Seguramente
muchos de ustedes recuerden la aparición de un
juguete llamado Trickytracks, aunque sea por su
pegadizo jingle: "La bolita, tic-tac, corre al
tiempo, ya está, trickytracks, trickytracks, una
trampa genial"... Introducido en nuestro país
a finales de los 80, fue uno de los últimos juegos
de habilidad de su tipo, totalmente mecánicos y
sin componentes electrónicos. Ignoro si tuvo éxito,
pero el caso es que el año siguiente se amplió
la gama con su juego hermano: Trickybol.
Como
pueden ver, se trata de un circuito por el que debemos
de conducir una bola de metal hasta llegar a la meta,
en este caso, un timbre que debemos de hacer sonar. A
mí siempre me recordó a esos inventos que
salían en algunos dibujos animados, o de los que
tenía el padre inventor de Chitty Chitty
Bang Bang, o aquel que salía en el anuncio
de Las pastillas del Dr. Andreu: un complejo mecanismo
que a base de hacer que una bolita avance, corte cuerdas
y se choque con cosas hacía que cascar un huevo
o hacerse unas tostadas fuera cosa de empujar una bolita.
Desde luego tenía su complicación, pero
molaba cantidad.
Pues
sí, ha caído en mis manos un ejemplar, en
muy buen estado, del trickibol de las narices. Mi curiosidad
era extrema, pues jamás pude jugar en su momento.
Seguramente mis amigos y yo ya éramos mayores para
esta clase de juguetes, pero tampoco mis primos, hermanos
menores o sus amigos lo tuvieron jamás. Supongo
que los videojuegos ya se estaban comiendo el terreno
de estas cosas. Y con razón, oigan...
Examinando
el juego de cerca, la cosa parece sencilla y hasta divertida.
Hay que conducir la pelotita de las narices con una serie
de botones y palanquitas que tenemos abajo. La caja la
define como "Una superloca carrera de obstáculos
contra el reloj". ¿Cómo se sabe si
algo es loco o superloco? ¿Existe la hiperlocura?
¿Debo tomar el grado de locura del Trickybol
como el estándar de la superlocura? Uf, ya nos
estamos obsesionando con tonterías y todavía
no hemos comenzado a jugar.
Las
primeras rampas ya presentan su dificultad... empezando
porque o empujamos la pelotita CON EL DEDO o la partida
no comenzará jamás. Con uno de los botoncillos
podemos hacer que estas rampas suben o bajen, y la cosa
está en hacer coger impulso a la bola para que
pueda subir algunas y caer por otras. Me recuerda al juego
aquel del Marble Madness. Difícil
pero no imposible...
...hasta
que llegamos al imán. Veréis, la
idea es que una ves salvadas las rampas ese palote marrón
enganche a la bola mediante un imán que lleva dentro.
Pero gracias a la pequeña barandilla que hay en
la plataforma verde donde queda la bola ES TOTALMENTE
IMPOSIBLE que podamos elevarla sin caer. Los diseñadores
de juguetes, creando frustraciones y traumas infantiles
a toda una generación. Luego se extrañan
de los tiroteos en institutos.
Una
vez más, recurrimos a las manos, las sucias manos,
esas manos llenas de dedos con uñas... y hacemos
avanzar la bolita (tick-tack) hasta una plataforma
con barras que me recuerda a aquella donde luchaban
Flash Gordon y el Príncipe Barin en
la película. Con una pequeña palanca podemos
mover la bola y hacer que llegue hasta el otro extremo
de la palanca. Esta es de las fáciles.
El
siguiente obstáculo consiste, en, como veis, una
serie de tubos a por los que debemos de hacer evolucinar
a la jodida bola. Muy Mario Bros, ¿no? Si
le pegas muy fuerte al botón, lanzarás la
pelota por los aires y tendrás que comenzar de
nuevo. Y una leche: yo lo vuelvo a poner ahí que
bastante me ha costado. Me autoconcedo 3 vidas... o las
que hagan falta. Puede que sea hacer trampa, pero oigan,
¡que ellos han sido los primeros en hacer imposible
el juego con lo del imán y lo del dedo!
Nos
acercamos al final y nos metemos en un túnel
que aprece una cantimplora de esas con zumo de naranja
o algo así de las que se toma mi hermana. Aquí
la gracia está es que están a ciegas, como
cuando a la novia le da corte hacerlo con la luz encendida
y esas cosas... Pues un poco probando y probando al final
uno consigue llegar a buen puerto y alcanzar la última
prueba...
¡La
catapulta infernal! Bueno, infernal, infernal, no,
que de esa sólo hay una. Pero casi, porque hacer
que la dichosa esfera golpeé el timbre tiene más
trajín del que parece. Además, aunque la
bola se caiga o no de en su objetivo, por su longitud,
la catapulta SÍ golpea el timbre, con lo cual a
veces no te enteras si has conseguido tu objetivo o no.
En fin, una pequeña trampilla que nos servirá
para compensar la de veces que se nos habrá caído
el esférico o hayamos tenido que realizar, con
el consiguiente sentido de culpa, alguna pequeña
trampilla siemplemente para poder proseguir jugando.
Me
sabe mal decirlo (no tanto como si me comiera una pastilla
Juanola, que están asquerosas), pero el juego es
poco menos que una estafa. Si me lo hubieran traído
los reyes de pequeño hubiera acabado pronto en
el armario criando polvo. Destino que, siendo sinceros,
le espera de todos modos. Al menos ahora de mayor uno
le saca partido gracias a la web: no hay mal que por bien
no venga. Y no sólo lo he disfrutado yo, sino que
el virugato también ha hecho de las suyas
con el Trickybol. A ver si iba a ser un juego para gatos
y yo ni me he dado cuenta. Va a ser eso.
Opina
sobre este artículo
O
escríbenos
VOLVER
A VIRUETE.COM
|