¿Qué conocen ustedes de Indonesia? Pues
la mayoría poca cosa. Y es que aún en esta
era de las autopistas de la información, donde
tenemos disponible todo el conocimiento humano a tan solo
dos clicks de distancia, ninguno empleamos nuestro tiempo
en acercarnos a otras culturas más allá
de la americana o la japonesa, sino más bien en
visitar Petardas, Meatholes o como mucho,
videos cachondos de You Tube con un niño
al que le regala la Nintendo 64. Así que
al joven medio moderno Indonesia le sugiere pues
eso, un país que está muy lejos, donde la
gente es fea y hay muchos tornados e inundaciones tan
desastrosas que nos preguntamos si quedará alguien
vivo todavía.
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El
mágico mundo de las portadas pintadas: hasta
parece buena y todo.
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Y aquí tampoco nos desmarcamos demasiado de esa
idea, para que les vamos a engañar. Somos gente
de poco mundo, si bien al tener esa curiosidad por la
raro, siempre nos preguntamos qué clase de películas
harían por allí, y nos creemos que sabemos
mucho del país sin levantarme del sofá.
Si encima vas y te lees el Mondo Macabro o el
Cine Asia ya terminas por tener claro que es un país
que ofrece mucho, mucho, al amante del cine psicotrónico.
Y cuando por fin te enfrenas al material, terminas por
tener claro que la cinematografía bizarra indonesa
necesita ser revindicada, por su carácter honesto
e integrador, como hace buen cine de explotación,
de la cultura local en las modas globalizadoras del extranjero.
Todo esta perorata la decimos siempre delante del ordenador,
sin salir sucia habitación de la que nunca salimos.
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"Indonesia,
pos será que son Indios, como el del foto,
¿qué no? " - DJ Neo.
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El caso que hoy nos ocupa, The Blind Warrior,
es un buen ejemplo de lo que comentábamos. Básicamente
estamos hablando de un film de kung fu (influencia china)
en el cual un guerrero ciego (de nuevo influencia exterior,
en este caso, japonesa) libera a un pueblo de un despiadado
culto mortal, culto que bebe de las propias leyendas y
folklore de la región. Vamos, lo mismo que fue
aquí Los Calatrava contra el imperio del
Karate, pero sin las ganas de suicidarse
(hay quien comenta que tras verla recibes una llamada
y en siete días mueres). Pero para un servidor,
y espero que para muchos de ustedes, no hay absolutamente
nada malo en una película con estas características.
Es más, las abrazo. Puede que el cine de artes
marciales no haya dado tantas obras maestras como otros
géneros (y eso es discutible), pero de lo que no
cabe duda es que el porcentaje de pelis aburridas dentro
del género es mucho, mucho menor que en otras cinematografías.
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Cinco
minutos, cincuenta muertes. Batiendo el record de
Ninja 3, La dominación.
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El resultado es un subproducto que sobre el papel no
se diferenciaría de ciertas epopeyas del kung fu
taiwanes, pero que las peculiaridades del infracine indoneso
lo hacen un título interesante. Vamos a repasarla:
la cosa empieza a saco. Un grupo de guerreros masacra
un pueblo entero y prende fuego a sus frágiles
chozas. Las tortas y tajos se suceden hasta que termina
la carnicería. Por lo visto, los lugareños
conocen y trabajan en una mina de oro, si bien se resisten
a revelar su localización. Cuando se van, el panorama
es más desolador que la parrilla televisiva actual:
ni uno vivo.
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Nosotros
respetamos todas las culturas y etnias. Eso sí,
siempre que vengan a trabajar y no a robar.
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Mientras tanto, el diabólico líder de estos
guerreros, un tal Raden Parma, lleva a cabo un sangriento
ritual en frente de una gigantesca estatua que me traía
a la mente escenas de La isla del horror viviente (una
de la saga filipina Blood Island), directamente,
la fase de Sagat del Street Fighter. Raden,
cuyo vestuario es un cruce entre un samurai y Thor, elige
el sacrificio de una virgen a la gran estatua, y una pobre
desdichada es elegida y desaparece dentro las fauces del
ídolo. Tras esto, el director nos presenta un educativo
montaje de danzas locales, que si bien pueden estar ahí
por rellenar cinco minutillos de película que tampoco
le van nada mal al escueto guión, gusta por su
exotismo, y queda bien de cara al comprador occidental,
poniendo un punto en común con el cine mondo o
el National Geografic. Además, añaden
cierta sensualidad al conjunto. Convierte tus carencias
en virtudes.
