"¡PAPA
COMPRAME ESTOOOOO, JOOOOO!". ¿Cuántas
veces lloriqueásteis a vuestros progenitóres
porque se os había metido entre ceja y ceja que
queríais tal tontería? Yo muchísimas,
me encaprichaba de objetos inútiles que luego olvidaba
o rompía a los dos días, pero hasta que
no tenía uno, no era feliz. Estamos hablando de
tonterías que vendían en los kioskos,
los decomisos de tu barrio o en la tómbola
de las ferias. Afortunadamente no eran muy caros, sino
hubieran sido relegados a fechas navideñas o al
cumpleaños, lo cual provocaba que su frecuencia
de aparación aumentara exponencialmente en el colegio
o en el parque. Verdaderas gilipolleces, a veces, rozando
el timo. Es imposible hablar de todos ellos, así
que me concentraré en los más significativos
de mi problemática infancia. En realidad fue una
infancia feliz, pero eso no vende y… vamos al tema.

Llavero
con ruidos

Un
personaje popular durante los 80 fue Michael Winslow,
o como le conocíamos nosotros, "el negro de
los ruidos de Loca Academia de Policía".
Muchos soñábamos por ser capaces de emitir
por nuestra boca tan variados sonidos como él.
Pero como la mayorái éramos incapaces, alguien
inventó este cacharrín para suplir nuestra
falta de habilidad onomatopéyica. El llavero emitía
diferentes sonidos según el botón que pulsases:
el caer de una bomba, una metralleta y los rayos láser
eran las opciones más celebradas, al igual que
en el videoclub triunfaba Rambo o Commando.
En ocasiones, su propietario acompañaba al
ruidito con una serie de gestos faciales, como si estuviera
haciendo el también el ruido. Esto era conocido
en los círculos científicos como "hacer
el gilipollas". La mayoría de veces acababan
rotos de tanto jugar con ellos, o con la pila gastada
de tanto pulsar un botón para ilustrar nuestras
ideas de un holocausto nuclear con el sonido de la explosión
atómica. Y esa, amigos mios, es una utilidad que
nunca será lo basante bien ponderada.

Prototipo de Henry Pym.

Las
Antenas

Nadie
sabe cuándo ni cómo se pusieron de moda
las antenas, ni quién fue el primero en llevarlas,
ni siquiera quién fue el primero en quitárselas..
Pero un buen día, un veía por la calle a
una niña con Antenas, y luego ponía la tele
y salían Enrique y Ana con antenas. Y todo
el mundo quería sus antenas. Quizá formaba
parte de algún plan de Kodos y Kang para
dominarnos, o tal vez era una manera de ET para
reunir energía mental y comunicarse con su puta
casa. Nadie lo sabe, pero hasta Rául Sender
se puso unas en un programa. Era un juguete más
para niñas, aunque un servidor también tenía
un par de ellas. Yo esperaba contactar con el marciano
de Exploradores y que me llevara para ver la tele
durante siglos.

Lo peor es que formaba un nudo con el cordel de las gafas.

Tubo
para las monedas

El
tubo para los duros. Semejante idea causaría hoy
la risa, cuando no la vergüenza ajena. Y por aquel
entonces, la verdad, también. Se trataba de un
tubo de plástico duro circular que estaba hueco
por dentro, de modo que quedaba espacio para meter las
monedas y llevarlas sin que hicieran ruido o bailaran
en el bolsillo. Lo mejor es que el tubo en cuestión
llevaba un cordel, ideal para poder llevarlo colgado tranquilamente
en la piscina (su verdadera función), donde no
llevábamos mucha ropa con bolsillos o no nos acordábamos
de quitárnoslo antes de darnos un chapuzón.
A los niños nos encantaba, porque éramos
pequeños. Pero ¿cuál era la excusa
de los mayores? Fue un objeto muy querido por mi padre
cuando íbamos allí a bañarnos, junto
con su sombrero con bolsillos. Estaría bien que
los raperos o los canis lo recuperaran. Imaginaos por
ejemplo a uno de esos de Doble V, en lugar de tanta
cadenita o colgante, un tubo lleno de monedas de 5 céntimos
de euro. Eso sí que es de ser un tío duro.

