Una confesión: hasta hace poco tenía colgado el cartel de El justiciero de la noche en una de las paredes de la habitación desde la cual escribo esto. Así es, un amenazador Charles Bronson me saludaba con su pistolón cada vez que entraba. Mi fanatismo por la saga Death Wish se hacía patente para cada visita. Y no fueron pocas las risas de algún pobre hombre, pero no sólo es que quedara bien: es que de verdad es una de mis sagas cinematográficas del cine. Que hablase de esta serie de films era cuestión de tiempo, sólo estaba esperando el momento adecuado. Y supongo que ese momento lo ha propiciado la repentina defunción de Charlie Bronson.

Para mis padres o mis tíos, Bronson era un señor que salía en muchas películas del oeste o de acción, en cosas como La gran evasión o Los siete magníficos. Pero para el joven Viruete, sólo contaban sus películas de justiciero que emitían en las privadas. Habrá quien piense que es un poco injusto que sólo se le recuerde por su papel de vengativo viudo. Pero por otra parte, ¿cuántos actores de 50 y muchos años no se pondrían en su lugar? Gracias a Death Wish, Bronson encontró una franquicia que lo hizo super popular y lo redescubrió para un nuevo público cuando tendría que estar pensando en su jubilación. Vamos, que bien se puede dar con un canto en los dientes… Miren como acabó Lee Van Cleef, haciendo la serie aquella de Master ninja que no duró ni dos temporadas.

La película original de la saga, Death Wish, fue rebautizada España con el título de El justiciero de la ciudad. Mucho más explícito y directo que el original, que apelaba a una frase… ¡que fue eliminada del guión!. Su secuela, rodada 8 años después y ya en manos de una Cannon, con ganas de explotar cualquier posible filón, recibió uno mucho más dramático: Yo soy la justicia. Y esta es la película de la que vamos a hablar… un poco porque sí. Porque es la que tengo más reciente, así de claro. Eso sí baile de títulos no concluyó aquí, pues la tercera parte se llamó El justiciero de la noche y la cuarta y quinta Yo soy la justicia II y El rostro de la muerte, respectivamente. Y si llega a haber sexta, pues la hubieran llamado El abuelo justiciero o algo así.

Nuestro protagonista, Paul Kersey, ha dejado su antiguo hogar en Nueva York para vivir en Los Ángeles, donde ha rehecho su vida: su hija se va recuperando poco a poco de la traumática experiencia de la primera entrega (fue violada, despistados) y ha comenzado a salir con una atractiva locutora de radio. Como si todo va bien no iba a haber película, pronto comienza las movidas. Un grupo de macarras de barrio le roba la cartera. Paul sigue a uno de ellos y le pega un par de leches bien dadas y más que merecidas, por golfo. El pandillero, cabreado, decide movilizar a sus coleguitas y plantarse en casa de Kersey para dejarle las cosas claras. Allí se presentan, y para hacer tiempo hasta que lleguen, deciden entretenerse. Y como en esa casa no había Atari 2600, lo hacen violando repetidamente a la criada. Cuando llegan pues nada, secuestran a la hija (que para eso está) y aquí paz y después gloria. Bueno, no exactamente eso.

Bueno no del todo… Porque intentado escapar, la pobrecilla se tira por la ventana para acabar empalada. Y algo se rompe en la mente de Bronson. Pero el tío, que además de un gafe de cuidado es un tipo duro, no derrama ni una sola lágrima por ella, pero poco tarda en lanzarse a las calles de nuevo para limpiarlas de escoria como usted y como yo.

Como digo, Kersey comienza a patearse los bajos fondos en busca de la banda que hizo de las suyas en su casa. Pero pronto descubre que con eso de ir de traje y corbata a las 2 de la mañana por los guettos da más el cante que Sigue Sigue Sputnik en una reunión de ejecutivos de Microsoft. Con un solo plano-contraplano, el director nos muestra las dos caras de la moneda: los chavales mirando insolentes a ese señor mayor con cara de pocos amigos (pero sin hacerle nada) y el tío Charlie pensando algo así como “pandilla de vagos y maleantes, os voy a poner firmes a base de bien”. Una escena que seguro fue del agrado de, digamos, un Mariano Rajoy cualquiera.

“Que aburrimiento… ¿Matamos a alguien o jugamos al teto?”