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Seamos
sinceros, tiene que molar follar ahí.
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Resulta que de sacrificio al dios nada: la chica cae
en una piscina de bolas de colores (tribalismo pop) donde
Raden la desvirga. Lejos de resistirse, la mujer parece
bastante excitada, si es que son todas unas guarras. Por
lo visto, el villano lleva así a tira de tiempo,
saqueando y violando sin piedad, como le gustaria hacer
al jugador medio de World of Warcraft. Y siempre
con chicas a estrenar. Al igual que nosotros solo comemos
alimentos frescos, a Raden le gusta la carne fresca. Más
de dos veces con la misma chica es como beber coca cola
de hace dos días, ya no tiene mordiente.
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El
sheriff coco y la Jaca Paca.
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Al día siguiente, mientras una joven va a lavar
la ropa al río, aparece nuestro protagonista, el
guerrero ciego, BUTA. Los dos entablan conversación,
y justo entonces aparecen los hombres de Raden, dispuestos
a capturar más vírgenes. No hace falta decir
que Buta les da una buena ración de jarabe de palo.
Es lo que tiene el mundo de la subcultura: que meterte
con un ciego es firmar tu sentencia de muerte, pues todos
tienen el resto de sentidos tan desarrollados que uno
piensa que igual se pierde algo al poder ver. Durante
la pelea podemos descubrir que gracias a su técnica,
el tipo es capaz de dar semejantes saltos que parece un
muñeco colgado de una cuerda. Pero es tan solo
una ilusión óptica debido al poder de sus
artes marciales. La pelea, siendo honestos, resulta más
bien poco excitante, tanto por la paupérrima coreografía
como por la aplastante superioridad de Buta.
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A
las tías lo que les mola es que les metan
caña. Y a los tíos, también.
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La gente del pueblo recibe con jolgorio a Buta, conscientes
de que él es el único capaz de enfrentarse
a las fuerzas del mal. Raden, por su parte, anda bastante
cabreado, e irá enviando más y más
hombres, que Raden irá eliminando, mientras recoge
información de lo que está sucediendo allí
y se dedica a darnos lecciones de filosofía barate
durante varios minutos, musitando refranes a los desesperados
campesinos. Estos son explotados en una mina de oro, donde
los capataces muestran un sadismo que roza lo inhumano:
latigazos, ahogamientos, palizas a mujeres y niños
(a uno lo llegan a rajar con una espada) y hasta empalamientos
a base de lanzas, en escenas de gore gratuito que harían
las delicias de los fans de la casquería (si es
que aún queda alguno tras tragarse las mil mierdas
que recomendaban en las revistas por ver cuatro hachazos).
Auténcicos "animales disfrazados de humanos",
como dice nuestro sabio invidente. Buta ayudará
a sus amigos a escapar de ese infierno,
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Como
me ponga a repartir hostias me quedo yo solo.
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Y aquí casi podría dejar de contar la historia
porque se habrán imaginado el resto: un tira y
afloja entre los buenos y los malos hasta llegar al enfrentamiento
final entre las fuerzas del "bien" y las del
mal". No obstante, me voy a permitir detallarles
dos escenas especialmente afortunadas y a ponerlas en
su contexto, para que vean como se las gastan por aquellas
lejanas tierras y, como existe el Youtube, hasta van a
poder verlas. A la felicidad por los servicios gratuitos
de internet.
1- Al final Raden se cansa de que
el guerrero ciego le toque los cojones e impida aumentar
su riqueza y su cuota de vírgenes. Ante la efigie
de su impío Dios decide solicitarle ayuda, la cual
le es concedida en forma de un espíritu de fuego
que se encargará de su enemigo. El espíritu,
de entre todas las formas posibles, decide manifestarse
como una cuerda en llamas, pero el guerrero se deshace
de ella, gracias a su intenso chi, en uno de los enfrentamientos
menos dramáticos de los que se tiene noticia.