Que balón saltador ni que niño muerto, que esto se llamaba Pelota Loca, joer.

Pelota
Loca

"Hay
pero bota y bota / La pelota loca / Bota y bota /pero
nunca igual". Estas inmortales palabras no pertenecen
a Dickens, Carroll o Sabater (Leticia),
sino a la gran Teresa Rabal. Debido a la popularidad
de la canción, cuando varias empresas lanzaron
este invento, no consiguieron popularizar el poco sonoro
"Balón saltador" y fue la gente la que
rápidamente los rebautizó como Pelota locas:
Un enorme balón de plástico con dos palotes
como manillar sobre el cual los niños avanzaban
dando botes. ¿Molaba, no? Pues sí, sí
que molaba, aunque era muy cansado y cuando uno se hacía
un poco mayor, ya no servían para nada. Solían
regalarlas en tómbolas, así que quien más
y quien menos acababa con una pelota loca en casa. Mi
pasión por este invento era tal que hasta realicé
un cómic donde yo y mis hermanos buscábamos
un tesoro y superábamos diferentes obstáculos
a lomos de nuestros balones. No es que haya avanzado mucho:
ahora hago historias de furbys.

Hoy pondría "XXXXXXDDDDDDDDD"

Saco
de la risa

Otro
icono ochentero totalmente absurdo e inútil, como
la carrera de Willy Toledo. El saco de la risa
prometía hacerte reir a carcajadas o consolarte
en los momentos en los que necesitases reir un poco, con
eso de que la risa es contagiosa… Lo consiguiese o no,
es caso de cada uno, pero estuvo presente en millones
de hogares.

Su
funcionamiento era sencillo. Al apretar la naricilla del
saco (que, a todo esto, tenía cara), se activaba
un pequeño disco que contenía una grabación
con estrenduosas carcajadas, algo histéricas, diría
yo. Y eso es todo lo que hacía. Se dejaba en la
camita, junto con los otros peluches, o en la estantería
y se solía quedar, permítanme el chiste
fácil, ahí, muerto de risa. Su momento de
gloria llegaría en la primera película de
Batman, donde el Joker, al morir, activaba
sin querer uno que quedaba sonando mientras veíamos
su cadáver. Que ironía.

Surfin’ with the alien

Flores
bailarinas

Si
te gustaba bailar pero no encntrabas pareja, siempre podías
conformarte viendo Footloose, comiendo hasta ponerte
como una foca u observando retorcerse a este curioso vegetal.
Bueno, era todo lo vegetal que podía ser el plástico.
La florecilla comenzaba a moverse de modo espasmódico
cuando oía música o la aplaudías.
Que ese ligero movimiento fuera llamado "baile"
revela la cara que tenían los fabricantes, y lo
cerca que se encontraban del varón hispano, cuyo
estilo de baile se asimilaba al de la margarita ésta
(sustituya la guitarra por un cubata en una mano y el
codo apoyado en la barra del bar). Seguro que gente como
Rául o los de OT5 tuvieron una de
pequeños y les insipiraron a ser "artistas".
Aunque no os lo creáis, la pose cool, carisma y
cualidades vocales de la flor (mirad como rockea con la
guitarra) le llevaron a ser considerado como sustituto
de David Lee Roth en Van Halen.

Ahora me dicen en qué se parace el robot al walkie
talkie. ¿Y esos números, por qué los llevaba?

Walkie-Talkies
de Soundwave

Otro
objeto que tocaba con relativa facilidad en la feria y
con el cual miles de críos quedamos decepcionados.
En principio eran casi un sueño: unos modernos
walkie-talkies, con los cuales podríamos jugar
a espiar a nuestros hermanos mayores, explorar una oscura
cueva o delatar a una banda de ninjas asesinos que operaba
en nuestro barrio de Aravaca, y que encima tenían
un dibujo del decepcticon Sounwave en su envoltorio.
Tenían que molar por cojones ¿no? Pues no.

