase, fue la adaptación
de las aventuras de Scott Howard a la pequeña pantalla,
un año después: TEEN WOLF, LA SERIE,
divertimento animado Made in Hanna-Barbera, que llegaría
a nuestro país de la mano de CAJÓN DESASTRE,
el programa presentado por Miriam Díaz Aroca (su
único trabajo televisivo respetable, ya que después
vendría el "Un, Dos, Tres" y de
ahí una caída en picado; mirad, mirad la
serie que hace ahora). Una cabecera de las que marcan
época, con una animación psicotrópica
de un hombre lobo "cool" dibujado con plastidecor
marcándose un baile, y la pegadiza canción
"Teen Wolf, que quiero aullar" daba paso a un
producto cuyas únicas similitudes con la película
eran los nombres de sus personajes (aunque cualquier parecido
– físico y anímico – con los originales
era pura coincidencia, para empezar porque Scott era más
alto que otros personajes) y la habilidad con la que se
puede coger un manojo de tópicos y apretujarlos
hasta hacer una pelota que resulte comercial.

La
trama de cada episodio seguía este esquema: viene
de visita un familiar de Scott (aquí vive hasta
con sus abuelos, para que haya más lobos que es
lo que mola); crea problemas consciente o inconscientemente;
Scott se transforma en hombre lobo para arreglarlo (¿?),
mientras Boof y Stiles (que aquí es el típico
pelele en plan Eric, el de Dragones y Mazmorras)
le echan una mano; Mick y Pamela (aquí
ella es una chula y él un patán arrogante,
nada macarra) sufren tropiezos, ridículos y humillaciones
por estar donde no les corresponde; todo se resuelve y
finalmente el miembro de la familia Howard vuelve a su
casa habiendo aprendido una valiosa lección cargada
de moralina. La misma formulita funcionó de 1986
a 1989, año en el que la productora anunció
que la serie ya no salía rentable (entre otras
muchas cosas porque a la gente le empezó a molar
más "Regreso al Futuro") y decidieron
reciclar los escenarios para producir otros cincuenta
episodios de Scooby Doo, serie que se ha fotocopiado a
sí misma desde el inicio de los tiempos.

Y
para colmo, Chubby no salía. Pues menuda mierda.