2- Finalmente, los aldeanos deciden organizarse
y rescatar a Buta, que se entregó para a cambio
del fin de los sacrificos. Los lugareños, disfrazados
ahora de ninjas, acaban por fin con los explotadores y
el resto de hombres de Raden. Arranca ahí la última
parte del film, un espectáculo de media hora repleto
de peleas sin fin, de torpe coreografía pero ricas
en violencia y energía, que nos hacen dar por cierto
todo lo que se dice del cine de estas latitudes. Para
muestra, el video de ahí arriba, un pequeño
montaje que resume en cuatro minutos el desmadre al que
el espectador asiste atónito durante este tramo
final. Al final, claro, ganan los buenos, pero eso es
lo de menos, tras esta media hora de decapitaciones, empalamientos,
estrangulamientos, apuñalamientos, desmembramientos
y más cosas sanguinolentas que terminan en "miento".
Hasta un tío al que el sacerdote del mal le hace
volar en pedazos sin compasión.
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Después
de las comidas, nada de palillos: lavaos la boca.
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El guerrero ciego Buta fue creado en 1968 en los tebeos
locales, y a pesar de ser ciego, es un maestro de las
artes marciales como pocos han conocido el mundo. Si bien
es de creación posterior al Daredevil de
la Marvel, me inclino a pensar más en las
leyendas de Zatoichi, el espadachín ciego
japonés, ya que datan de mucho antes e incluso
la primera película de este personaje se realizó.
El éxito del personaje le hizo aparecer anteriormente
en otros films, bien en solitario, bien compartiendo cartel
con el gran Barry Prima en una de las entregas
de su Guerrero. En este caso, se trata de una adaptación
algo apócrifa, pero claro, si en estos países
se hinchan a piratear e imitar productos foráneos,
que menos que hacer lo propio con los de la tierra. En
el fondo, lo que hace es validar al cómic del guerrero
como algo con atractivo y tirón entre el público,
compuesto en su mayoría por clases bajas que demandaban
cine colorista y escapista.
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Un
grupo de lectores de la página, movilizándose
para destruir el master del nuevo LP de La oreja
de Van Gogh. Nuestras oraciones están con
vosotros.
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Huelga decir que la película está hecha
sin un puto duro, lo cual es especialmente doloroso en
la cantidad de escenas con efectos especiales que contiene.
No solo eso: las peleas parecen improvisadas en su mayor,
parte, dando lugar a escenas de auténtica vergüenza
ajena con gente en segundo plano haciendo aspavientos
absurdos. Para rematarlo, la colección de momentos
gore raya lo delirante, como ya hemos podido ver. Pero
estos tres factores, como bien sabe el cinéfago,
lejos de convertirse en lastres pasan a ser argumentos
que ayudaran al disfrute de la cinta. El argumento es,
pues, lo de menos, lo que engancha aquí (y esto
ya es positivo per se) es la sucesión de sadismo
y escenas delirantes, que conforman sin duda el atractivo
de la película, y su única capacidad de
sorprender. Un pequeño clásico del Kung
Fu Caspa de los que ya no se hacen.
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En
el momento del orgasmo el tipo se ha emocionado
y...
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No cabe duda que las adaptaciones hongkonesas que en
el fondo eran los títulos de The Warrior abrieron
la veda para este tipo te títulos, donde la acción
y la violencia, en ocasiones sin sentido, se convertían
prácticamente en el único reclamo. Ahora,
si a ustedes no les gusta una peli con hostias por un
tubo, sacrificios, gore y magia, pues sinceramente, vayan
tirándose de un puente porque como les pille por
la calle la vamos a tener. The Blind Warrior mola y punto.
Con todo, no es el mejor título de la alocada indonesia
bizarra, que se basa por completo en la imitación
disparatada, cuenta con auténticos delirios como
The
Devil Sword, que igual tratamos por aquí,
o ya en el futuro, chorradas tipo Lady Terminator.
Y encima las vendían a todo el mundo. A ustedes,
que seguro les molaban las pelis de Cinturón negro,
seguro que le iban a gustar todas estas. Pero eso sí,
a Indonesia no queremos ir, que por lo que sale en la
tele parece un país pobre y como de mal rollo.
Y si sale en la tele será que es verdad.
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