Porque
la realidad es que los walkie talkies apenas tenían
distancia, y en cuanto te alejabas un poco, perdías
la señal de tu primo que jugaba contigo. Por si
fuera poco, eran de mala calidad y tendían a romperse
rápidamente, especialmente las antenas. Por último,
el Soundwave que aparecía en la caja era totalmente
apócrifo, no teniendo ningún tipo de licencia
de los Transformers. Lo único para lo que
servía era para escuchar conversaciones de la policía
o de los radioaficcionados que transmitieran desde algún
lugar cercano. Lo cual también tenía su
gracia, para que negarlo.

Se fueron los chinitos de la suerte y llegaron los "chinos de la esquina".

Chinitos
de la suerte

En
España nunca hemos podido disfrutar de las famosas
Galletas de las fortuna que vemos en las películas
americanas, con su predicción en el interior. Por
contra, tuvimos en exclusiva estos curiosos talismanes
de madera: los chinitos de la suerte. Estos amuletos
nos recuerdan a los talismanes chinos, pero en lugar de
animales de nuestras cuerdas colgaban, directamente, un
chino. Según algunos flipados, gracias al color
de una franja que lucían podías saber para
que te traería suerte: los rojos, en el amor….
y de los demás no me acuerdo. Los llegaron a anunciar
en la tele, con aquella canción de "Son los
chinitos de la suerte, los auténticos chinitos
de la suerte", pero esta promoción llegó,
como en muchos casos, cuando la gente ya se había
cansado de la moda y comenzaba a abandonarla.

Sino tiene cuello, ¿cómo va a saber qué
hora es?

Reloj
Transformer

¿Podría
existir algo más chulo que un reloj que se transformaba
en Robot? En 1985, difícilmente. Un modernísimo
reloj digital se transformaba, por arte de birlbilorque
en un poderoso robot de unos desafiantes cinco centímetros
de altura. El robot incluía dos funciones, una
para ver la fecha en la que estábamos y otro para
ponerlo en hora. Apretar el botón de "Set"
equivalía a meterse en un berenjenal de cual no
podríamos salir, pues ignorábamos como ajustar
la hora, la feha, etc… Y se lo teníamos que acabar
dando al tío enrollado que sabía de esos
temas.
El robot era chulo, lo único es que como para transformarlo
tenías que sacarlo de su base, acababa con algún
brazo roto e inservible. Triste destino para tan fiero
guerrero.

Ya lo decía Casco Oscuro: No me gusta que me la retuerzan.

Boli
Gusano

Estos
premios, al igual que el anterior, podían tocarte
en los yogures Danone, que por aquel entonces tenían
como mascota a Truquete, un león mago que
hacía trucos de magia y entregaba fabulosos premios.
Como éste: un pintoresco bolígrafo que podíamos
estirar, contraer y contraer de mil maneras. Un sencillo
segmento flexible, en forma de fuelle, hacía que
pudiera adoptar esa forma de gusano divertida a la vista
e incómoda al tacto. Porque a la hora de escribir,
era una castaña. La mayoría acababan abiertos,
como Dios está mandado, para ver la tinta del boli.

Si las manos de los dibujos tienen sólo cuatro dedos, es por algo.

Manos
locas

Las
manos locas fueron uno de los juguetes predilectos de
un servidor. Las vendían en cualquier quiosco y
hasta la regalaban en los Phoskitos. Eran pegajosas
y elásticas, dos cualidades muy queridas por todos
los chavales (si Mister Fantástico fuera
pegajoso sería él el más popular
de los 4F). Su principal utiliad siempre fue el atizar
al compañero de enfrente o a tu hermano. Aparte
de para atizarnos, solo servía par tirarlas a la
pared y ver como iban bajando poco a poco. Que divertido.
Al disponer de varios dedos, también solía
ser utilizada para hacer gestos obscenos o unos cuernos
jevis mientras escuchabas "lo nuevo de los yudas".

Algunos
de estos objetos siguen gozando de popularidad hoy en
día, si bien el nivel de vida ha crecido y han
quedado obsoletos: ¿quién quiere un walkie
talkie si los chavales tienen móvil desde los 10
años? Se lo montan mejor que nosotros, desde luego.
Eso sí: en la caja de Amena no sale ningún
transformer. Ni siquiera sale Pikachu o Lucho.
Que coñazo de móviles, de verdad.