Seguro
que, entre las horas perdidas en vuestra infancia jugando con el
ordenador, hay algún título que brillaba por encima
de los demás. Puede que no fuera el mejor juego, o el que
más os gustaba, pero era al que más jugábais
y el que más os sacaba de vuestras casillas. Para mí,
ese juego era Gauntlet.
Gauntlet
se lanzó en 1985, una época en la que los videojuegos
comenzaban a perder mucho público. Y seguro que con este
diabólico invento Atari (la casa creadora) consiguió
recaudar unas cantidades inusitadas de dinero, más que nada
por la capacidad de continuar las partidas. Pero ya hablaremos de
esto más adelante. Una de las glorias de este juego fue aparecer
en la olvidada serie El Jinete de acero.
Al
comenzar la partida podíamos elegir entre 4 personajes, que
representaban esos arquetipos sobadísimos de la fantasía
heróica y que siguen presentes hoy en día gracias
a los que juegan al Dungeons and Dragons u otros juegos de
rol.
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Thor
era el guerrero. ¡Anda que ya les vale! Se podían
haber currado un nombre más original. Si no lo llamaron
Conan fue por que les caería una denuncia de los poseedores
de la marca. Thor era muy fuerte pero un poco gilipollas,
y no usaba bien las pócimas. De pequeño le pegaban
en el colegio y le llamaban "Thortilla", así
que de mayor se metió a un gimnasio, pues esos complejos
son difíciles de sacudir. Antes de ser aventurero trabajaba
en el Telepizza.
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La
Valkiria se llamaba Thyra. Era rubia de bote, y aunque
todos los personajes varones le tiraban los tejos, en relidad
era lesbiana (no veas que risa cuando se enteraron). La valkiria
quería entrar en "El tiempo es oro",
pero se equivocó de puerta y entro en el casting de Gauntlet.
Creo que le fue mejor: ahora todos la recordamos con cariño
en vez de con odio. |
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Questor
era el elfo. En realidad no era elfo, sus orejas eran de pega,
como las de Spock. Questar se hacía pasar por
elfo para ligar, pues hay a quien le da morbo el tema. Nuestro
amiguete era muy bueno con el arco y competente con el uso de
pócimas. O sea ni chicha ni limoná. Iba de verde
y era un poco chulo. |
El
mago se llamaba... Merlín. Otro caso de extrema
originalidad, o de pensar que la gente es imbécil: "Como
es mago, lo llamamos Merlín y así queda más
claro". Oiga, que en cuanto vemos al tío con barbas
y túnica ya nos lo imaginamos, podrían haberlo
llamado Antonio Cabeza de Vaca que hubiera dado igual.
El mago hacía estragos con las pócimas, pero le
ponían las pilas en el cuerpo a cuerpo. ¡Que uno
ya no está para estos trotes! |
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De
la mecánica del juego, sin embargo, poco vamos a hablar,
pues seguro que todos la conocéis. Hablemos, pues, de las
sensaciones y emociones que producía. Para comenzar, la adicción.
El número de fases en el juego era infinito, y cuando a uno
le mataban, siempre tenía ganas de seguir un poco más,
lo que provocaba tener que echar otra puta moneda. Eso en
la máquina, porque los que jugábamos en la consola
o en el ordenador podíamos continuar por todo el morro,
con lo que nos pasábamos horas y horas jugando.
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¿Doctor
Venkman? Tenemos una emergencia.
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Esto
nos lleva a otra de las emociones: la frustración.
Tarde o temprano, había que apagar el ordenador para ir a
la cama. La comida no presentaba problemas, pero había que
dormir, y no se podía dejar el ordenata encendido, no fuera
a fundirse. Con lo cual esas 4, 5, 6 horas que habíamos
empleado jugando con nuestro primo o colega quedaban reducidas a
la nada y a un "mañana quedamos". La última
sensación que recuerdo con más fuerza era el puro
terror. El terror de enfrentarse a "La muerte",
ese enemigo vestido de negro que te seguía como un perrito
faldero con la malévola intención de hacerte pupita
en el diodenorl. En alguna fase, había varias encerradas
tras alguna puerta, esperándote, y no te quedaba más
remedio que abrir esa puerta y salir corriendo a toda hostia, rezando
para que no te pillasen. Subidón de adernalina.
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Antes
he mencionado que las partidas se solían jugar a dobles,
con los primos, hermanos o amigos. A pesar de que el juego incluía
la increíble opción de jugar simultáneamente
hasta ¡4 jugadores!, solía ser desechada
debido a la incomodidad de tener tantas manos en el teclado,
con lo cual se reducía a 2, como mucho 3 jugadores. |
Suficientes
para pasarse toda la tarde del sábado dale que te
pego. Habrá quien piense que jugar juntos favorece la colaboración
entre los jugadores.
Nada
más lejos de la realidad. Aunque en principio se solía
aceptar ciertas reglas en cuanto al reparto de tesoros y comidas,
pronto eran infligidas. Las sesiones de juego solían acabar
en piques cuando un jugador pasaba de su compañero por coger
tesoro, cuando alguien se dedicaba a pillar toda la
comida que pudiera, en detrimento del jugador más débil
o cuando se infligía la sagrada norma de "las pócimas
que las coja el mago". Caldo de cultivo sin duda para todo
tipo de matanzas y tragedias familiares, con las que nos deleita
el excelente programa Gente de la primera.
El
legado de Gauntlet perduró en su segunda y mejorada parte,
y en el extraño Gauntlet III, dónde
ya podías escoger entre 8 personajes y era en 3D, y en de
los cientos del clones que aparecieron para el Spectrum &
Cia: Dandy, Gothic, Duet, Druid o Ranarama
(ese molaba mucho)... Más adelante llegó el Doom,
que no era más que el Gauntlet con otro punto de vista y
en plan moderno. ¿O no iba de ir por un laberinto matando
bichos? Pues eso. También está el Gauntlet Legends,
que por fortuna tuvo una buena acogida y nos hizo volver a viciarnos
a la consola. Y eso que como yo digo siempre "no me gustan
los videojuegos". Un servidor incluso militó como vocalista
en un grupo llamado así, en honor a título que hoy
nos ocupa.. Sí, hay cosas que tenemos grabados como estigmas.Y
no nos creáis, que soy de los que se baja los juegos antiguos
no sólo por nostlagia, si no porque le gustan. Así
que lo tengo fresquito. Como que he jugado hoy mismo...
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