Kersey alterna su trabajo de arquitecto de día con la de vengador justiciero de noche, disfrazándose de vagabundo para pasar desapercibido. Y no le cuesta demasiado ir localizando y eliminando a los energúmenos de marras. Y si hay algún otro jovenzuelo con mala pinta que les acompaña, pues también cae. Que eso de la presunción de inocencia es para los ciudadanos respetables. De paso, aprovecha para salvar a un matrimonio de otra banda de vándalos, educándonos así en las excelencias de las patrullas urbanas. Ya se lo espeta el marido a uno de los policías: “¿Dónde estaban ustedes, poniendo multas de tráfico?”. Ahí le has dao.

La policía recurre a uno de los detectives del departamento de Nueva York, encargados de investigar las andanzas de Kersey en la primera película… y que le dejó libre porque en el fondo, estaba más que de acuerdo con su método de actuación. El detective identifica rápidamente a Charlie como autor de estos ajusticiamientos, y decide seguirle en una de sus “escapaditas nocturnas”.

Las cosas se ponen chungas para nuestro héroe al enfrentarse a una potencia de fuego superior por parte de cuatro maleantes, con lo cual el detective decide, como buen ciudadano que es, echarle una mano cual Señor del antifaz. Entre los dos logran acabar con los malos, pero el detective resulta herido de muerte. Aún así, antes de morir, decide decirle a Kersey lo que piensa de sus métodos: “…Acabe con esos bastardos por mí”. Con lo cual los métodos fascistoides de Charles ya tiene hasta el beneplácito de la policía. Tiene su lógica.

l final no es ninguna sorpresa: Kersey acaba con todos los asesinos de su hija y de paso con alguno que pasaba por allí (pero que tenía una pinta sospechosa), aunque, en su particular cruzada, debe de renunciar a su relacióncon la locutora, a la que horroriza la filosofía de nuestro protagonista. Debiste saber que Paul Kersey ya estaba casado, nena. Con la justicia. Y así, sin derramar ni una lágrima por el amor perdido, Charlie proseguirá con su interminable tarea de hacer las calles un lugar más seguro.

“En el fondo soy un alma sensible…”

Como he indicado anteriormente, éste es el título más recordado de la saga en nuestro país por su sonoro nombre. También es el último donde se otean conceptos como personajes, historia, lógica, etc., pues a partir de la siguiente entrega la cosa se desmadra y Bronson se convierte en una especie de Rambo de la gran ciudad, masacrando punkis a punta pala para que Reagan pudiera dormir tranquilo. Algún día hablaremos de ese Death Wish 3, auténtica película de culto para los seguidores de la Cannon y la acción más descerebrada.Su precuela es un film mucho más formal, incluso ligeramente lento… De hecho, el personaje de Kersey se nos presenta como un pacifista (objetor de conciencia en la guerra Korea) al cual no le queda más remedio que hacerse con un arma ante el estado de las calles que frecuenta, que vomita la primera que mata a alguien y que acaba rompiéndose psiquicamente y buscando justicia por su cuenta. El director de ambas, David Winner, optó por un enfoque más directo y menos reflexivo, dando por hecho que la audiencia que acudía a ver la película se identificaba con las actitudes de Kersey.

Por supuesto, cuando Golan y Globus se hicieron con los derechos de la serie, tiraron todo esto por la borda en favor de una aproximación más cercana a la de una película de Harry el Sucio, otro con los cojones bien puestos, si señor. Y en las posteriores secuelas ya se van directamente al disparate y al videojuego de matar y matar, en plan Target Renegade o Ikari Warriors. Claro que los resultados, en el fondo, son superiores a los de esta segunda parte.

Uno de los puntos más utilizados para vender la película fue su música. La banda sonora estaba compuesta ni más ni menos que por el mismísimo Jimmy Page. Y casi que ya. Por que los resultados me parecen bastante mediocres, la verdad. Aparte de algunos temas guitarreros al más puro estilo 70s, (en el peor sentido de la palabra), tenemos algunas piezas horrorosas a base de sintetizadores a saco sin ton ni son… Lo dejaremos en que no pasará a la historia precisamente… ni para los fans de Led Zep. Y menos para los de Def Lep.

Como habréis supuesto, la película fue todo un éxito, uno de los primeros de la factoría Cannon, que la convertiría en uno de sus buques insignias en los 80. Que duda cabe que el personaje de El castigador está basado, al menos indirectamente, en las andanzas bronsonianas. No fue el único papel de justiciero que hizo nuestro amigo Charles, que quedó encasillado en este papel, destinado perdurar en la memoria colectiva por como vigilante reaccionario (o, como dicen ahora, “de centro reformista”). Y es que aunque se empeñen en recordarnos su extensa carrera, yo me lo imaginaré siempre como estaba en mi poster: apatrullando la ciudad.